El gran apagón ya ha ocurrido
Aunque el peligro de un apagón a nivel global no es una posibilidad que debamos descartar, lo que sí es cierto es que ya se han ocasionado importantes apagones en el pasado. Pero también en el presente.
El 9 de noviembre de 1965, ocurrió una interrupción en el suministro de electricidad que afectó Massachusetts, New Hampshire, Nueva Jersey, Nueva York, Pensilvania, Rhode Island y Vermont en los Estados Unidos, ademas de a Ontario, en Canadá. Más de treinta millones de personas y 207 000 kilómetros cuadrados se quedaron sin electricidad durante trece horas. Algunas zonas no se vieron afectadas porque tenían sus propias plantas energéticas. Por ejemplo, en el estado de Nueva York se dio la circunstancia de que en algunas ciudades siguió llegando el suministro y a otras no. Algunos generadores de emergencia funcionaron, pero otros fallaron. Un ejemplo de estos últimos fue la situación crítica vivida en el Upstate Medical Center del Siracusa, donde se vieron abocados a operar con simples linternas. La propia redacción del New York Times tuvo que recurrir a la imprenta del Newark Evening News, para imprimir las diez páginas del 10 de noviembre. La portada de este número significó un icono que hoy parecemos haber olvidado: la fotografía del horizonte de la ciudad con las luces apagadas. El mítico y aparentemente inviolable skyline de Nueva York desdibujado por la falla de la tecnología.
El apagón inminente

Vela
La ministra de Defensa austríaca Klaudia Tanner aseguró que en cinco años tendremos un apagón que afectará a toda la Unión Europea. “La cuestión no es si habrá un apagón, sino cuándo”. El fantasma de un gran apagón parece haber resucitado, pero siempre ha estado entre nosotros. Y esto recuerda a la pandemia, cuando llegó faltaban mascarillas. La pregunta es, ¿cuando llegue el apagón tendremos linternas? Es más, ¿sólo hacen falta linternas? En la actualidad dependemos de la electricidad prácticamente para todo: telefonía móvil, termos de agua, cocina, internet o cajeros automáticos. Si nos quedamos sin luz durante mucho tiempo, olvídese de ver si ha cobrado a finales de mes, pues muy probablemente lo consulte por la App de su entidad bancaria. Es más, la operación no se habrá realizado.
El plan de Austria para estar preparados ante un gran apagón no es ninguna pérdida de tiempo, aunque tal vez en algunos países eso de “gran” se queda, precisamente, grande. En España, por ejemplo, se apuesta por múltiples puntos de suministro para velar por la no interrupción o, al menos, para que los posibles cortes sean parciales y fugaces. Uno de los ámbitos tratados por el Consejo de Seguridad Nacional es el de Seguridad energética.
En la página oficial del Estado puede leerse:
Los factores que definen al sistema eléctrico español, según esta página, “son su robustez y fortaleza al estar compuesto por un sistema mallado”. Efectivamente, “la seguridad energética está estrechamente relacionada con el grado de autosuficiencia energética de cada región”. A pesar de ello, a baja interconexión energética con el resto de Europa no debe ser óbice para subestimar las posibles fallas en el suministro. Así que piense en las mascarillas que no tenía en 2019 y tenga un par de paquetes de legumbres, pilas y un hornillo por lo que pueda pasar. Sin volvernos locos.
Pocos fallos humanos

Venezuela
El 8 de enero de 1981 un grupo de prisioneros de la Prisión Estatal de Utah (Draper, Utah) quemaban unos escombros y desechos mientras se encomendaban a sus tareas asignadas. Sin embargo algo salió mal y una explosión derivó en una bola de fuego que alcanzó el suministro eléctrico. Nunca se supo si fue deliberado o una simple cadena de fallos humanos, pero lo cierto es que dejaron a un millón y medio de personas sin luz durante 138 días. El gobierno venezolano, por otra parte, dijo que el apagón intermitente de 2019 fue un ataque electromagnético. La imaginación humana es maravillosa. Afectó a 30 millones de personas durante 300 días. La guerra dejó sin luz en Crimea (Ucrania) a un millón doscientas mil personas, durante 94 días, debido a explosiones ocurridas en las torres de transmisión. Los desastres naturales están detrás de otros muchos apagones: los huracanes Irma y María afectaron a 2 millones de personas en Puerto Rico durante 137 días (2017-2018), un rayo tumbó la red eléctrica al sur de Brasil en 1999, afectando a 97 millones de ciudadanos durante 97 días y un terremoto en Nueva Zelanda dejó a oscuras 160.000 personas en Christchurch durante 68 días. Hay muchos más ejemplos de menor envergadura, pero aquí los únicos fallos humanos son o la falta de previsión o las limitaciones económicas y técnicas para evitar los efectos de los enfados de la naturaleza.
Cuando se apagaron las luces, estabas más brillante

Metro
El apagón del noreste de Estados Unidos de 1965 fue un fenómeno sin precedentes, debido a errores de diseño en los sistema de seguridad ante picos de demanda. A medida que vamos consumiendo más energía se van incrementando los sistemas de seguridad y tal vez podamos controlarlo con una eficacia cercana a la perfección. Pero siempre aparecerán variables que no podremos controlar o, simplemente, que ni se habrían planteado. Hay apagones que nos parecían lejanos y que nos preocupan cuando la ministra de una primera potencia manifiesta su importancia. Unas semanas antes antes de las declaraciones de Klaudia Tanner se produjo un apagón en Líbano que dejó a seis millones de personas sin luz, a nivel nacional. La causa: la falta de combustibles fósiles como suministro. Esta situación puntual, unida a la crisis de distribución y el histórico de apagones por diversas causas, nos deben mantener atentos ante una realidad: es importante la generación de energía desde diferentes fuentes. La energía es una puerta en la era del bienestar. Pero cuidado, porque tenemos un sistema que puede ser frágil.
Se está hablando en la calle del autoconsumo, personas que están queriendo desligarse de la red, convencidos de que esa es la solución. El origen es la materia prima, así que da igual la que se usa. Si queremos energía fotovoltaica, dependemos de China para algunos componentes electrónicos. Y con la situación actual de la cadena de distribución la cosa no es fácil tampoco para el autoconsumo. Los generadores de energía... suelen usar diésel. Más dependencia también para el autoconsumo. Ese pánico del cero eléctrico no se arregla con el autoconsumo, aunque nos pese. Al final todos dependemos de todos. La generación y distribución de la energía es una puerta, pero una puerta débil.
Si dependemos de otros, cuidado, que “a cada puerta su dueña”; si la tecnología se va haciendo compleja, cuidado, que “a cada puerta, su llave”; si heredamos sistemas antiguos, cuidado, que “a casa nueva, puerta vieja”. Pero tenemos formas de solucionarlo, con los sistemas de seguridad, “a puerta cerrada, el diablo se vuelve” y con un sistema diversificado, “cuando se cierra una puerta, otra se abre”. Entretanto, tenga algo de dinero en efectivo y un buen fondo de alacena con latas de varios tipos.