Peste negra: así se propagó la mortífera epidemia
Una diminuta bacteria acabó con la vida de más de veinte millones de personas en la vieja Europa medieval. Sus caballos de batalla: ratas, pulgas, y un comercio internacional floreciente.
En torno al año 1346 empezaron en Europa los primeros casos de peste negra, una mortífera enfermedad que se llevó por delante millones de vidas en el viejo continente. No fue esa la primera epidemia desatada por la bacteria Yersinia pestis: en el siglo VI también había sido responsable de la plaga de Justiniano, que devastó el Imperio bizantino. Tampoco sería la última, pues en el siglo XIX también hizo estragos en Asia y, actualmente, sigue habiendo pequeños brotes de la enfermedad, que afortunadamente ya se puede controlar con antibióticos.
¿Por qué fue tan mortal la epidemia de peste negra? Un trabajo publicado en la revista Nature en 2011 revelaba los resultados de un análisis que comparaba los genomas de distintas cepas de Y. pestis y concluía que no existen diferencias genéticas entre las bacterias que originaron la plaga en la Europa medieval y las que causan la peste actualmente. Es decir, no es que fueran más virulentas, por lo que los motivos por los que se cobró tantas vidas seguramente son de otra índole.
Esto es muy fácil de comprender si pensamos en el mecanismo que utiliza la bacteria causante de la peste negra para propagarse. Como tantos otros parásitos, Y. pestis se vale de vectores animales, y en este caso son muy habituales las ratas y las pulgas. Cuando una pulga portadora pica a una persona, le transmite la bacteria, y este individuo queda infectado. Las condiciones de hacinamiento y falta de higiene en las que se vivía en las ciudades de la vieja Europa en aquella época fueron el caldo de cultivo perfecto para que las pulgas transmitieran rápidamente la enfermedad.
Peste bubónica y peste neumónica
La peste negra también se transmite por otras vías: “Cuando un individuo infectado no recibe el tratamiento adecuado, lo más probable es que las bacterias proliferen y se deslacen hacia los pulmones”, explica David G. Jara en su libro El encantador de saltamontes y otros ensayos sobre la historia natural de los parásitos. “Una vez hayan colonizado estos órganos saldrán junto a las toses y los esputos sanguinolentos del enfermo, y ya no será necesaria la picadura de ningún insecto para propagar la enfermedad de persona en persona; bastará con aspirar algunas de las gotitas de saliva cargadas de bacterias para enfermar. Esta variante se conoce como peste neumónica y, además de ser más letal que la peste bubónica – la que produce los bubones o ganglios linfáticos inflamados-, se difunde a toda velocidad entre los individuos de una población sin la participación de roedores ni pulgas”.

peste
Así llegó la peste a Europa
La hipótesis más aceptada argumenta que la plaga se habría originado en Mongolia: en este país las marmotas constituyen un reservorio muy frecuente de la enfermedad, y es probable que las pulgas hubieran propiciado el salto al hombre. “Incluso es posible que ni siquiera hiciera falta la participación de la pulga para dar este primer paso, pues en la actualidad la carne de marmota es un producto consumido entre pastores y cazadores de las estepas mongolas”, explica David G. Jara en el libro antes citado.
Los soldados mongoles desplazados al frente de batalla en la península de Crimea habrían llevado la enfermedad a esta región, que a su vez era un importante punto de partida de rutas comerciales que llegaba a toda Europa, y de esta forma Yersinia pestis habría colonizado el continente a gran velocidad.
Los detalles de la propagación de la peste bubónica por Europa constituyen un tema más que interesante en el campo de la epidemiología. Las investigaciones apuntan a que la ‘zona cero’ en Europa sería el puerto siciliano de Mesina (Italia), al que habría llegado, en diciembre de 1347, un barco lleno de marineros moribundos que provenían del mar Negro.
Según un estudio publicado en la revista Scientific Report en el año 2017, la intrincada red de caminos que conectaba las principales ciudades europeas durante la Edad Media facilitó la expansión de la peste. El trabajo demostraba, gracias a una simulación matemática, que las ciudades más centrales dentro de la red de comunicación, así como las más pobladas, eran aquellas con mayor incidencia de la peste negra, en las que la enfermedad se manifestaba con mayor severidad y además había una mayor probabilidad de que los brotes se repitiesen.
La peste negra en la actualidad
¿Qué sucede hoy en día? ¿Podría la peste bubónica volver a convertirse en una terrible epidemia? Actualmente, el África sub-sahariana concentra la mayoría de los nuevos casos, que reaparecen periódicamente cada cierto tiempo. Una de las posibles causas de que la peste sea tan difícil de erradicar se debería a que, según un estudio publicado en la revista Applied and Environmental Microbiology, la bacteria Y. pestis usaría las amebas como refugio cuando las condiciones le son desfavorables, y esto le aseguraría una supervivencia prolongada en el tiempo.