El 5g ya está aquí, ¿y ahora qué?
Durante los últimos meses han llegado a las tiendas varios móviles con conexión 5G. La lista incluye los últimos modelos del iPhone, que suele ser el teléfono más vendido en la recta final del año.
Eso quiere decir, en cierto modo, que el 5G ha dejado de ser una promesa para convertirse en una tecnología disponible en los bolsillos de mucha gente. Pero nadie te culpará si eres uno de los afortunados que se ha hecho con un móvil compatible con ella y no ha notado nada de otro mundo . Tras años de prometer avances revolucionarios gracias a la nueva generación de redes de telefonía, los primeros usuarios están descubriendo que, a efectos prácticos, la conexión 5G no supone un cambio trascendental. Quitando el nuevo logo en la esquina de la pantalla, todo parece moverse más o menos igual.
Esto responde a varios motivos. Lo que ahora tenemos a nuestra disposición en la mayoría de territorios es lo que se conoce como 5G Sub-6 Ghz, una nueva generación de redes de telefonía que utiliza porciones del espectro radioeléctrico por debajo de 1 Ghz y entre 3,4 y 6 Ghz. A grandes rasgos, cuanto mayor es la frecuencia , más datos se pueden transmitir pero más rápido se degrada la señal. De ahí que haya dos bandas de frecuencia en el estándar actual del 5G.
Las inferiores a 1 Ghz –que en muchos países se usaban hasta no hace mucho para la televisión digital terrestre– garantizan una amplia cobertura , pero a velocidades más bien bajas. Las más altas son útiles en ciudades o grandes espacios abiertos, y suben ligeramente la velocidad de transmisión. Entremedias, varias frecuencias tal vez más idóneas siguen reservadas para la anterior generación de telefonía, LTE (siglas inglesas de evolución a largo plazo), que en su mejor versión es equiparable al 4G y que aún permanecerá en activo varios años.
Combinando los dos espectros se logra lo que muchos estamos experimentando como 5G,algo más veloz que la tecnología LTE, aunque no demasiado . Eso sí, hay ciertas ventajas en el 5G: disminuye la congestión del tráfico de datos y gestiona mejor las interferencias, pero a grandes rasgos, eso es todo. Por otro lado, existe una segunda capa de servicio 5G que se ha dado en llamar mmWave (onda milimétrica) y que sí supone un salto enorme en la velocidad de acceso a las redes. Esta tecnología emplea altas frecuencias – alrededor de 28 GHz, un poco por encima de las microondas – con las que se logran velocidades comparables a las de la fibra óptica doméstica. En teoría ofrece hasta 5 Gbps (gigabytes por segundo) , aunque en las primeras instalaciones se está alcanzando una velocidad media de alrededor de 2 Gbps.
Esto ya sería otra cosa, pero hay que leer la letra pequeña: el problema es que el mmWave posee un alcance muy limitado. Es necesario tener a la vista la antena de telefonía que ofrece cobertura, ya que la señal se atenúa demasiado si rebota en cualquier superficie. Eso quiere decir, también, que no es apta para interiores. Aun así, hay entornos en los que puede ser útil: en estadios o salas de conciertos, cuando la enorme cantidad de móviles dificulta obtener una conexión fiable con antenas tradicionales, este tipo de conexiones mmWave permitirán que el tráfico de datos fluya algo mejor.
Esta clase de servicios empieza a desplegarse en algunos países, y varios teléfonos móviles incorporan ya las antenas necesarias para sacarle partido, aunque no tantos como los que tienen solo compatibilidad Sub-6 Ghz. Por último, es importante señalar que la telefonía es solo parte de la historia. El 5G se va a utilizar también en otro tipo de aplicaciones, como la conducción autónoma, la telemedicina, la realidad virtual o el denominado internet de las cosas.
Los anteriores son campos en los que el 4G o el LTE suponían hasta el momento una alternativa viable, aunque no la idónea. Las conexiones móviles con esas redes tienen una muy alta latencia (lo que tarda la señal en hacer el viaje de ida y vuelta entre el teléfono y su destino, que por ejemplo marca el tiempo que pasa desde que pides el acceso a una web y esta se descarga en el móvil), y eso imposibilitaba ciertas utilidades. Pero, al igual que con los teléfonos, habrá que esperar unos años hasta que las redes 5G puedan permitir que esas tecnologías tan avanzadas se conviertan en una realidad cotidiana. Lo que sí hace el 5G es establecer los cimientos para el crecimiento y evolución de las redes inalámbricas durante los próximos diez años. Tal vez sea demasiado pronto para hablar de 6G, pero varios científicos, ingenieros y operadoras se afanan ya en desarrollar los estándares e ideas que regirán la evolución natural de las redes actuales. Si atendemos a los grupos de trabajo que están tratando de definir los estándares, la década de 2030 verá el despliegue de sus sucesoras.
Volviendo al presente, existe un cuello de botella que lastra el rendimiento del actual 5G , y consiste en que lo único que hay de nueva generación en esta tecnología es la comunicación entre la antena y el móvil. La infraestructura sobre la que se apoyan las antenas de telefonía y con la que se conectan entre sí y con los servidores de la red es similar a laque usa la tecnología LTE. El primer paso para mejorar , por tanto, es que evolucione lo que se encuentra detrás del telón . Solo ese cambio recortaría aún más la latencia en las comunicaciones y permitiría, por ejemplo, experiencias de realidad virtual en streaming que ahora son poco prácticas , dado el retraso en la retransmisión de la imagen, que a pesar de ser solo de unos milisegundos estropea la experiencia .
Otro avance importante podría venir del uso de metamateriales (materiales artificiales con propiedades electromagnéticas inusuales) para crear equipos de red mucho más eficientes. Hace tiempo que varios centros de investigación trabajan en superficies capaces de volverse invisibles al doblarla luz que incide sobre ellas y desviarla a su alrededor. Repetidores pasivos fabricados con estos materiales podrían resolver el problema del alcance de las redes mmWave, lo que haría posible que un teléfono (o cualquier otro dispositivo) se conectara incluso si el usuario no tiene a la vista la antena, gracias a la cual el repetidor dobla la señal.
Si esto se consigue, es posible que las operadoras consideren ir incluso más allá dentro del espectro de alta frecuencia, utilizando emisiones de 39 Ghz, 60 Ghz o incluso 100 Ghz para transferir datos a velocidades que resultarán muy difíciles de igualar con conexiones físicas, y que tal vez nos hagan abandonar para siempre la fibra óptica, al igual que abandonamos en su momento la línea de telefonía fija por la móvil.