¿Es mejor beber agua embotellada que del grifo?
Revisamos, con la ayuda de una experta en seguridad alimentaria, lo que hay de cierto en esta creencia tan extendida.
¿Crees que es más sano beber agua embotellada que la que sale por el grifo de tu casa? ¿Tu argumento para pensar esto es que estás convencido de que la que viene en botella está libre de elementos químicos? No eres el único. Según un informe realizado en 2017 por la OCU, casi la mitad de la población española piensa como tú.
Otras personas prefieren comprar la garrafa de agua porque la del grifo directamente les sabe mal, como a cal o a cloro. Esto puede ser así ya que estas sustancias y otras se añaden al líquido elemento para garantizar que este sea seguro, que por beberlo no vamos a pillar una gastroenteritis o algo mucho peor. En el sabor del agua también influye el estado de las tuberías del edificio en el que vivamos, la zona y hasta el tipo de agua de cada ciudad y de la comunidad. Y aunque el agua del grifo no sepa igual en Valencia que en Asturias es segura. Según el informe técnico del Ministerio de Sanidad, el 99,5 % del agua red de España es apta para el consumo. Solo existen casos aislados en los que se indica como “agua no potable”. Por tanto, el agua que nos llega a casa a través del grifo no tiene ni microorganismos ni sustancias contaminantes.
¿Has escuchado eso de que el agua embotellada de mineralización débil es mejor, sobre todo para personas a las que tiendan a formársele cálculos renales? Al respecto, Gemma del Caño, farmacéutica y experta en seguridad alimentaria explica lo siguiente en su libro Ya no comemos como antes, ¡Y menos mal! (Paidós): “Esto no deja de ser una estrategia de marketing que no tiene evidencia científica, ya que la formación de cálculos renales está determinada por muchos factores y no exclusivamente por beber un tipo u otro de agua”. En el caso de tengas un bebé y te hayan recomendado agua embotellada, la cosa cambia. “Sus riñones son más inmaduros. Aunque pueden consumir agua de red, el agua de mineralización débil hará que tengamos controlada la cantidad de minerales que se aportan en cada papilla o biberón. No se recomiendan aguas con más de 1000 mg /l de residuo seco ni con más de 200 mg de sodio por litro. Si conocemos la composición del agua de red y es similar a estos datos, no hay problema, pero si el agua es muy dura, siempre tenemos la opción de la embotellada”.
¿Qué se hace con el agua que pasa por una planta potabilizadora y acaba saliendo del grifo?
Para que el agua que llega a nuestras casas sea potable, debe pasar por distintos procesos entre los que se encuentra la adición de compuestos oxidantes para eliminar materia orgánica y metales pesados, otros para estabilizar el ph, floculantes para sedimentar… Después se decanta, con lo que el agua limpia queda arriba y los residuos abajo. A continuación, se vuelve a filtrar, esta vez usando carbón activo para asegurar que no quedan sustancias que hayan escapado a los otros procedimientos, así como eliminar posibles restos de los compuestos que se le han añadido al agua. Posteriormente, esta agua se desinfecta, para eliminar los microorganismos patógenos y evitar que podamos morir por habernos bebido un vaso de agua.
La desinfección se suele realizar con cloro y sí, es un proceso potente. “La desinfección es un proceso agresivo, pero debemos estar tranquilos ya que la cantidad de desinfectante se regula dependiendo de la calidad del agua que ha llegado a la planta de tratamiento. Eso sí, siempre que se garantice que no se superan los límites legales”, explica Del Caño. “En estas plantas, el agua pasa más controles incluso que en las plantas envasadoras. Así que no, no hay riesgos de intoxicación”.
Beber agua del grifo es bastante más barato que comprarla en el súper (hasta trescientas veces más económico) y le estaremos echando una mano al medioambiente reduciendo nuestro consumo de plástico. Si lo que nos desagrada es el sabor, está la opción de hacerse con una jarra filtrante. Eso sí, tal y como recomienda Del Caño: “Cuidado con las jarras con filtros, en ocasiones no los cambiamos con la frecuencia que deberíamos y son un acúmulo de bacterias importante”.