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Relaciones eróticas en la madurez

Más joven o más viejo no significa mejor o peor. Son etapas inherentes a la vida, como las que acompañan a nuestras maneras de disfrutar de las relaciones eróticas.

Que la vida pasa es una obviedad. Nadie es igual con veinte años que con cincuenta. Las personas y sus cuerpos sufren transformaciones. Se podrá discutir si a mejor o peor, si es evolución o involución. Pero, desde luego, nadie se baña dos veces en la misma agua del río.


Cambia, todo cambia (también la sexualidad)

El tipo de música, los gustos culinarios, el lugar de vacaciones, el coche, la forma de vestir o de peinarse... y las relaciones con los amigos, las amigas, los hijos o la propia pareja. Todo. Absolutamente todo está sujeto a cambios. Como es obvio, tampoco se libran de ellos el deseo, el cortejo, las erecciones, las eyaculaciones, la lubricación o el orgasmo. Los términos mejor o peor son subjetivos. Es verdad que los cuerpos de hombres y mujeres se modifican al envejecer. No hay que temer a esta palabra. Alopecia, patas de gallo, barrigas, menos turgencia, cansancio…

En rigor, siempre ha sucedido así. Lo que ocurre es que, con el paso de los años, los cambios se muestran más implacables. Mal asunto, si para valorar las transformaciones se toma como referencia el cuerpo joven. Siempre se saldrá perdiendo. Pero si la juventud no fuese la única referencia, hablar de que la sexualidad evoluciona no resultaría descabellado.


El placer es subjetivo


Además, no olvidemos que el placer y la satisfacción dependen más de “cómo se vive” que de “cómo se hace”. Más de las calidades que de las cantidades. Más de los significados que de las formas. El futuro siempre serán páginas en blanco que están todas por escribir. La experiencia es un grado, y obstinarse en permanecer en la llamada eterna juventud resulta cuando menos utópico. Por eso, la mejor estrategia es asumir la edad y todo lo que conlleva. Más años no significa menos sexualidad.
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La erótica está siempre por descubrir. Sin duda, la sexualidad con veinte años puede estar llena placer, pero ¿por qué no la de los cuarenta, cincuenta o sesenta? La novedad deja paso a la experiencia. La sorpresa, a la calma y la inquietud, a la seguridad. De nuevo, el mismo recordatorio: el placer es subjetivo. Hay hombres y mujeres que, con el tiempo, han aprendido a disfrutar sin preocuparse por asuntos como el número de orgasmos, la duración de la erección y la lubricación. Ahora que el cuerpo cambia, saben dar más importancia a lo que siempre debió ser esencial, sus deseos, sus coherencias, sus criterios, sus valores... Por supuesto, sin olvidar que deben afrontar sus miedos y fantasmas, y no descuidar en ningún momento la estimulación, la habilidad o el roce. Muchas personas de ambos sexos consideran que su plenitud sexual es a partir de los cuarenta. Cuando ya no tienen que andar demostrando nada y conocen mucho mejor cada rincón de su cuerpo, qué les gusta compartir y cómo. Y cuando sus relaciones eróticas han dejado de ser un examen.


El valor de la experiencia

Han aprendido a decir que sí y a decir que no, sin sentirse culpables. Aceptar que no siempre hay que tener ganas. O, dicho de otro modo, que el camino del deseo erótico no solo conduce al coito. Hay más senderos, tanto en la erótica como en todo tipo de relaciones. Por tanto, ¿por qué calificar de persona con deseo inhibido a quién, efectivamente, ha perdido el interés por el coito, pero está llena de múltiples deseos de todo tipo: caricias, besos, dormir abrazados y desnudos, recorrer la piel, escuchar música, bailar, viajar, pasear de noche...? Sin embargo, está arraigada la falsa creencia de que la edad impide disfrutar de la erótica. No parece que sea solo una cuestión de fisiología –erecciones más lentas, vaginas más cortas y estrechas, más necesidad de estimulación, orgasmos menos intensos, más tiempo de descanso, cambios en los labios vaginales, en los testículos–. Quizá, la causa esté en las expectativas, en las comparaciones y en convertir en obligación lo que solo debería estar impregnado de deseo. Sin olvidar los hijos, la falta de tiempo, problemas laborales, preocupaciones... Todo cambia.

Y recuerda: la sexualidad se conjuga en presente.
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Ventajas de la madurez

La disminución de las hormonas –estrógenos, progesterona y testosterona– provocará cambios en la figura corporal, dificultades para conseguir lubricación o erección, menos contracciones orgásmicas y menos fuerza eyaculatoria… Todo lo que llevan parejo la menopausia o la andropausia. En cambio, permanecen estables muchas cosas.

Las relaciones eróticas siguen aumentando el bienestar, la autoestima y el control emocional; además, liberan sustancias que favorecen el buen humor. Generalmente, combaten el sentimiento de soledad y mejoran la relación de pareja, si la hubiera. Y, aunque no deben tomarse como un ejercicio físico, su práctica resulta ser una actividad respiratoria y muscular muy adecuada. Por otra parte, las sexualidades, con el paso de los años, siguen siendo de todos los colores: homosexuales, heterosexuales, bisexuales, sexo individual, en pareja o en grupo, con amor y sin amor, etc.

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