Las 26 palabras que crearon Internet
Faltaba una semana para las elecciones, pero Trump quería dar una lección. Por eso , convocó a los jefes de Twitter, Google y Facebook ante el Comité de Comercio del Senado , para discutir la sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones, que exime a las plataformas de responsabilidad por los contenidos que publican sus usuarios.
La semana anterior, Twitter había borrado y bloqueado una noticia dudosa sobre un ordenador presuntamente abandonado por Hunter Biden, el hijo del candidato demócrata, en un establecimiento de reparación de ordenadores de Wilmington, en Delaware.
En el disco duro había unos correos interesantes que el dueño de la tienda leyó y posteriormente compartió con una serie de personas, entre ellas el abogado de Trump, Rudy Giuliani, que a su vez lo hizo con Steve Bannon, exjefe de campaña de Trump, que a su vez se los mandó al New York Post , para que los publicara. Pero ninguno obtuvo el permiso. En uno de los correos , un consejero de la empresa de energía ucraniana Burisma le agradece a Hunter Biden, miembro de la junta directiva, haber facilitado una reunión con su padre cuando era vicepresidente de Estados Unidos .
Era el tipo de información sobre la que habían sido advertidos: origen dudoso, exceso de oportunidad, más cabos sueltos que una alfombra bereber y poco rigor periodístico. Las plataformas habían prometido proteger las elecciones de la clase de desinformación que había dominado las de 2016, y esta se parecía demasiado a la famosa filtración de los correos de Hillary Clinton, una operación pertrechada por dos hackers asociados al Kremlin para ayudar a Trump. Por otra parte, el New York Post no era una cabecera de propaganda de Estado , como RT , ni un blog de fanáticos de la alt-right. Aunque es propiedad de Rupert Murdoch, también es el diario en circulación más antiguo de Estados Unidos .
¿Deben las plataformas silenciar contenidos de un diario legítimo antes de que sus contenidos sean desmentidos de forma oficial?
Probablemente no. Por otra parte, ¿podían quedarse de brazos cruzados mientras el contenido dudoso era amplificado por sus algoritmos y recogido por las redes de propaganda y manipulación local? ¡Tampoco! Mal si actuaban y mal si lo dejaban, así que lo hicieron todo a la vez. Google no hizo nada, dejando que la cosa creciera tanto en buscadores como en YouTube; Facebook anunció que ralentizaba su propagación hasta que se comprobara el origen del portátil –el FBI dijo que no podía garantizar que fuera de Biden– ; y Twitter, en un gesto de histórica determinación, no solo eliminó el contenido , sino que bloqueó todas las cuentas que trataban de distribuirlo , incluyendo la de la jefa de Prensa del Gobierno de Trump. Un pequeño paso para Jack Dorsey –cofundador de Twitter–, pero un gran salto para internet. La sección 230 estaba muerta. Si las plataformas editan sus contenidos de forma selectiva, dejan de ser un servicio , como las operadoras , y empiezan a ser un medio , como la televisión.
Aprobada por Bill Clinton en 1996, la Sección 230 dice que “ningún proveedor o usuario de un servicio de ordenadores interactivo deberá ser tratado como el publicador o emisor de ninguna información de otro proveedor de contenido informativo”. Tanto republicanos como demócratas consideran que ello pide una reforma, pero tienen ideas opuestas sobre la solución. Para unos , es indulgente y permite la proliferación de contenido abusivo e incitaciones a la violencia. Para los otros, se usa de forma incoherente, sobre todo para censurar a Trump.
Después de la resaca electoral podremos prestarle la atención que se merece. Si el Congreso acaba con la 230, muchas cosas termina rían de golpe, empezando por la Red Social.