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La acupuntura, a examen

Un aura de confusión rodea a esta práctica. No está clara su historia, ni su base científica, ni su supuesta forma de actuar. Más allá del efecto placebo, hoy la ciencia trata de examinar su verdadera utilidad.

Tras casi cuatro mil ensayos clínicos, hay países como el Reino Unido que aprobaron su uso para indicaciones muy concretas, generalmente relacionadas con el dolor. Resulta evidente que no es la panacea que los textos milenarios defendían, pero, incluso para los pocos usos aprobados, existen dudas más que razonables. La acupuntura parece tener sus orígenes hace aproximadamente tres mil años, pero el primer texto que la cita no aparece hasta el siglo III antes de Cristo, en el Canon del Emperador Amarillo. Y aunque forma parte de la medicina tradicional china, la historia nos dice que nunca resultó ser una de las prácticas mejor valoradas por allá. Fue abandonada durante siglos en la Edad Media y trató de prohibirse en el siglo XIX. Si ahora es tan conocida, se debe en parte a una estrategia del líder comunista Mao Zedong (1893-1976). Aunque el propio Mao reconoció no creer en ella, fue la forma que encontró de ofrecer algún tipo de servicio asequible y barato a una población de lo más necesitada en la China que sobrevivió a la guerra contra Japón. Ya de paso, la iniciativa le servía para reforzar el dañado sentimiento nacionalista.

La estrategia tomó alas en los años 70 por medio del periodista del New York Times James Reston, que acompañó al presidente Nixon en su visita al país amarillo. En esos días, Reston sufrió un ataque de apendicitis y tuvo que ser operado de urgencia. Al día siguiente, un acupuntor lo trató para aliviar los dolores posoperatorios. Su reportaje sobre el episodio fue la puerta de entrada de la terapia en Estados Unidos. Aún hoy, muchos artículos se refieren al texto como si hubiera relatado una cirugía sin anestesia, algo que no fue así. Para la medicina tradicional china, la acupuntura se basa en la existencia de una energía universal denominada qi, que circula por nuestro cuerpo a través de un sistema de canales o meridianos.

Existen doce canales a ambos lados –en referencia a las casas del zodiaco–, más dos centrales. Las enfermedades se producen porque existe un bloqueo de esta energía, que puede liberarse mediante la manipulación de los llamados puntos de acupuntura. Estos son, en principio, 365, como los días del año, aunque los textos clásicos solo citan 361. Hay, además, otros llamados extraordinarios, que suman hasta mil. Por otra parte, junto a la acupuntura tradicional con agujas, existen múltiples métodos, como la electroacupuntura, la acupuntura láser, la auriculoterapia y la llamada moxibustión. En esta última, se calientan los puntos mediante la hierba artemisa.


La muñeca informa


Asimismo, su práctica tiene muy en cuenta la información del pulso. “Al tomarlo en la arteria radial –a nivel de la muñeca–, pueden identificar problemas, incluso, del bazo”, señala Víctor Javier Sanz, cardiólogo y autor del libro La acupuntura ¡vaya timo! “Lo curioso es que, cuando lo describieron, pensaban que era un órgano de la digestión, pero no tiene nada que ver. De hecho, los puntos que liberan el canal del bazo parecen poder curarlo todo: ¡tienen hasta cien indicaciones!”, critica el doctor Sanz. Desterrada la existencia de una energía qi, la ciencia no ha probado que haya alguna característica común y especial en los puntos de acupuntura. Algunas hipótesis defienden que presentan una mayor densidad de vasos sanguíneos o de fibras nerviosas, o que ofrecen una resistencia diferente a la conducción de la electricidad. Pero ninguna de ellas ha sido consistentemente probada.

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El mecanismo más estudiado por el que podría actuar este procedimiento es porque provoca la liberación de endorfinas y encefalinas, moléculas analgésicas de la familia de los opioides. Sin embargo, cuando se analizaron con detalle las investigaciones, se comprobó que, en realidad, esto solo sucedía cuando se empleaba la electroacupuntura. “Últimamente, se está analizando también cómo la deformación del tejido conjuntivo por la aguja podría provocar la activación hormonal”, apunta Rafael Cobos Romana, médico adjunto en la Clínica del Dolor del Hospital Universitario Virgen del Rocío, en Sevilla, uno de los pocos hospitales públicos en España donde se ofrece la acupuntura como servicio para ciertos tipos de dolor crónico. Es, además, director científico del título de Experto Universitario de Acupuntura y Moxibustión en la Universidad Pablo de Olavide, también en Sevilla.


¿La cura de todos los males?


“El problema es que la liberación de endorfinas no viene de la acupuntura, sino de la aplicación de electricidad —apostilla Sanz. Y añade—: Eso se debe a la estimulación de unas fibras nerviosas particulares, pero los partidarios de la acupuntura mezclan los resultados con toda su teoría general, y así la justifican”. “Es lo mismo que sucede con la punción seca, técnica de fisioterapia que usa agujas en los llamados puntos gatillo para aliviar ciertos tipos de dolor muscular. Está demostrada su eficacia, y se sabe que actúa a través de receptores del neurotransmisor acetilcolina. No obstante, su uso es para una indicación concreta, y no tiene nada que ver con la teoría general de la acupuntura. Algunos puntos coinciden, sí, ¡pero con tantos como están descritos lo raro sería que no lo hicieran!”, opina el doctor Sanz. En la misma línea, Edzard Ernst, profesor emérito de Medicina Complementaria en la Universidad de Exeter (Inglaterra) y uno de los detractores de este tipo de prácticas, escribe: “Si uno se creyera los textos modernos de acupuntura, no habría ni un lugar en nuestra superficie corporal que no fuera un punto de esta técnica”. Hoy, la terapia es una mezcla de procedimientos e indicaciones confusas que se extienden desde el dolor hasta el alzhéimer, los infartos o el autismo.


En medio de este desorden, hay instituciones médicas que amparan su uso en determinados casos, así como una gran corriente crítica que le niega cualquier tipo de utilidad verídica. Pero ¿podemos sacar algo en claro? En 1996, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un cuestionadísimo informe donde afirmaba que la acupuntura se había mostrado eficaz en hasta 28 indicaciones. La mayoría eran procesos dolorosos, pero se incluían también otras afecciones, caso del ictus, la hipertensión, la depresión y hasta la infección por disentería. Aunque concluía que solo las autoridades de cada país podían determinar las dolencias para las que se recomendaban, fue la clave en la que se basaron muchos de sus partidarios para defender su eficacia. Según escribe Steven Novella, neurólogo y fundador de la plataforma Ciencia basada en la evidencia, “el informe es más un producto de propaganda que una revisión científica. El problema fundamental radica en que los propios autores son acupuntores”.

De entre todas esas indicaciones, la prestigiosa iniciativa de prácticas médicas NICE, en el Reino Unido, solo recoge su uso para las migrañas y el dolor de cabeza tensional. Antes lo aprobaba también para el dolor lumbar, pero lo retiró ante las críticas y la evidencia de nuevos estudios. En España, un informe no vinculante del Ministerio de Sanidad, en 2011, la recomendaba para las náuseas y los vómitos tras la cirugía o por la quimioterapia, así como para el dolor dental posoperatorio. Y abría la puerta a su posible aplicación para las cefaleas y el dolor de espalda.


Conclusiones poco claras

Para el doctor Sanz, muchas de estas iniciativas “se deben a grupos de presión, a intereses políticos y económicos”. Acertadas o equivocadas, la mayoría se basan en datos aportados por la fundación Cochrane, una organización sin ánimo de lucro que recopila estudios y los analiza en conjunto, buscando tomar decisiones basadas en la evidencia. En palabras del Xavier Bonfill, director del centro Cochrane Iberoamericano (Barcelona), “hay indicios de su posible eficacia para algunas enfermedades, pero no para la gran mayoría de las que se proponen”. En realidad, hasta para las que cuentan con mayor respaldo científico, las conclusiones suelen ser que se necesitan más y mejores estudios. De las más de cuarenta indicaciones recogidas por Cochrane en 2017, no parecía haber pruebas suficientes que justificasen su uso en ningún caso, según recoge el doctor Ernst. Las más cercanas eran los dolores articulares por osteoartritis y el dolor lumbar. Sin embargo, para la primera, el beneficio no parecía clínicamente relevante y, para la segunda, no podía descartarse que se debiera a la baja calidad de los estudios. Tampoco en la medicina convencional “hay indicaciones al cien por cien de seguridad, incluso, hay cosas peores aprobadas”, alega el doctor Cobos. En opinión del doctor Bonfill, crítico también con los procesos de evaluación de algunas terapias estándar, “es cierto que hay aprobaciones que no siguen los criterios de calidad necesarios, pero eso no debe servir para relajarnos, sino para exigir lo adecuado siempre”.

Mientras, en la web de la clínica privada del doctor Cobos, se ofertan servicios de acupuntura que incluyen la cefalea y el dolor lumbar, pero también el insomnio, las alergias o la mejora del éxito en los tratamientos de fertilidad. La última revisión Cochrane dice al respecto de esta última que no está aprobada y que, a falta de nuevos estudios, no debería venderse al público. Según el doctor Cobos, “nosotros no prometemos milagros, pero podría ayudar. Seguro que la Cochrane cambia de opinión cuando aparezcan cuatro informes positivos”.

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Un poco de orden

Pero ¿por qué cuesta tanto sacar conclusiones definitivas? Los críticos apuntan varias razones. Primero, hoy en día, la acupuntura es una mezcla de técnicas difíciles de catalogar. Muchos informes las mezclan, lo que dificulta las valoraciones. Segundo: buena parte de las publicaciones provienen de China, donde hay un sesgo importante. El 99 % de las investigaciones que vienen de allí son positivas, lo que hace dudar de su transparencia. Además, cuanto mejor está diseñado, menor tiende a ser la eficacia mostrada.

La razón de la confusión está, sobre todo, en el efecto placebo, proceso por el que un paciente siente que mejora a través de un tratamiento que nada tiene que ver con su enfermedad. Para determinar la acción de una terapia per se –independientemente de este efecto–, existen estudios de doble ciego, donde ni el médico ni el paciente conocen si la terapia es real o un simulacro. En el caso de la acupuntura, se han probado métodos variados, desde palillos que simulan agujas pero que no se introducen en la piel hasta dispositivos retráctiles. En todos ellos, sin embargo, quien lo practica sabe si está realizando una acupuntura real o no, lo que puede condicionar su actitud y conducta. Encima, según el doctor Sanz, “en muchos casos, los pacientes pueden reconocerlo”.

Aun con estas limitaciones, hay una tendencia clara. Por ejemplo, en los estudios de dolor, cuando se introduce la acupuntura placebo, la diferencia con la real, o bien no existe, o bien es mucho menor que en los experimentos que no incluyen la técnica del doble ciego. No obstante, el doctor Cobos defiende que, “como en toda interacción entre médico y paciente, hay una parte de placebo, pero para varias indicaciones la acupuntura consigue algo más que este efecto”. En su opinión, “lo fundamental es que se apliquen en un entorno médico por profesionales preparados, ya que el mayor peligro es que abandonen otros tratamientos necesarios”.

Tiene sus peligros

El doctor Sanz, sin embargo, aboga por su prohibición: “No hay ninguna evidencia de su utilidad y conlleva riesgos de los que no se suele hablar”. Las estadísticas recogen que en el 10 % de los casos se producen efectos secundarios leves y que los pinchazos “pueden provocar complicaciones graves, como neumotórax o taponamientos cardiacos”. Así las cosas, las revisiones de la fundación Cochrane suelen acabar con esta frase: “Más estudios son necesarios”. Mientras, sus detractores puntualizan: “Si después de más de 3.000 estudios no puedes llegar a una decisión clara, eso seguramente te está diciendo algo”.

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