¿De verdad la carne tiene antibióticos y hormonas?
Despejamos las dudas sobre esta creencia alimenticia que tan arraigada está en la sociedad.
¿Cuántas veces has oído que la carne que se consume ahora está cargadita de antibióticos? ¿Y que los filetes se quedan en nada cuando se pasan por la sartén porque al animal lo han atiborrado de antibióticos y hormonas para que creciera más rápido? Seguro que muchas, muchísimas veces. Pero, ¿qué hay de cierto en estas afirmaciones? Te lo contamos.
Para empezar, tal y como apunta la tecnóloga de los alimentos Beatriz Robles en su libro Come seguro comiendo de todo (Planeta), el uso de hormonas y otras sustancias que favorecían el crecimiento se empezó a prohibir en la Unión Europea en 1981. Con posterioridad las normas al respecto se fueron endureciendo. Y desde 2006 no se pueden emplear los antibióticos para que los animales engorden. “Claro que hay medicamentos veterinarios autorizados que pueden utilizarse si el animal está enfermo o como terapia reproductiva, pero para todos se fijan límites máximos de residuos y plazos de espera (tiempo que debe pasar desde que se administra hasta el sacrificio), de forma que se garantiza que no lleguen a la cadena alimentaria”, afirma Robles. Vamos, que hay un tiempo establecido en el que el animal elimina de su cuerpo los antibióticos, tal y como nos pasa a nosotros cuando tenemos que tomarlos.
¿Y este tiempo de “desintoxicación” del antibiótico se cumple? La respuesta es sí. Gemma del Caño, especialista en seguridad alimentaria, lo deja claro en Ya no comemos como antes, ¡Y menos mal! (Paidós). “La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés), recoge todos los años muestras aleatorias en distintas granjas para cerciorarse de que esta supuesta cría con antibióticos no se lleve a cabo. En el último informe (2018), el 99,8 % de las muestras analizadas eran correctas. Y menos mal, ya que, si la carne contuviera antibióticos, las personas alérgicas a los mismos no podrían consumirla. Y lo cierto es que lo hacen con toda la tranquilidad del mundo”.
Cosa distinta es si los antibióticos se usan bien o mal, es decir, si por culpa de un mal uso de estos medicamentos estamos generando bacterias superresistentes. Y eso sí que es un problema ya que si seguimos esa senda, los antibióticos dejarán de ser un arma eficaz para luchar contra las bacterias.
Del mismo modo que hay personas a las que les mandan antibióticos y por su cuenta y riesgo dejan de tomarlos “porque ya me encuentro bien” cuando se les ha pautado acabar la caja o directamente se los autoprescriben para curar una gripe o de manera preventiva “porque empiezo a notarme mal”, hay ganaderos que hacen o hacían lo mismo con sus animales. Y, de nuevo, eso sí que es un problema y de los gordos.
Cuando un animal enferma puede contagiar al resto. Con la idea de evitar esta situación y tener montada una pandemia en la granja, algunos ganaderos daban de manera preventiva antibióticos a los animales sin que estos estuvieran enfermos. “El problema es que esta prevención ha hecho que las bacterias que están en su entorno generen resistencias, y esta mala práctica ha llevado a que la eficacia de los antibióticos sea menor. Si suministramos antibióticos cuando no es estrictamente necesario, las bacterias aprenden y se ponen ‘armaduras’ para que no puedan atacarlas. A estas armaduras las llamamos resistencias, aunque en realidad deberíamos estar hablando de ‘bacterias resistentes’. Por suerte, esto se está corrigiendo con grandes planes estatales que regulan el uso y la administración de estos medicamentos que, durante años, hemos tomado a discreción y sin medida”, explica Del Caño.
En cuanto al uso de hormonas en la carne que después va a tu plato, sí que es cierto que se emplearon en el pasado para engordar a los animales, pero como no estaba claro si podían ser perjudiciales para los humanos, se prohibieron. Gemma del Caño apunta en su libro que hoy en día se pueden usar con fines terapéuticos y bajo un estricto control veterinario, cumpliendo además los tiempos de seguridad desde que se administran hasta que se produce el sacrificio. Cita el informe de la EFSA de 2018, en el que el 99,9% de las muestras tomadas se ajustaban a la normativa.
Algo que hay que tener en cuenta sobre las hormonas en la carne es que, incluso la catalogada como ecológica, posee aquellas hormonas que naturalmente ha producido el animal. Pero, según la experta, no suponen un peligro para la salud.
En cuanto al hecho de que los pollos de ahora son más grandes que los de antes, Del Caño explica que esto se debe a que se seleccionan especies de crecimiento más rápido. Y sobre el tamaño de los huevos, aclara que los más grandes son de gallinas más mayores y los de menor dimensión de gallinas más jóvenes. No hay hormonas que valgan.