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Trastorno por déficit de atención con hiperactividad: en busca de la motivación perdida

"Desde pequeños, a estos niños se les cuelga el sambenito de niños inquietos, revoltosos, inútiles para los estudios. Tanto es así que acaban pensando que son tontos y con la autoestima por los suelos".

Cuando el niño empieza a ir al colegio, los profesores comienzan a advertir que se mueve demasiado, que no presta atención y que ello le lleva a no seguir el mismo ritmo que sus compañeros”, nos explica Fátima Guzmán, directora de Educación Activa, una fundación dedicada a dotar de recursos y formación a familias y a docentes para abordar este y otros problemas del aprendizaje. Por si fuera poco, “la impulsividad a menudo les lleva a hacer las cosas sin reflexionar en las consecuencias, una actitud que hace que parezca que son niños conflictivos, que no obedecen”, añade.

En la misma línea, la psicóloga clínica Teresa Aguilar, con larga experiencia en colegios y niños diagnosticados de TDAH (las siglas del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad), cuenta a MUY que “desde pequeños, les cuelgan el sambenito de niños inquietos, revoltosos, inútiles para los estudios. Tanto es así que acaban pensando que son tontos y con la autoestima por los suelos”.

Y esto tiene consecuencias inmediatas y prolongadas a lo largo de su vida. “La falt a de motivación es una de las cosas que más nos impacta. Le preguntamos a los niños qué les gusta y la respuesta es ‘pues no sé’. No hay nada que les ilusione”, nos explica el doctor Antoni Ramos Quiroga, jefe de Psiquiatría del hospital Vall d´Ebron de Barcelona. En opinión de Fátima Guzmán, esto es “una consecuencia casi inevitable cuando un niño crece sumido en el fracaso escolar provocado por un ambiente hostil, siempre regañado, castigado en casa y en el colegio, haciendo esfuerzo para mejorar continuamente sin ver resultados a lo largo de los años”.

Otro punto débil es la falta de atención, que no solo juega malas pasadas en la escuela. También es culpable de que la mortalidad (entre otras causas, por accidentes de tráfico causados por despistes) sea dos veces más alta en personas con TDAH, según demuestra un estudio de la Universidad de Aarhus (Dinamarca), publicado en The Lancet en 2015. Después de analizar datos de casi dos millones de personas, los investigadores concluyeron que la tasa de mortalidad por cada 10.000 individuos era de 5,85 entre los que padecían TDAH y de 2,21 entre los que no. En esta cuenta, además, ex cluy eron a los que sufrían trastornos del comportamiento y de adicción al consumo de drogas.

Hasta aquí las malas noticias, pero no todo está perdido.Lo primero es conocer en qué consiste realmente el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, que según la OMS padece un 7 % de la población infantil y que en la edad adulta llega al 5 %. En estas cifras hay que destacar la proporción por género: cuatro hombres por cada mujer con TDAH. Como señala el doctor Ramos, “es un trastorno neurológico que afecta al desarrollo del cerebro. Se inicia en la infancia y, en un 70 % de los casos, continúa en la edad adulta. De mayores, son personas que tienen dificultades para organizarse o para valorar los riesgos y las consecuencias de sus acciones. Como contrapeso, tienen muy desarrollada la capacidad de improvisación. En el trabajo, por ejemplo, son excelentes para apagar fuegos, pero sufren si se les encarga coordinar o planificar tareas”.

Lo que no está claro es por qué, en algunos casos, este trastorno remite y en otros, no. “Hay varias hipótesis –añade Ramos–. De todas las causas de TDAH, el 76 % son genéticas. Cuando hay en la familia adultos que lo padecen, es más fácil que los niños lo sigan teniendo el crecer. Los factores ambientales también tienen un papel relevante en su aparición y continuidad: situaciones de gran estrés socioeconómico o el maltrato en la infancia”.

¿Y cuáles son los factores de riesgo? El principal de ellos es tener a alguien con TDAH en la familia, de acuerdo con Ramos, que ha tomado parte en un ambicioso estudio promovido por el Psychiatric Genomics Consortium para detectar las variantes genéticas relacionadas con esta enfermedad.

Entre los participantes en este estudio, que se publicó en la revista Cell el año pasado y analizó una muestra de 230 000 personas de todo el mundo, están el Instituto de Investigación Vall d’Hebron, el Instituto de Biomedicina de la Universidad de Barcelona y el Instituto de Investigación San Juan de Dios, todos en Cataluña.

Aunque es una enfermedad con una marcada carga genética, el ambiente también tiene mucho que decir. “Las causas ambientales tienen que ver, a veces, con el mismo momento del nacimiento: si el niño es prematuro o si es parto con fórceps, hay más probabilidades de desarrollar TDAH”, nos dice Ramos. Asimismo, el riesgo se incrementa “cuando hay consumo de alcohol, tabaco o ciertos medicamentos, como paracetamol, durante el embarazo”. Otros factores pueden ser el estrés y la dieta. De hec ho, varios estudios han demostrado que la malnutrición en los primeros años es un llamativo factor de riesgo para el TDAH.

Por supuesto , el papel de la familia es clave en todo este proceso. “Cuando los niños no son acompañados de forma saludable por los padres, el trastorno empeora –advierte Aguilar–. A esto hay que sumarle que el ritmo de vida que llevamos puede ser perjudicial. El lugar de los niños en la familia ha cambiado mucho en los últimos años. Hoy pasan mucho tiempo solos, con la pantalla de la tableta o de la televisión como su compañía más habitual. Esto va generando una forma de estar en el mundo. Al mismo tiempo, el gran drama de nuestra era es que los niños no desean nada, porque antes de hacerlo ya lo tienen. El deseo es el aut éntico motor del conocimiento, de la curiosidad, del aprendizaje. Si lo tienen todo, se quedan sin motivación. Tampoco tienen tolerancia a la frustración, ni paciencia”, concluye esta psicóloga, especializada en menores en edad escolar.

En su opinión, el TDAH es “un cajón de sastre donde caben múltiples diagnósticos como trastornos de aprendizaje, de conducta, afectivos, impulsivos, ansiedad, depresión...”. Por eso, acompañar a los menores con un apoyo psicoterapéutico adecuado es fundamental, aun cuando por su gravedad tenga que ser un complemento a la medicación.

María Boixader, madre de un niño con TDAH y presidenta de la asociación AFANTDAH, comparte con MUY que “la psicoterapia les puede ayudar a buscar herramientas y habilidades para, poco a poco, no tener que depender de los fármacos. Es necesario buscar un equipo multidisciplinar, un buen terapeuta, actividades de ocio... y formarte como padre, para tener estrategia s p ara ayudarlo desde casa”. En palabras de Fátima Guzmán, “el papel de los padres y educadores es tratarlos con mucho cariño, mucho refuerzo positivo, teniendo siempre en cuenta que no son así porque quieren, sino porque no pueden hacer las cosas de otra manera”.

En la misma línea, todos los especialistas coinciden es en que es fundamental tratar al niño cuanto antes. “Es un error pensar que, a los cinco años, la repercusión que puede tener no es tan elevada. En la infancia, estás configurando tu propia personalidad: por eso es tan importante evitar que estos niños crezcan con la idea de que no son buenos estudiantes, que las cosas no les salen bien por mucho que se esfuercen. Además, es muy importante prevenir para que no se complique con otras alteraciones de salud mental, como depresión o ansiedad”, alerta el psiquiatra.

Este es otra de las caras del trastorno, las comorbilidades, es decir, otras enfermedades que suelen acompañarlo. Por ejemplo, “es frecuente que comparta factores genéticos con las adicci ones . A lo largo de su vida, el 40 % de los pacientes de TDAH va a tener un trastorno por consumo de sustancias”, apunta Ramos.

Entonces, ¿se puede llevar una vida normal teniendo TDAH? Según este psiquiatra, “se puede y se debe, si haces un buen manejo de ese trastorno”.

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