Reglas para un uso sano del sexo
¿Te excitas compartiendo contenido erótico a través del móvil? Si lo haces solo en la intimidad y con alguien que aprueba y disfruta de tu afición, no tiene nada de malo.
Si es libre, consensuado y parte de una decisión consciente, el sexteo (del inglés sexting) es una práctica erótica que puede ayudar a lograr placer, como tantas otras. Ahora bien, si faltan estos requisitos, afloran los peligros y ya no es algo lícito de lo que se habla.
Esta práctica consiste en compartir mensajes con contenido íntimo, generalmente fotos y vídeos, a través de internet o aplicaciones del teléfono móvil. Y hacerlo con alguien dispuesto a recibirlos y que asume y entiende qué significa intimidad. Por tanto, no es preciso que sean imágenes explícitas de desnudos o genitales. De hecho, ni siquiera es imprescindible que sean imágenes.
Al igual que el resto de prácticas eróticas, ha de entrar por la puerta del deseo. Es el punto número uno de toda experiencia erótica. Esto hace que resulte mucho más atractivo para algunas personas, o parejas, que para otras. Y ambos casos son respetables. De alguna manera, el sexteo ha existido siempre. La novedad ahora radica en la inmediatez y la facilidad para que la intimidad se transporte en imágenes. Pero, desde hace mucho tiempo, y en muchas relaciones, compartir algo íntimo con la persona elegida ha formado parte del juego erótico. Como canta Jorge Drexler: “Aunque todos creen que han inventado algo, siguen siendo las mismas las canciones”. Se trata de excitar y excitarse, conscientes de que eso que se comparte pudiera ser comprometedor en otras manos. Ahí radica la esencia del juego, en esa exclusividad entre los participantes. En la insinuación, en la imagen del desnudo, en el vídeo de la experiencia compartida, en el texto del deseo explícito. No es una cuestión solo de compartir fotos de genitales.
Más vale prevenir
Cuando se tiene interiorizado que las relaciones eróticas no se limitan al momento del contacto íntimo entre los dos cuerpos, el sexteo cobra mucho más sentido.
En cierta forma, permite demostrar que el juego erótico empieza mucho antes que el encuentro físico, incluso vestidos, aunque paradójicamente se haga compartiendo fotos sin ropa. Sin embargo, en rigor, el sexteo es una práctica en sí misma. No es obligatorio que sea la antesala de ese encuentro sexual. Como sucede con los mal llamados preliminares lo importante es disfrutarlos mientras ocurren y no solo por lo que anticipen. El peligro es que acabe siendo de dominio público algo que pertenece al ámbito privado. O que puedan acabar accediendo a este material personas para las que no estaba pensado.
Esto puede suceder tanto porque alguien se salte las normas del respeto a la intimidad como por un simple descuido o imprevisto. Frente a lo primero, la única prevención es la de compartir contenido erótico en el marco de una relación igualitaria y en la que tengan cabida el respeto, el acuerdo, el deseo, el placer, la comunicación… Lo mismo que debería formar parte del resto de relaciones.

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Asegura tu privacidad
Pero, además de coherencia, hay que poner sentido común. Es evidente que la principal precaución es tratar de que, en esa imagen o en ese vídeo, no se pueda identificar al protagonista. No es por desconfiar de la pareja. Es porque los teléfonos se pueden perder, o robar, y todo su material puede quedar descontrolado. Sexteo sí, pero con precaución. Por tanto, mejor si se evita todo lo que pueda identificarte: la cara, los tatuajes o los pírsines, así como las pulseras, anillos o colgantes, o que el fondo no contenga detalles personales.
Aún mejor si se usan aplicaciones que borran las fotos después de verlas. La prudencia también puede ir de la mano de otras aplicaciones. Aquellas que permiten retocar fotografías para eliminar detalles o las que sirven para encriptar todo tipo de mensajes. En definitiva, esta práctica puede ser sinónimo de placer, pero para ello exige unos mínimos de responsabilidad.

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No es sexteo: es delito
Es ilegal grabar relaciones eróticas de manera furtiva en lugares públicos, sin el consentimiento ni el conocimiento de los protagonistas. Por ejemplo, en playas, parques o fiestas. También lo es tomar imágenes en contextos de privacidad, como en vestuarios, probadores o dormitorios. Igual que no está permitido difundir fotos o vídeos íntimos sin permiso de la persona que los protagoniza, aunque sea ella quien los haya enviado por primera vez. Da igual que se haya producido una ruptura de pareja o que la ruptura sea conflictiva. Ni exime de culpa que quien reenvía las fotos sea uno de los dos protagonistas de la misma.
Si hay dos en la foto, son dos las intimidades y son dos los permisos necesarios. Por supuesto, es delito chantajear para lograr fotos íntimas. A veces, tras una primera foto, se chantajea con difundir esta para lograr las siguientes. También es chantaje recurrir al “qué te cuesta” o “si me quieres, envíamelo”.
En definitiva, no es sexteo hacer público lo que es privado y, desde luego, no es sensato ser cómplice de estas prácticas. Ya sea siendo testigo de las mismas sin hacer ni decir nada o, lo que es peor, reforzándolas con la aprobación o con un me gusta.