El cambio climático podría aumentar la exposición humana al mercurio
La limitación de las emisiones de mercurio al medio ambiente ha ayudado a reducir el metilmercurio acumulado en los peces, pero el calentamiento de los océanos podría revertir esta tendencia.
Cada vez conocemos más impactos del cambio climático, y un nuevo estudio publicado en Nature añade otro peligro a la lista: el calentamiento de los océanos parece provocar un aumento de metilmercurio, el derivado neurotóxico del mercurio que se acumula en algunos pescados consumidos por los humanos.
“Esta investigación supone un avance importante para comprender mejor cómo y por qué los depredadores del océano están acumulando mercurio”, ha explicado Elsie Sunderland, investigadora en la Escuela John A. Paulson de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de Harvard y una de las autoras del artículo. Su equipo ha desarrollado un modelo que simula el efecto de diversos factores, que incluyen el aumento de la temperatura del mar y la sobrepesca, sobre la acumulación de metilmercurio en diversas especies de peces.
La conclusión principal es que, si bien la regulación de las emisiones de mercurio desde que se descubrió su efecto tóxico ha reducido con éxito los niveles de metilmercurio acumulados en los peces, las altas temperaturas están provocando un nuevo incremento en dichos niveles, y desempeñarán un factor importante a tener en cuenta cuando analicemos las cantidades de mercurio en los organismos marinos.
El mercurio en el pescado
Para situarnos, debemos recordar que, como explica Pablo L. Higueras Higueras en un artículo publicado recientemente en The Conversation, “parte del mercurio que llega al medio ambiente puede transformarse en su compuesto más tóxico, el metilmercurio. Este complejo del elemento es soluble y, si no fuera por una cuestión adicional, representaría un riesgo muy limitado, puesto que nunca alcanza, de forma natural, concentraciones suficientemente altas como para representar un riesgo real. Salvo en un caso: su entrada en nuestra cadena alimentaria a través los peces”. De esta forma, los organismos en la parte superior de la cadena alimentaria tienen niveles más altos de metilmercurio que los de la parte más baja.
Debido a este problema, se ha hecho un enorme esfuerzo por limitar las emisiones de mercurio al medio ambiente, y las autoridades sanitarias recomiendan restringir el consumo de pescados de especies que sean grandes depredadoras, especialmente a embarazadas o en periodo de lactancia y niños menores de 3 años, por sus efectos neurotóxicos. Se trata de un delicado equilibrio, puesto que el pescado es fuente de omega-3, un ácido graso que es incapaz de producir nuestro cuerpo por sí mismo y que debemos consumir para tener una dieta equilibrada. Algunos estudios, de hecho, han demostrado que los beneficios de comer pescado superan a los inconvenientes.
Factores que explican la acumulación de mercurio en los peces
Para desarrollar su modelo predictivo, los investigadores tuvieron en cuenta lo que comen los peces, en qué cantidad lo hacen, y también cuánto nadan. Para ello, recolectaron y analizaron durante 30 años, entre 1970 y 2000, el contenido del estómago de dos depredadores del golfo de Maine: el bacalao del Atlántico (Gadus morhua) y el tiburón espinoso o mielga (Squalus acanthias).
Los resultados fueron curiosos: en el año 1970, los niveles de metilmercurio acumulados en el bacalao eran del 6 al 20% más bajos que en el 2000, mientras que en el tiburón espinoso los niveles eran de 33 a 61% más altos. ¿Por qué en una especie aumentaba y en otra disminuía?
La respuesta está en el tipo de dieta de estas especies, ya que ambos consumen arenque. Debido a la sobrepesca, en la década de los 70 las poblaciones de arenque en el golfo de Maine sufrieron una disminución drástica, y esto obligó a sus depredadores a cambiar de dieta. El bacalao recurrió a otros peces pequeños como las sardinas, que acumulan poco mercurio, mientras que el tiburón espinoso empezó a consumir especies con mayor contenido en metilmercurio.
En el año 2000 la población de arenques estaba recuperada, por lo que las especies estudiadas volvieron a consumirlos: el bacalao empezó, por tanto, a alimentarse de una especie con más contenido en mercurio que las que constituían su dieta anterior, y al tiburón espinoso le sucedió lo contrario.
Estos resultados nos dan una idea, además, de que es necesario analizar la evolución de la dieta de las especies estudiadas: las recomendaciones que podemos hacer con respecto al consumo de pescado deberían variar según varía la dieta de los mismos, y ya hemos visto que esta puede a su vez cambiar en el tiempo y espacio.
El atún, el mercurio… y Michael Phelps
Los niveles de mercurio acumulados en el atún se encuentran entre los más altos de todos los peces marinos, y parece que su posición en la parte superior de la red alimenticia no es suficiente para explicar este dato.
Amina Schartup, autora principal de la investigación, cuenta que encontró la inspiración mientras veía las olimpiadas. “Los comentaristas estaban contando que Michael Phelps consume unas 12.000 calorías diarias durante la competición, y pensé que eso multiplica por seis la cantidad de calorías que yo consumo. Si fuéramos peces, Phelps estaría expuesto a seis veces más mercurio que yo”, explica la investigadora.
Esto significa que los peces migratorios y los cazadores que nadan a grandes velocidades necesitan mucha más energía que, por ejemplo, los peces carroñeros, lo que requiere que consuman más calorías, que además no se traducen en crecimiento. Debido a esto, los investigadores incluyeron este factor como una función más en el modelo.
La temperatura del agua afecta a los niveles de mercurio
Llegamos ahora al efecto del calentamiento de los océanos: a medida que sube la temperatura del agua, los peces necesitan más energía para nadar, y por tanto consumen más calorías (y acumulan más mercurio).
Los datos del equipo de Harvard apoyan esta hipótesis: el golfo de Maine ha experimentado niveles de calentamiento que se encuentran entre los más altos del mundo. De forma paralela, los resultados de los datos recogidos por los investigadores mostraron que, a pesar de la disminución de las emisiones de mercurio, entre 2012 y 2017 los niveles en el atún rojo del Atlántico aumentaron un 3,5% al año.
Según el modelo, cada aumento de 1°C en la temperatura del agua del mar con respecto al año 2000 conduciría a un aumento del 32% en los niveles de metilmercurio en el bacalao y del 70% en el tiburón espinoso.

efecto del calentamiento de los océanos en la acumulación de mercurio
Varios escenarios simultáneos
El modelo estadístico ha permitido a los investigadores simular varios escenarios posibles. Por ejemplo, un aumento de 1°C en la temperatura del agua del mar y una disminución del 20% de las emisiones de mercurio dan como resultado aumentos en los niveles de metilmercurio del 10% en el bacalao y del 20% en el tiburón espinoso.
Por otro lado, un aumento de 1°C en la temperatura del agua de mar y un colapso en la población de arenque resultan en una disminución del 10% en los niveles de metilmercurio en el bacalao y un aumento del 70% en el tiburón espinoso.
Una disminución del 20% en las emisiones, sin cambios en las temperaturas del agua de mar, disminuye los niveles de metilmercurio en ambas especies en un 20%.
"Este modelo nos permite ver todos estos parámetros diferentes al mismo tiempo, tal como sucede en el mundo real", ha explicado Schartup. "Hemos demostrado que los beneficios de reducir las emisiones de mercurio se mantienen, independientemente de lo que esté sucediendo en el ecosistema. Pero si queremos continuar con esta tendencia de reducir la exposición al metilmercurio en el futuro, necesitamos un enfoque doble", añade Sunderland . "El cambio climático va a aumentar la exposición humana al metilmercurio a través de su consumo de pescado y marisco, por lo que para proteger los ecosistemas y la salud, necesitamos regular tanto las emisiones de mercurio como los gases de efecto invernadero".