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El cáncer no puede quedarse en casa

La COVID-19 ha puesto en jaque al sistema sanitario, lo que ha derivado en una creciente virtualidad, que en algunas patologías como el cáncer entraña riesgos e interrogantes.

La COVID-19 ha puesto en jaque al sistema sanitario, lo que ha derivado en una creciente virtualidad que se ha impuesto en el día a día como medida principal para evitar posibles contagios. La consecuencia más palpable ha sido el distanciamiento entre médico y paciente, lo que en algunas patologías como el cáncer entraña riesgos e interrogantes.

Además, el control del dolor se ha convertido también en uno de los grandes desafíos. Un síntoma que antes de la pandemia se estimaba que afectaba a entre un 30 % y un 40 % de los pacientes en el momento del diagnóstico y a entre un 70 % y un 80 % cuando la enfermedad estaba más avanzada. Ahora, probablemente, las cifras habrán empeorado.

La lucha contra el SARS-CoV-2 se ha convertido, así, en un reto mayúsculo para la atención del cáncer, sobre todo durante la primera ola, que nos tomó por sorpresa y “el hospital se convirtió en un lugar peligroso para el paciente”. Así lo relata Javier de Castro, jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital La Paz de Madrid. “Aprendimos a volver a una medicina basada en el paciente y en la experiencia del médico”, indica.

Uno de los principales cambios fue la necesidad de adaptación a una medicina a distancia a través de la teleconsulta, algo que no siempre es posible. “Hemos utilizado el teléfono en aquellas consultas que podían resolverse de manera escueta, como en resultados o valoraciones evolutivas. En ningún caso se han usado para primeras consultas ni situaciones dudosas”, asegura a MUY Yolanda Escobar, oncóloga médica del Hospital General Universitario Gregorio Marañón y coordinadora de la Sección de Cuidados Continuos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).

De esta manera, la adaptación a la pandemia provocó un giro orientado a maximizar la seguridad del paciente y a minimizar su presencia en el hospital, en la medida de lo posible. “Hemos hecho intentos por cambiar protocolos, así como facilitar al enfermo la dispensación y administración de fármacos”, reseña Escobar. Por otra parte, “hemos limitado a uno el número de acompañantes de consulta oncológica, ya que la falta de compañía resultaría muy desasosegante para el paciente”, añade.

Toda esta situación ha generado una dificultad en el seguimiento de los pacientes oncológicos, por no hablar de la suspensión de cirugías y pruebas complementarias. Una situación caótica que ha motivado, en muchos casos, un cambio significativo en su evolución clínica, con diagnósticos en estadios superiores y menos precoces, según Esther Holgado, jefa del Servicio de Oncología Médica del Hospital La Luz.

La misma observación nos hace Elisabet Hernández, enfermera de la Unidad de Cuidados Paliativos del Servicio de Oncología del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona. “Los pacientes han venido con mucha carga tumoral, por lo que muchos no han sobrevivido ni han llegado a primeras líneas de tratamiento”.

La situación ha derivado en una doble amenaza para el paciente oncológico, que se ha enfrentado no solo a la infección por COVID-19, sino también al cáncer. “Hemos intentado hacer una oncología de enlace con Atención Primaria para que los pacientes no tuvieran miedo de ir al hospital y que no se quedaran en el camino de un diagnóstico de cáncer tardío, mucho más mortal”, indica De Castro.

El papel de los profesionales ha ido, por tanto, mucho más allá, extendiendo la humanización lo máximo posible en la coyuntura de lo telemático y de la virtualidad. A nivel de hospitalización, por ejemplo, se han usado las videollamadas “para acercar a las personas que en su situación estaban pasando por soledad”, según Hernández. Algo que solo puede empeorar el pronóstico. “La soledad influenciaba mucho en el dolor, entendiendo que este es un síntoma, pero que la persona se divide en múltiples esferas. Tenemos que abordarlo todo de forma holística”, recalca la experta en cuidados paliativos.

El dolor es mala medicina

En el contexto telemático derivado de la pandemia, la parte psicológica ha resultado “esencial” en este proceso dentro de la relación médico-paciente. “El dolor es un síntoma subjetivo y, en la consulta a distancia, solo dispones de lo que cuenta la persona que lo padece. Para poder tratarla, hay que hacer una historia clínica muy amplia”, señala Holgado.

El hecho de no paliar adecuadamente el dolor puede llevar a los pacientes a una mayor insatisfacción y menor calidad de vida, independientemente de la efectividad de su tratamiento contra la enfermedad. Además, se ha demostrado que influye en el desarrollo de la patología oncológica.

En este sentido, la importancia del trabajo multidisciplinar se vuelve clave. Los profesionales de enfermería, por ejemplo, juegan un papel fundamental dada su cercanía al enfermo que no se atreve a decir que le duele.

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