¿Qué esconden los contadores de luz inteligentes?
Por un lado, nuestra privacidad se ve comprometida al dar demasiada información sobre nuestros hábitos a las grandes compañías. Por otro, los nuevos contadores nos pueden ayudar a ahorrar luz y tienen muchas otras aplicaciones útiles. Repasamos los pros y los contras.
Los contadores inteligentes son capaces de recoger muchas más variables que los tradicionales y de forma más precisa. Adicionalmente permiten la lectura y operación remota desde la empresa eléctrica y ofrecen la posibilidad de que el cliente pueda tener acceso a sus datos de consumo eléctrico, abriendo un gran abanico de posibilidades.
En los países en los que el grado de despliegue de contadores inteligentes es más avanzado, están surgiendo movimientos ciudadanos en contra de estos contadores, debido principalmente a temas de privacidad. Esto se debe a que al monitorizar nuestro consumo eléctrico, indirectamente también se monitorizan nuestros hábitos y comportamientos: cuándo nos levantamos y acostamos, cuándo estamos en casa, cuándo encendemos la lavadora, etc. Por todo ello, los contadores inteligentes también son conocidos como “el gran hermano”. Es más, en algunos países como Holanda han legislado para que el consumidor pueda rechazar la instalación de un contador inteligente al considerar que las lecturas frecuentes del contador vulneran el derecho a respetar la privacidad y la vida familiar.
Así funcionan en España
En nuestro país, y para tranquilidad de los lectores, la Agencia Española de Protección de Datos considera los datos de consumo eléctrico con un nivel de protección medio (similar a los datos bancarios), lo que podría suponer fuertes multas para las compañías eléctricas si los utilizaran inadecuadamente.
Los contadores inteligentes que actualmente se están desplegando en España recogen y almacenan el consumo eléctrico cada hora, para conformar lo que se conoce como “curva de carga” y que se utiliza principalmente para generar la factura eléctrica. Si esta curva se procesa y se pone en valor, puede ofrecer nuevos servicios tanto para el consumidor final de energía, como para las compañías eléctricas.
Por ejemplo, algunas de estas aplicaciones son: la detección de consumos de aparatos en stand-by, la realización de comparaciones normativas sobre consumo eléctrico entre vecinos o habitantes de una ciudad, la desagregación de la factura eléctrica por tipo de carga (consumo en climatización, iluminación, electrodomésticos, etc.), herramientas para optimizar los metros cuadrados necesarios de paneles solares o para ayudar a mejorar la eficiencia energética en el hogar con la estimación del ahorro que se produciría en la factura, termostatos inteligentes que se autoregulan en función del precio de la electricidad, etc.
En los próximos años veremos cómo las eléctricas tradicionales comenzarán a evolucionar sus modelos de negocio. Las más innovadoras irán pasando de un modelo centrado en la venta de kWh, a un modelo donde la venta de energía compartirá protagonismo con otros servicios de valor añadido como los ejemplos que hemos visto. Esta evolución en sus modelos de negocio, también conocida como “Long Tail” ya la han consolidado empresas tan conocidas como Amazon o Netflix y otras están en proceso, como es el caso de los operadores de telecomunicaciones.
Ovidio González de Uña es estudiante de doctorado en la Universidad de Sevilla. Artículo escrito en colaboración con la UCC+i de la Universidad de Sevilla.