En la fosa del dragón
Hace un par de días la NASA permitió a un grupo de periodistas visitar uno de esos lugares míticos y casi inaccesibles del Centro Espacial Kennedy: una de las plataformas de lanzamientos del transbordador espacial.
Centro Espacial Kennedy. Hace un par de días la NASA permitió a un grupo de periodistas visitar uno de esos lugares míticos y casi inaccesibles del Centro Espacial Kennedy: una de las dos plataformas de lanzamientos del transbordador espacial. Los ingenieros querían mostrarnos el daño que sufrió la fosa que desvía las llamas arrojadas por los feroces motores blancos que flanquean a esa nave en el momento del lanzamiento.
Durante el despegue del orbitador Discovery, el pasado 31 de mayo, unos 5.300 ladrillos refractarios se desprendieron de la pared y salieron despedidos violentamente a 600 metros de distancia. Tras disiparse la gigantesca nube de fuego y humo, el terreno de detrás de la fosa aparece salpicado por miles de pedazos de ladrillo que recuerdan a los guijarros tras una erupción volcánica. Algunos de los trozos han impactado como proyectiles en la alambrada que rodea el perímetro de la plataforma. Cada despegue imprime sobre la fosa una fuerza de 3 millones de newton, una cifra equivalente a la fuerza de 22 locomotoras arremetiendo simultáneamente. El calor generado por las llamas supera los 1.900° C. También produce mucho ruido, que se amortigua mediante un poderoso chorro de agua que se lanza sobre la base de la plataforma en el momento de la ignición. Esto permite suprimir las vibraciones que se generan por el sonido.
Las plataformas de lanzamiento son estructuras verdaderamente imponentes. Son dos monumentos móviles cuya base, que acarrea al transbordador, se quita y se pone sobre una colina de hormigón armado para cada lanzamiento. Parecen un cruce entre el Centro Pompidou y un complejo industrial; una matriz altísima de tubos, cables, entarimados y escaleras grises que protegen, nutren y preparan al shuttle semanas antes de cada lanzamiento. Por debajo, no son menos impresionantes: un par de agujeros rectangulares por donde pasan las llamas se abre justo encima de la fosa. Ésta tiene forma de cono horizontal y está recubierta de asbesto y flanqueada por dos paredes forradas de estos ladrillos especiales.
"Estas fosas datan de la era de Apollo", dice Perry Becker, un ingeniero que encabeza el esfuerzo de reparación de la plataforma. ?Más de cuatro décadas recibiendo fuego a altas temperaturas finalmente han hecho mella. Aún no sabemos exactamente cuál es la causa del daño, pero lo más probable es que haya sido una combinación de factores tales como el calor, las vibraciones, y la degradación del adhesivo con el que la capa de ladrillos estaba pegada al hormigón de atrás?. Lo interesante es que, aunque estaban adheridos a la pared con una goma especial, los ladrillos no están pegados entre sí, si no que más bien cuentan con un juego mecánico en el que casan unos con otros por medio de ranuras y crestas.
La decisión sobre qué tipo de reparación se va a llevar a cabo va a tomarse a finales de junio. Pero Becker piensa que la más viable sería recubrir el área dañada de la pared, que tiene una superficie de 20 por 6 metros, con una malla metálica y luego aplicar sobre todo eso una capa de materiales resistentes al calor. El trabajo debe quedar listo para antes del próximo lanzamiento del orbitador Atlantis, a principios de octubre, con la última misión de servicio al Telescopio Espacial Hubble.
La NASA está inspeccionando la Plataforma de lanzamientos B en busca de problemas similares con la fatiga de los ladrillos.
?La razón por la cual aún hay ladrillos dispersos allá afuera, es que están impregnados de asbestos y los compuestos tóxicos del combustible, y tenemos que proceder poco a poco?, dice Becker mientras se quita un par de guantes de cirugía de caucho azul. ?Pero confiamos en arreglar la plataforma con tiempo suficiente para el próximo despegue?. La Plataforma de lanzamientos 39A, donde nos encontramos ahora, ha aguantado 70 despegues de shuttle, y 12 lanzamientos del cohete lunar Saturno V, incluyendo el que llevó a la primera misión de alunizaje. Un poco más lejos en el horizonte, la Plataforma 39B, vio el vuelo final del Challenger.
Angela Posada-Swafford
Fotos: Angela Posada-Swafford