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Golpe de calor: cómo proteger tu cerebro y otros órganos

Así afecta el calor a siete órganos vitales. Por culpa del cambio climático, las olas de calor son cada vez más frecuentes. Si no tomas medidas, tu organismo puede verse gravemente dañado y colapsar.

La ola de calor que azotó Europa el verano de 2003 acabó con la vida de unas 70.000 personas. Las temperaturas superaron los 45 ºC en algunos puntos de Andalucía, incluso llegaron a los 37 ºC en el Reino Unido. En el caso de España, ese verano hubo un 8 % más de muertes, que afectaron exclusivamente a personas de 65 años en adelante, como concluyó una investigación publicada en la Gaceta Sanitaria.
Fue un estío fuera de lo normal, caracterizado por temperaturas muy elevadas, tanto máximas como mínimas, y una duración larga de los periodos de calor excesivo. Actualmente, alrededor del 30 % de la población mundial está expuesta a condiciones climáticas que superan el umbral de la mortalidad por subidas del mercurio durante, al menos, veinte días al año. Este nivel varía en función de la zona climática.
Por si fuera poco, para el futuro, las previsiones no son nada alentadoras. Se prevé que, en 2100, el porcentaje roce el 50 %, si reducimos las emisiones de gases de efecto invernadero. Si no lo hacemos, la amenaza por temperaturas muy altas podría afectar a tres cuartas partes de la población mundial, según una investigación publicada en la revista Nature Climate Change.
“El calor extremo, especialmente, el incremento debido a una combinación entre el cambio climático y las ciudades en crecimiento, representa un gran peligro para la vida humana”, alerta Camilo Mora, profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Hawái en Manoa (EE.UU.).
En un estudio que recoge la revista Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes, Mora y otros autores han revisado artículos de varias bases de datos para concluir que este fenómeno siega vidas a través de cinco mecanismos que inciden en alguno de estos órganos: el cerebro, el corazón, los intestinos, los pulmones, los riñones, el páncreas y el hígado. En total, calculan que puede acabar con la vida de veintisiete formas diferentes.
“Es importante mantener la temperatura interior del cuerpo a unos 37 ºC, cosa de la que se encarga el hipotálamo”, nos explica Hanns-Christian Gunga, investigador del Centro de Medicina Espacial y Entornos Extremos de Berlín (Alemania). Teniendo esto en cuenta, desde la Sociedad Española de Medicina Interna, su presidente, Antonio Zapatero, recuerda que existen dos escenarios de golpe de calor: cuando afecta a personas que practican deporte o trabajan al aire libre con temperaturas extremas y cuando repercute en ciudadanos que no realizan ningún tipo de actividad física, como son las personas mayores con medicación y los menores, las franjas de edad más susceptibles.
Ni los ancianos ni los niños pequeños cuentan con un buen sistema de termorregulación y, por lo general, no se hidratan bien y no beben el agua necesaria. “Para el resto de la población, esta clase de amenaza no es algo demasiado frecuente”, nos tranquiliza Gunga. A continuación, explicamos cómo afectan las temperaturas sofocantes a los siete órganos del cuerpo mencionados, y los mecanismos que se ponen en marcha cuando el calor llega a niveles fuera de lo normal.
Cuando sufrimos un golpe de calor, es decir, cuando aumenta la temperatura corporal por una exposición prolongada al sol, el organismo pierde agua y sales esenciales que menoscaban su funcionamiento.
En el encéfalo, pueden producirse trastornos del nivel de consciencia, que incluyen desde un estado de confusión hasta manifestaciones clínicas más graves, como el delirio y el coma, según Juan Carlos Portilla, neurólogo y vocal de la Sociedad Española de Neurología. También es habitual la aparición de crisis epilépticas. En este escenario, el primero en entrar en acción es el hipotálamo, una glándula situada en el centro del encéfalo que, a través de la liberación de hormonas, regula la temperatura del cuerpo y otras muchas cuestiones, como la sed y el hambre.
El umbral crítico para el ser humano parece estar entre los 41,6 ºC y los 42 ºC. El cuerpo puede aguantar estas temperaturas hasta unas ocho horas. Según Portilla, por encima de este límite, el calor produce un daño directo sobre las células y provoca su deceso. “Temperaturas extremas, de 49 ºC a 50 ºC, llevarían a la muerte celular en escasos minutos”, asegura el neurólogo.
Como respuesta al golpe de calor, para empezar, el organismo libera al torrente sanguíneo diferentes toxinas que desencadenan una respuesta inflamatoria generalizada y la aparición de microtrombos, coágulos de sangre en capilares y otros vasos sanguíneos de pequeño diámetro. “El estado inflamatorio provoca un aumento de la presión intracraneal por inflamación cerebral, así como una disminución del flujo sanguíneo en ese órgano”, señala Portilla.
Para enfriar el organismo, el hipotálamo redirige el flujo sanguíneo hacia la piel, lo que provoca un desequilibro de la circulación de la sangre a otros órganos, llamado isquemia. “El volumen central de la sangre disminuye porque aumenta el de la sangre periférica para que llegue a la piel y, así, aumentar la disipación del calor desde el interior del cuerpo”, explica Gunga.
Esto produce la citada situación de isquemia, que repercute en un menor aporte de oxígeno y otros nutrientes a las células cerebrales, lo que podría desembocar en muerte neuronal. Por si no fuera suficiente, la formación de microtrombos puede desencadenar ictus y hemorragias.
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Como hemos visto,para disminuir la temperatura corporal, el hipotálamo redirige el flujo sanguíneo hacia la piel, y con ello aumenta la sudoración y la evaporación. Otra forma que tiene el organismo de liberar calor de esta manera es incrementando la frecuencia respiratoria. “La evaporación se vuelve ineficaz si el aumento de la humedad relativa del aire supera el 75 %”, afirma Olaia Bronte, neumóloga y miembro de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica. Encima, cuando la temperatura corporal supera los 42 ºC y se sufre un golpe de calor, en el sistema respiratorio se puede producir el síndrome de distrés respiratorio agudo, una insuficiencia respiratoria grave.
Por otro lado, la toxicidad que provoca el calor en el organismo repercute en la pérdida de la estabilidad de la membrana del endotelio vascular, una capa que cubre la superficie interna de los vasos sanguíneos. Esto daña la membrana que rodea los alveolos pulmonares, donde se produce el intercambio de gases entre el aire inspirado y la sangre que circula por los pulmones.
Lesiones en esta membrana facilitan el paso del plasma y las proteínas desde los capilares pulmonares hasta el soporte de las estructuras pulmonares y los alveolos. Y, según advierte l doctora Bronte, cuando en los alveolos penetra líquido, es probable que surjan colapsos pulmonares.
Las altas temperaturas inducen la activación de la respuesta inflamatoria, con la liberación de mediadores inflamatorios, tanto a nivel sistémico –en todo el organismo– como celular. Estos cambios afectan, por supuesto, a la función respiratoria”, declara la neumóloga. Además, son bastante comunes las embolias pulmonares –obstrucción de una de sus arterias–, como resultado de la liberación de sustancias que favorecen la coagulación. Si la situación se mantiene, serán frecuentes las hemorragias. Y si llegara a descomponerse el tejido muscular, podría originar un fallo multiorgánico, que incluye al pulmón.
Este órgano tiene una función doble. Por un lado, produce el jugo pancreático, un líquido cargado de proteínas –enzimas– que son clave en la digestión de los alimentos. “Vierte este líquido en el duodeno para que se mezcle con los alimentos y avance el proceso de la digestión”, detalla Enrique de Madaria, pancreatólogo del Hospital General Universitario de Alicante y presidente de la Asociación Española de Pancreatología.
Por otro lado, este órgano se encarga de producir insulina y otras hormonas importantes para regular la concentración de glucosa en sangre y su aprovechamiento por los tejidos. En el caso de un golpe de calor, la disminución del riego sanguíneo al páncreas puede desencadenar una pancreatitis aguda isquémica, es decir, una activación de las enzimas digestivas dentro del propio órgano. “Estas enzimas, especializadas en digerir los alimentos, dañan el páncreas, porque, de alguna forma, lo digieren, al activarse de forma errónea en el órgano que las produce”, describe el especialista. Como resultado, se produce una inflamación, la llamada pancreatitis.
Según De Madaria, un tercio de estas alteraciones pueden ser de moderadas a graves y su mortalidad global alcanza el 5 %. La respuesta inflamatoria se produce como una reacción del organismo a la isquemia del páncreas. Es un proceso en cadena que involucra a las células inmunitarias, la zona pancreática y la grasa que envuelve al órgano en cuestión. Por si fuera poco, “en un 15 % de los casos, esa inflamación se descontrola y puede hacer fallar al sistema circulatorio, los riñones o los pulmones, poniendo el peligro la vida del paciente”, recalca el especialista.
La bomba vital es uno de los órganos que más sufre el calor excesivo. Los mecanismos que se desencadenan en él son parecidos a los del cerebro. La isquemia miocárdica se refiere a un desequilibrio entre la oferta y la demanda de oxígeno. “En algunas situaciones, como con las temperaturas extremas, la demanda puede aumentar de forma tan marcada que supere a la oferta, lo que pone en riesgo la vida de las células del corazón”, indica Vicente Arrarte, presidente electo de la Sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología.
En cuanto al daño directo que causa el calor, el cardiólogo indica que puede deteriorar o matar células por las condiciones adversas, ya que no es un ambiente favorable para su buen funcionamiento. Tanto la isquemia como este daño celular pueden ser letales, sin necesidad de que se desencadene ningún otro proceso más. De nuevo, para defenderse de las agresiones externas e internas, el organismo pone en marcha una respuesta inflamatoria a través de la sangre. “El calor puede aumentar esa respuesta, generando daños secundarios”, resume el doctor Arrarte.
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En el aparato digestivo, el intestino, que engloba tanto el delgado como el grueso, tiene como principal cometido extraer nutrientes de los alimentos y la reabsorción del agua. Luis Bujanda, presidente de la Asociación Española de Gastroenterología, afirma que, en cuestiones de vida o muerte, este no es uno de los órganos vitales. Por eso, frente a una ola de calor, para que el oxígeno llegue por ejemplo al cerebro, el intestino reduce su circulación sanguínea estrechando los vasos sanguíneos; esto es, se produce una vasoconstricción.
Esta situación de bajo riego provocará una isquemia, como en otros órganos ya citados. Como consecuencia, aparecerán lesiones intestinales que favorecerán que la flora bacteriana ubicada en el aparato digestivo se transfiera a la circulación sanguínea, al deteriorarse la barrera intestinal y volverse más permeable. “Eso provoca bacteriemia, paso de bacterias a la circulación y una situación de baja defensa que van a desencadenar una hiperactividad inflamatoria. Incluso, puede darse una sepsis capaz de comprometer la vida del paciente”, advierte el doctor Bujanda.
La sepsis es una enfermedad grave originada cuando el organismo presenta una abrumadora respuesta inmunitaria ante una infección bacteriana. Según el gastroenterólogo, esto ocurre en casos extremos de una ola de calor, cuando las deshidrataciones son muy importantes. Además, como otras partes del cuerpo, el tracto intestinal sufrirá la toxicidad por el calor y generará una respuesta inflamatoria como reacción a la situación de estrés.
Estos forman parte del sistema urinario y, entre sus funciones principales, se encuentra la de expulsar sustancias de desecho a través de la orina y regular el equilibrio interno del organismo. Las temperaturas extremas causan deshidratación, que puede provocar daño renal, al disminuir la cantidad de líquido que llega a estos órganos. “Se produce lo que llamamos un fracaso renal agudo prerrenal –si la causa está antes del riñón– o funcional –si se trata a tiempo y se hidrata al paciente, se corrige–”, cuenta Patricia de Sequera, nefróloga del Hospital Universitario Infanta Leonor (Madrid) y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Nefrología. Esta especialista añade que como consecuencia de la deshidratación, también puede empeorar la función renal de algunos pacientes que ya presenten enfermedad renal crónica. Por si fuera poco, favorece la aparición de piedras o cálculos renales. Esto se debe a que disminuye el volumen de orina, lo que aumenta la concentración de sales y facilita su precipitación dentro del órgano filtrador.
Al igual que hemos visto en el resto de vísceras, la falta de riego sanguíneo en los riñones puede provocar isquemias, el calor puede dañar las células y el organismo puede poner en marcha una respuesta inflamatoria en estos órganos para defenderse.
Por otra parte, la generación excesiva y anormal de sustancias que intervienen en la coagulación de la sangre, también relacionada con las temperaturas extremas, puede afectar al riñón a través de microtrombosis en los vasos que riegan al órgano. Y la temida sepsis puede, asimismo, producir daño en los riñones. Y, por último, en cuanto a la ruptura de las células musculares como consecuencia del golpe de calor, la liberación de sustancias musculares como la mioglobina daña al riñón, porque le resultan tóxicas, nos recuerda la doctora De Sequera.
Como el intestino, esta enorme glándula también forma parte del aparato digestivo. Entre las más de quinientas funciones que se le atribuyen, destacan dos: regular los niveles de las sustancias químicas de la sangre y secretar bilis, que ayuda a transportar los desechos y a descomponer las grasas. Frente a las altas temperaturas, disminuirá su riego sanguíneo, lo que puede provocar fallos en el funcionamiento. Con una isquemia hepática como consecuencia de la deshidratación, el órgano verá dañadas sus células, los hepatocitos. Y si no se trata, puede desembocar en una insuficiencia hepática, que puede llegar a causar la muerte.
Además, el daño celular que provoca el calor puede inducir a la liberación de endotoxinas hepáticas –sustancias con efectos tóxicos– en la sangre. Por otro lado, la coagulación típica de este escenario también puede poner en riesgo a este órgano, al provocar coágulos que impidan que le llegue el suministro sanguíneo. Para colmo, como hemos visto, la ruptura del tejido muscular que provoca la liberación de la mioglobina es, asimismo, perjudicial para el hígado.
Este término latino significa exceso de calor, justo lo contrario que la hipotermia. No tiene nada que ver con la fiebre, que es la reacción inmunitaria del organismo a algún agente externo. La hipertermia engloba cinco enfermedades originadas por la alta temperatura: síncopes –mareos–, calambres, edemas –tobillos hinchados–, agotamiento y golpe de calor –la más peligrosa, porque puede provocar la muerte–.
En algunos países, la hipertermia se utiliza como tratamiento oncológico. Al exponer el tejido canceroso a temperaturas de hasta 45 ºC, este se reduce y las células sanas apenas presentan lesiones –en la imagen, se muestra el uso de partículas de oro calentadas con láser para destruir tumores–. En España, la técnica se utiliza en muy pocos hospitales. Los especialistas han solicitado que se regule, como en Alemania, Japón y EE. UU.

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