Vacunar a enfermos crónicos e inmunodeprimidos, una medida prioritaria
Determinadas enfermedades pueden afectar a la capacidad de respuesta defensiva e incrementar con ello el riesgo de sufrir infecciones con consecuencias graves.
Determinadas enfermedades pueden afectar a la capacidad de respuesta defensiva e incrementar con ello el riesgo de sufrir infecciones con consecuencias graves. Los afectados precisan una especial atención a la hora de adoptar medidas preventivas, entre las que destaca la administración de vacunas que les confieran una protección adecuada.
“Los pacientes inmunodeprimidos, o los que padecen algunas patologías crónicas, pueden ver alterada la capacidad de respuesta a consecuencia de la propia enfermedad o bien porque algunos de sus tratamientos afectan precisamente a la reacción del sistema inmune”, explica Juan Rodríguez, médico especialista en medicina preventiva del Hospital Universitario Son Espases, en Palma de Mallorca.
Por su parte, Ángel Gil, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid, apunta que, aunque los inmunodeprimidos son grupos de alto riesgo para cualquier patología infecciosa, no todos presentan la misma vulnerabilidad, “ni todos tienen una situación tan comprometida del sistema inmunológico’’.
La vacunación permite prevenir enfermedades que pueden ser mortales o dejar secuelas y disminuir la calidad de vida de las personas que las padecen. Y esto es especialmente importante en los individuos inmunodeprimidos por determinadas patologías o tratamientos, ya que su condición puede implicar un deficiente control de la infección, que se recuperen peor o que, incluso, empeore su enfermedad de base.
En primer lugar, este tipo de pacientes deben estar correctamente inmunizados frente a patógenos respiratorios, como el neumococo, ya que, según indica el doctor Rodríguez, la “incidencia de enfermedad invasiva grave por neumococo aumenta doce veces de media y se requiere el empleo de pautas especiales con esquemas mixtos”. Otra inmunización básica sería la antigripal, cuya administración anual –en particular la tetravalente– se recomienda tanto a los pacientes inmunocomprometidos como a sus convivientes, cuidadores o sanitarios.
Un ejemplo de dolencia peligrosa para las personas con un sistema inmunológico debilitado es el herpes zóster, conocido popularmente como culebrilla . Las probabilidades de padecer esta afección vírica aumentan a partir de los cincuenta años, y de manera exponencial en pacientes en tratamiento por cáncer, con enfermedades autoinflamatorias o trasplantados de médula ósea; para estos últimos, el riesgo se incrementaría hasta nueve veces en comparación con las personas sanas. Si bien, “el problema no es la mayor incidencia en estas personas, sino la alta frecuencia de complicaciones”, afirma Rodríguez.
Por su parte, los pacientes con infección por VIH que se infecten con el virus del papiloma humano (VPH) también tienen mayor riesgo de desarrollar cáncer genital en comparación con la población general, por lo que la vacunación frente al VPH también es importante para estas personas.
Otras dos inmunizaciones recomendadas son las que combaten el meningococo B y el meningococo ACWY, ambas indicadas en personas con asplenia –ausencia de bazo–, déficit de complemento –un grupo de proteínas vinculadas al sistema defensivo– y en tratamiento con eculizumab, que se usa en determinadas enfermedades raras. También la vacunación contra la tosferina, sobre todo en adultos que padezcan enfermedades respiratorias crónicas como el asma o la EPOC, permitiría evitar complicaciones asociadas a esa patología.
Sin embargo, algunas vacunas –en concreto, las atenuadas o “de microorganismos vivos”– estarían contraindicadas en personas inmunodepremidas. Dichas vacunas, como las de la varicela, la triple vírica o la del rotavirus, están compuestas por patógenos que han sido seleccionados tras hacerles perder su capacidad infectiva. “En situaciones de inmunodepresión o inmunodeficiencia, los microorganismos de la vacuna son capaces de replicarse y producir la infección contra la que queríamos proteger”, advierte Rodríguez.
En el caso de la covid-19, ninguna de las fórmulas autorizadas está contraindicada en pacientes crónicos e inmunodeprimidos. Estos compuestos utilizan como tecnología adenovirus o se basan en plataformas de ARN recombinante, por lo que no existe ningún vector vivo que pueda replicarse una vez inoculadas. Así, “las vacunas inactivadas se pueden administrar sin problema, siempre y cuando el paciente esté clínicamente estable”, asegura Ángel Gil.
Según el doctor Rodríguez, la implantación del calendario de vacunación de personas de riesgo ha sido heterogénea en las diferentes comunidades autónomas y para los distintos grupos de riesgo. Por ejemplo, el grado de implantación de las directrices de inmunización para patologías crónicas como la EPOC o la insuficiencia renal o hepática crónicas, podría ser “menor” que en otras.
Respecto al futuro, Rodríguez considera que lo más probable es que la vacunación de los adultos sanos o con determinadas patologías asociadas a la edad – diabetes, EPOC, insuficiencia renal o hepática moderada– se lleve a cabo en los centros de salud, al igual que ocurre en niños; mientras que las personas con patologías más graves y que requieren manejo hospitalario –por ejemplo, trasplantados, personas con cáncer o tratamientos inmunosupresores o biológicos– sean inmunizados en los hospitales.
Es una realidad que cada vez vivimos durante más tiempo, y que cada vez estamos más concienciados con tener la mayor calidad de vida posible. Pero, con la edad, se produce el envejecimiento de nuestro sistema inmunológico, lo que se conoce como inmunosenescencia. Para hacer frente a sus efectos hay que incorporar numerosas herramientas, dentro de las que se incluye la inmunización frente a enfermedades que afectan especialmente a la gente mayor.
“Las vacunas recomendadas para las personas de mayor edad en el futuro serían la antigripal, la del neumococo o la del herpes zóster”, asevera Rodríguez. Además, añade que las mujeres mayores de sesenta años deberían ser evaluadas sobre la completa vacunación frente al tétanos.
En cuanto a la covid-19, Gil señala que sabemos con certeza que “los niveles de anticuerpos descienden entre un 5 % y un 10 % a los seis meses de recibir la pauta completa, como ocurre en la mayoría de las vacunas”. Por ello, aunque actualmente no está indicada la necesidad de recurrir a un booster o dosis de recuerdo, ya se están realizando estudios para poder determinar su administración, tanto en personas de riesgo como en la población general.