El boom del audio online
Podcasts, audiolibros, audioseries, clubes de temas y congresos digitales sin fin, el audio online no deja de crecer y nosotros de consumirlo.
Empiezas a escucharlas al desayunar, cuando sales a correr de buena mañana o vas al trabajo. Vuelves a oírlas mientras comes, en el camino de vuelta a casa y cuando cocinas, planchas o te tomas un café en el balcón. Las voces te acompañan a todas partes. Puedes oír una sola o muchas a la vez. Se dirigen a ti, te cuentan historias y hablan entre ellas. No te preocupes. No padeces ningún trastorno mental. Eres un consumidor medio de pódcasts, audiolibros, audioseries y redes sociales basadas en el audio. Estas herramientas tecnológicas no son nuevas, pero hasta hace poco quizá no les hacíamos demasiado caso. Los pódcasts surgieron a principios del año 2000, aunque no se empezó a llamarlos así hasta 2004, cuando los bautizó Ben Hammersley, un periodista británico. Su nombre es una mezcla de iPod –el reproductor musical portátil de Apple– y el término broadcast ‘(retransmisión’, en inglés). Es decir, se concibieron como contenidos emitidos originalmente en directo escuchables luego en un dispositivo personal. La radio a la carta, que dirían algunos.
Pasado el tiempo, el pódcast ha pasado de ser esa conserva de los programas de radio convencional a erigirse como un medio con su propio lenguaje y códigos, al que muchos se lanzan directamente, sin pasar por el dial, seducidos por la forma en que les permite ser creativos y abordar historias, investigaciones y narrativas que no caben en otro lugar. En los últimos años se ha profesionalizado, con equipos completos que preparan cada episodio como si fuera una película sonora, grupos de comunicación que han creado divisiones específicas para este formato y grandes corporaciones que lo usan como un pilar fundamental de su estrategia de marketing de contenidos. Plataformas que en principio solo se dedicaban a la música en streaming, como Spotify, incluyen ya en su negocio los pódcasts de producción propia y gran calidad. Y, cada vez más, abundan los que tienen una gran inversión detrás y cuentan con personajes célebres como gancho para la audiencia.
Durante 2020, los españoles dedicamos al menos quince horas mensuales a escuchar pódcasts, un incremento considerable respecto a 2019. Son datos extraídos del Observatorio iVoox del sector del pódcast en España, creado por iVoox, una empresa nacida en 2008 que es probablemente el mayor repositorio de pódcasts en castellano: aloja más de medio millón de episodios, y en 2020 sus usuarios hicieron más de 457 millones de escuchas a través de su web y su app. Según Juan Ignacio Solera, cofundador y director de iVoox, “durante el confinamiento del principio de la pandemia se produjo un fenómeno curioso, porque los pódcasts solían escucharse en soledad, con auriculares y en situaciones como yendo al trabajo o corriendo, y de repente estábamos sin hacer esas actividades y encerrados en casa con la familia”. Pero el formato se consolidó, y “cuando empezamos a salir a la calle las escuchas se dispararon y continuaron fuertes, siguiendo con la anterior tendencia alcista. Aunque no es fácil vivir de hacer pódcasts y pocos lo logran, cada vez son más las fórmulas de monetización. El crecimiento del sector ha sido espectacular”.
En su informe Hábitos de consumo de pódcasts de los españoles en 2020, el gigante del streaming Spotify asegura que la pandemia de covid-19 ha impulsado el formato. Indica que el 38 % de los españoles se aficionó a este tipo de contenido al inicio de la cuarentena; entre ellos, el 45 % de los que tenían de 18 a 35 años. “Durante el confinamiento observamos que los usuarios ya no solo acudían a la plataforma para escuchar música, sino para encontrar nuevas formas de ocio”, señala la directora general para el sur y este de Europa de Spotify, Federica Tremolada. ¿Los temas preferidos en esta plataforma? Música, comedia, salud y estilo de vida, sociedad y cultura, y arte y entretenimiento. “No es casualidad que cinco de los diez más escuchados en España sean de bienestar y salud”, dice Tremolada. “Millones de personas han pasado más tiempo en casa, y muchas han acudido a nosotros para distraerse, mantener la forma y priorizar su salud mental”.
Los audiolibros tampoco son un formato nuevo, pero sí lo es el enfoque teatralizado que se les está dando en los últimos años. Audible es una compañía que lleva en este negocio desde 1997 y fue adquirida por Amazon en 2008. Su catálogo supera el medio millón de títulos, con 13 000 en español. Según sus datos, un 34 % de los españoles ha consumido audiolibros en alguna ocasión, y dos millones lo hacen habitualmente. Un 52 % son mujeres y un 48 % hombres, la mayoría de grandes ciudades. Una de las grandes editoriales españolas, Planeta, tiene ya 1200 audiolibros en su catálogo, cuatro veces más que el año pasado, y la cifra no deja de crecer. El de los audiolibros es un sector que mueve en el mundo unos 2500 millones de euros, de los cuales dos tercios se quedan en Estados Unidos. Solo en el estado de Nueva York, la plataforma propiedad de Amazon ha empleado a 20 000 actores para interpretar obras originales y transformarlas en audio. ¿Qué explica este auge? El periodista y escritor Javier Sierra, autor de varios best sellers, dio su versión en un evento de Audible: “Estamos recuperando la tradición oral, esa forma de contar historias de antaño. En el futuro puede que los audiolibros cuenten con opciones como escoger la voz del narrador. Los actores van a encontrar aquí un gran universo para expresarse. Y las adaptaciones de las novelas son más fieles que las que hace el cine, porque en este formato se mantiene la libertad del lector para imaginar la historia como desee”.
Los audiolibros se crearon en su día pensando en el público de más edad o en discapacitados visuales, pero el mercado ha demostrado que hay una demanda mucho mayor. “Su éxito se debe a que accede a ellos gente que ya era lectora habitual, pero también un nuevo público más joven, hecho a las apps. La pandemia también ha contribuido al crecimiento”, dice Eva Congil, directora general de la editorial Anagrama.
En este camino del audio se ha abierto un nuevo sendero: el de las audioseries. Tiene sentido, ahora que las series en streaming se consumen de una tacada. Plataformas como Sybel ofrecen contenidos exclusivos, dramatizaciones sonoras que parten tanto de historias reales como de ficciones. En su caso, están muy centrados en los jóvenes y los niños, “los mayores consumidores de programas y series de audio”, según Virginie Maire, cofundadora y presidenta de la firma. “Creamos Sybel porque nos preocupaba el incremento del tiempo pasado frente a las pantallas y el declive de la creatividad al encontrarlo todo hecho, especialmente en los más pequeños. La ficción sonora nos permite generar en nuestro cerebro esas imágenes, sumergirnos en las historias a través del oído y potenciar la imaginación”.
Las redes sociales también se han apuntado al audio: las plataformas basadas en escuchar y hablar han experimentado un gran impulso desde finales de 2020, lideradas por una app, Clubhouse, que permite crear clubes de distintos temas, y, dentro de estos, organizar salas de audio que se pueden montar al momento o programarse con tiempo. Al entrar en la app se ve un calendario con las salas que más se adecúen a nuestros gustos o intereses, organizadas por horas. Es como estar en un congreso digital sin fin, donde podemos elegir a qué mesas redondas y ponencias asistir. Cada sala de audio muestra varios perfiles: el moderador o moderadores, y los ponentes o speakers. Para saber quién está hablando en cada momento, la app rodea con un círculo gris a quien toma la palabra. Más abajo se sitúan otros usuarios que están en la sala y son seguidos por los ponentes; por último, se muestran los oyentes no conectados con el resto. Cualquiera que esté en la audiencia puede levantar la mano si desea intervenir y los moderadores deciden si subirlo al escenario. Además, es posible invitar a la sala a personas que estén fuera. La plataforma es puro audio: no incluye un chat para intercambiar textos o archivos multimedia.
Los creadores de Clubhouse han dado a la app un aura de exclusividad que la hace más deseable. Solo es accesible por la invitación de otro usuario, que en última instancia será el responsable del comportamiento del invitado. Al principio la aplicación estaba disponible únicamente para iOS, así que requería tener un iPhone, pero se abrió a Android el pasado mes de mayo. Participan en sus salas muchas personalidades del mundo de la tecnología y famosos, primero de Estados Unidos y después de otros países, con el consiguiente efecto llamada. La sensación de que te pierdes algo si no estás en Clubhouse se refuerza con su componente efímero, ya que las conversaciones solo se pueden escuchar en el momento. En teoría no es posible grabar lo que se dice en las salas, salvo que se haga de forma externa y los organizadores avisen a los participantes.
Clubhouse se disparó a principios de 2021. En febrero, 9,6 millones de personas de todo el mundo se descargaron su app, según los datos que maneja la firma de análisis Sensor Tower. Las sonadas intervenciones de Elon Musk, Mark Zuckerberg o Bill Gates en esta red social le sirvieron de promoción. El fenómeno parece haberse desacelerado, pero se espera que su apertura a Android lo revitalice. En cualquier caso, su valor económico ha seguido creciendo y se estima en cerca de 3300 millones de euros, y el hecho de que Twitter esté interesado en adquirirlo demuestra su potencial de crecimiento.
Los meses que Clubhouse pasó ausente de Android sirvieron para que algunos competidores se posicionaran con fuerza en el ecosistema de Google. Entre los más potentes se puede citar a Stereo, una app que, a diferencia de Clubhouse, está abierta a todo el mundo, sin necesidad de invitación. En ella las emisiones en directo se llaman shows, y solo pueden intervenir dos personas representadas por dos avatares que mueven la boca cuando habla su dueño. Es un formato diseñado para las entrevistas y los influencers, y resulta muy fácil pasar de un show a otro. Los oyentes tienen la posibilidad de dejar notas de voz grabadas que los moderadores pueden reproducir si lo desean. Stereo incentiva con hasta 10 000 euros a la semana a los usuarios que consigan más seguidores y escuchas. Esto y el hecho de que la plataforma sea frecuentada por youtubers y streamers hace que su comunidad sea de media más joven que la de Clubhouse.
Los gigantes tecnológicos no son ajenos a estas tendencias, y también se han aventurado a crear herramientas basadas en las interacciones a través del sonido, aunque integradas en sus productos principales. Así lo han hecho Twitter, Facebook y Telegram. La primera cuenta con Twitter Spaces o Twitter Espacios: sus salas de audio son fácilmente visibles en la app y cualquier tuitero puede sumarse como oyente. Dispone de un traductor automático que transcribe el audio a texto en el idioma que se decida, para mayor accesibilidad y difusión.
Facebook lanzó a finales del pasado junio las Live Audio Rooms o Salas de Audio en Directo, disponibles por ahora solo en EE. UU. y que llegarán al resto del mundo en unos meses. Su aspecto diferencial es la posibilidad de añadir efectos y filtros de audio a las voces en directo y la cancelación del ruido externo. Las Live Audio Rooms se organizan desde el perfil de cada usuario o en los grupos. Las conversaciones pueden configurarse como públicas o privadas y monetizarse a través del sistema de donaciones de estrellas de Facebook. Aquí sí se pueden convertir las salas en pódcasts para que el contenido se consuma más tarde. Además, la empresa ha lanzado su propia plataforma de pódcasts, y los Soundbites, clips cortos de audio sobre los que se aplican efectos y herramientas de inteligencia artificial, y que se pueden compartir online.
Por su parte, Telegram, la plataforma de mensajería, ofrece chats de voz dentro de los grupos que funcionan en paralelo a la comunicación que ya exista en los mismos de texto y multimedia. Sirven para hacer debates y reuniones, organizar equipos de trabajo... Pueden ser efímeros o dejar el correspondiente archivo para su posterior escucha. Su objetivo es restringirse a entornos más cerrados que los de Twitter o Facebook, aunque pueden reunir a miles de participantes.
Para Juan Ignacio Solera, propuestas como Clubhouse o Twitter Spaces tienen una pega: se basan en el directo, en lo momentáneo, y no permiten escuchar luego los contenidos. “Es como volver a la radio tradicional –dice–, dejando de lado esa ventaja que ofrecen los pódcasts de permitir la escucha en cualquier momento que te venga bien”.