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10 cosas que no sabías sobre la lactancia

La OMS recomienda la lactancia exclusiva hasta los seis meses y, combinada con otros alimentos, al menos, hasta los dos años. Pero, ¿es de verdad tan importante? A continuación, te damos algunas pistas sobre los efectos de amamantar, para la madre y para el bebé.

1. ¿A demanda o con horario?

La prolactina, hormona responsable de la producción de leche, se estimula cuando el niño mama. Por eso, no es cierto que haya que dejar un tiempo entre toma y toma para que el pecho se vuelva a llenar: la mejor forma de producir más leche es succionar más. De ahí la indicación de la Asociación Española de Pediatría (AEP) de amamantar a demanda. Además, la prolactina alcanza sus picos más altos de noche. “Por eso, la recomendación de no dar el pecho de noche es una mayúscula tontería”, explica el pediatra Carlos González. Otra hormona, la FIL (factor inhibidor de la lactancia) se ocupa de dirigir la prolactina a cada pecho en función de lo que succiona el bebé. Por eso, si complementamos con un biberón, la madre cada vez producirá menos que si dejamos chupar al crío hasta cansarse.


2. Síndrome de abstinencia


Durante un orgasmo, la oxitocina nos sube por las nubes, igual que cuando nos enamoramos... o cuando amamantamos. Por algo se conoce como la hormona del amor. Además, impulsa el sentimiento de apego y el instinto maternal. Incluso, hace posible que, durante el tiempo que da la teta, la madre se refugie en una burbuja invisible que la protege del estrés. ¿Pero qué pasa cuando llega el destete? Algunas mujeres refieren tristeza, irritabilidad, agotamiento y ansiedad, favorecidos por la bajada abrupta de oxitocina, según un estudio reciente realizado en la Universidad de Carolina del Norte.


3. Salva vidas

De acuerdo con un estudio liderado por la pediatra Melissa Bartick en la Universidad de Harvard, por cada mujeres que mantenían lactancia exclusiva hasta los meses, se prevenía una muerte infantil provocada por causas –entre ellas, colitis ulcerosa, leucemia e infecciones gastrointestinales o del tracto respiratorio inferior–. Pero, sobre todo, resulta que dar de mamar es una excelente forma de prevención para diversas enfermedades en la madre. El citado trabajo, publicado en Journal Maternal & Child Nutrition, concluye que las que dan el pecho tienen menos papeletas para padecer cáncer de mama y de ovario, diabetes, ataques al corazón e hipertensión.

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4. Contra la obesidad


Empezar a alimentarse a base de teta es una garantía más que demostrada contra la epidemia del sobrepeso: según una investigación liderada por la OMS en dieciséis países europeos, con datos de 30.000 niños, la lactancia exclusiva durante los seis primeros meses de vida reduce en un 25% el riesgo de obesidad. La razón puede estar en que los bebés alimentados con leche de fórmula tienen niveles más altos de insulina en sangre y, por lo tanto, almacenan más grasa. Otra teoría que barajan los investigadores es que, en las familias de madres que deciden amamantar, se siguen hábitos de nutrición más saludables en general.


5. Directa al microbioma

La leche materna no solo contiene anticuerpos que fortalecen el sistema inmune del niño, también rebosa de microbios beneficiosos que entran a formar parte del microbioma del bebé. En especial, la bifidobacteria, que empieza a multiplicarse en el cuerpo dela madre al final del embarazo. Las bifidobacterias consumen los oligosacáridos de la leche humana, que los bebés no pueden digerir por sí mismos. Eso sí, esto pasa siempre y cuando succionen el pecho directamente: si la leche se extrae y se almacena, se pierde la mayor parte de estos simpáticos colonizadores, según un estudio realizado con 393 madres y bebés canadienses en la Universidad de Manitoba. Por cierto, un microbioma sano en la infancia ha demostrado ser una protección eficaz contra la obesidad, la diabetes de tipo y el asma en la infancia.


6. Por qué se abandona


En Europa, el 77 % de las madres empieza a dar el pecho, aunque el 60 % tira la toalla antes de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud. La falta de apoyo y la desinformación juegan en su contra. De acuerdo con un estudio del Hospital de la Ribera (Valencia) con 1.338 mujeres a lo largo de cuatro años, el 28% de las madres abandonaba antes de los dos meses por una “percepción subjetiva de hipogalactia”, es decir, porque pensaban que tenían poca leche. La pérdida de peso del bebé ocupaba el segundo puesto, seguido de mastitis y grietas en el pezón. “La producción de leche se inhibe con la adrenalina –que a su vez se segrega cuando la persona tiene miedo, está muy estresada o se siente amenazada–. Por eso, una de las mejores maneras de fastidiar la lactancia es asustar a la madre, convencerla de que no va a poder, de que dar el pecho es muy difícil...”, alerta el pediatra Carlos González.

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7. Cuando no se puede

Casi todas las mujeres producen la leche suficiente para alimentar a su bebé. Es una cuestión que ha garantizado la selección natural durante milenios: era imprescindible para la continuidad de la especie. Hoy en día, resulta difícil mantener la lactancia por presiones laborales, sociales... pero, por lo general, sigue sin ser por una causa fisiológica. Son contados los casos documentados de verdadera hipogalactia –producción insuficiente de la leche–, cuando la madre padece: hipotiroidismo, el síndrome de Sheenan –en que la hipófisis no produce oxitocina ni prolactina– o un déficit congénito de prolactina –del cual se han descrito solo seis casos en todo el mundo–. Algunas cirugías, como la reducción de mama, pueden dañar los conductos de la leche, aunque si te han puesto prótesis de silicona, sí podrás amamantar sin problema.


8. Las molestias más comunes


Durante las primeras semanas, muchas madres lactantes, sobre todo, si son primerizas, se quejan de dolor de pezones y obstrucciones de los conductos por donde circula la leche. Dos problemas que, sin el apoyo o el asesoramiento adecuados, pueden llevar a tirar la toalla. En ambos casos, es fundamental asegurarse de que la posición de la boca del bebé es correcta durante la succión. Las grietas desaparecen en pocos días, con paciencia y un truco tan sencillo como untarse el pezón con la propia leche, sin necesidad de lavarlo después. Para las obstrucciones, se aconseja masajear la zona, una ducha templada dirigiendo el chorro a la mama y poner al bebé al pecho –teniendo en cuenta que el área que quedará mejor drenada es la que se encuentre situada bajo su barbilla– o recurrir al sacaleches para destaponar el conducto con suavidad.


9. Adultos mejore preparados

Varios estudios aseguran que las personas que fueron amamantadas de bebés tienen un coeficiente intelectual (CI) más alto. Una investigación brasileña a largo plazo, tras seguir a 6.000 niños desde 1982 a la actualidad, apunta que quienes tomaron teta hasta los doce meses tienen un CI cuatro puntos mayor que los que lactaron menos de un mes. Además, la probabilidad de que cursaran estudios superiores y tuvieran un puesto de trabajo bien pagado era también mayor. Un punto importante de este trabajo, publicado en Lancet Global Health Journal, es que los participantes procedían de todas las clases sociales y, para que los resultados no se vieran sesgados por contextos familiares o ambientales, los investigadores sacaron de la ecuación factores relacionados con edad, ingresos y educación de los padres, o peso de los niños al nacer.

10. Lactancia prolongada


La OMS recomienda dar el pecho, al menos, hasta los dos años. Pero no dicta ningún límite respecto a cuándo destetar. Según la AEP, un bebé mayor de un año que toma teta obtiene alrededor de un tercio de sus necesidades calóricas y proteicas de esta manera. Y en el segundo año de lactancia –desde los 12 a los 23 meses–, 448 ml de leche materna –es decir, dos o tres tomas– poseen el 29% de los requerimientos de energía, el 43% de la cantidad recomendada de proteínas, el 75% de vitamina A, el 94% de vitamina B y el 60 % de vitamina C. A partir de ahí, el maná de mamá sigue teniendo sus efectos protectores y saludables... hasta que madre o hijo decidan dejar la lactancia. Eso puede ser al año, a los dos, a los tres, a los siete... sin efectos secundarios negativos para el niño. “La principal dificultad a la que se enfrentan las madres lactantes de mayores es el rechazo social. Por ello, queremos apoyar a todas las mujeres que han decidido amamantar, sea cual sea la edad de sus hijos”, afirma la Asociación Española de Pediatría.

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