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La COVID-19 complica (aún más) la vacunación en adultos

Durante el IV Foro de Salud Pública varios expertos coincidieron en los retos que presenta la vacunación y en cómo mejorar las coberturas vacunales a lo largo de la vida

“La vacunación en el adulto es un tema en el que siempre debemos insistir; nos queda mucho que mejorar”. Así comenzó Ángel Gil, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, el debate en el IV Foro de Salud Pública: ‘Hacia la mejora de la vacunación en los adultos en tiempos de pandemia’, organizado en colaboración por Fundamed y GSK España.

Y es que este año, la COVID-19 ha introducido nuevos retos en la vacunación del adulto. José Javier Castrodeza, catedrático también de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Valladolid y ex Secretario del Ministerio de Sanidad, considera que el calendario de vacunación en adultos presenta todavía áreas de mejora en las que hay que trabajar. En él aparecen las vacunas recomendadas a adultos sanos para distintos segmentos de la vida y en distintas condiciones (vacuna del tétanos y la difteria, la triple vírica, varicela, meningococo, hepatitis B, virus del papiloma humano (VPH), neumococo y gripe).

Sin embargo, a su juicio, se debería plantear la futura inclusión de otras vacunas como la vacuna frente al zoster o el refuerzo de la de tosferina. Y es que, aseguró Castrodeza, diversos países ya han medido la elevada efectividad de la nueva vacuna frente al herpes zóster. Respecto a la tosferina, apunta que alguna comunidad “ha puesto alguna dosis de recuerdo para adultos”, pero aún no figura en el calendario, por lo que insta a plantear a corto plazo su inclusión.

Además, considera que las futuras vacunas frente a la COVID-19 “deben incorporarse con normalidad en nuestros calendarios”, de acuerdo con lo marcado por los organismos competentes, sin condicionar ni alterar las estrategias de vacunación ya implantadas. Asimismo, Castrodeza destacó que, hoy más que nunca se debe cuidar la información y la formación sobre vacunas. “Se trata de un acto de responsabilidad sanitaria, científica y social”, señaló.

Importancia de la vacunación antigripal y antineumocócica

Castrodeza se centró en dos vacunas: la de gripe y neumonía. “Hablar de la gripe es hablar de algo muy conocido”, declaró. La vacunación antigripal tiene grandes beneficios, pues ayuda en la prevención de la dependencia y de la discapacidad.

Las gráficas de 2020/21 seguramente sorprenderán, indicó el experto, porque “este año el padecimiento de la gripe ha desaparecido”. “Probablemente tengamos que establecer nuevos mecanismos de evaluación para ver qué parte se ha debido a la vacunación, cuál a la presencia de coronavirus o cuál a otros mecanismos de protección utilizados”, afirmó.

Por otro lado, la neumonía es la enfermedad infecciosa prevenible por vacunación que causa un mayor número de muertes en todo el mundo. Y, su mortalidad durante los últimos años en España, lejos de bajar, aumenta. “El grupo de edad donde se concentra el riesgo de padecer neumonía grave es a partir de los 65 años tanto en hombres como mujeres”, explicó.

Los retos de la vacunación

Las cifras de las coberturas vacunales en adultos “no son nada halagüeñas”, según Castrodeza. “Esperamos incrementarlas este año. Hay comunidades que han podido subir hasta 12 o 13 puntos las coberturas vacunales. Veremos si llegamos al 75 por ciento según las recomendaciones. Sería deseable, pero tengo algunas dudas”, expuso el catedrático.

La llegada de la COVID-19 complicó el cumplimiento de las pautas vacunales en todas las edades. Manuel Méndez Díaz, médico de administración sanitaria en programas de salud y vacunas del departamento de Salud Pública del Gobierno de Aragón, señaló que en marzo se encontró con que “no tenía un plan de contingencia del programa de vacunaciones de Aragón”. Así, tras el desconcierto inicial por una pandemia que pilló a todos desprevenidos, Méndez Díaz aseguró que lo primero que se hizo fue priorizar la vacunación en los grupos más vulnerable.

De este modo, a nivel nacional, durante el pico de la pandemia y el confinamiento más rigurosos, se coincidió en despriorizar algunas vacunas, si bien, se fueron retomando de forma progresiva a partir de junio. “Nuestra obligación era dotar de condiciones de seguridad a los puntos de vacunación para que también la población los percibiera como seguros”, afirmó el médico.

María Fernández-Prada, facultativa de Área de Medicina Preventiva y Salud Pública y vocal de la Asociación Española de Vacunología (AEV), fue más allá. Aseguró que, aunque la vacunación en general es un reto, “más reto aún es la vacunación del adulto tanto sano como con enfermedades crónicas con o sin inmunodepresión”.


Así, la vocal de la AEV planteó tres desafíos:

1. Modificación o incorporación de la vacunación a los estilos de vida saludables. “Las vacunas nos acompañan en todas las edades de la vida y hay que trabajar en la formación de la población sana desde las edades más tempranas”, aseveró. Ante el aumento de las enfermedades crónicas, las vacunas deben convertirse en la vía para fomentar un envejecimiento saludable, reducir las tasas de dependencia y preservar la calidad de vida en situaciones de riesgo, contribuyendo así a la sostenibilidad del SNS.

2. Estrategia de cronicidad, un reto global. “Cada vez tenemos una población más longeva. La esperanza de vida ha aumentado a nivel mundial y España se sitúa entre los primeros 10 países. El envejecimiento nos obliga a dar respuesta al fenómeno conocido como inmunosenescencia, y esto nos llevará a la necesidad de necesitar de vacunas para protegernos”.

3. Estudio de las causas de aceptación o no de las vacunas. “Desde la AEV estamos preparando un trabajo de investigación que compartiremos con las comunidades para hacer una herramienta de validación instrumental sobre la aceptación de la vacunación. Creo que podremos identificar las variables que mejor predicen esa aceptación o no y, por tanto, sobre las que tenemos que incidir”, resaltó Fernández-Prada.

Sostenibilidad de la vacunación

Mientras que la vacunación es todo un reto, el coste de la vacunación no supone, per se, un problema, al menos, en términos de impacto económico. “Las vacunas no tienen un elevado coste y son la medida más coste-efectiva de prevención primaria en salud pública”, apuntó David Cantarero, responsable del Grupo de I+D en Economía de la Salud del Instituto de Investigación Sanitaria (IDIVAL) Valdecilla.

Por contraposición, el proceso de I+D de nuevas vacunas sí es muy costoso. La situación derivada de la COVID-19 ha permitido mediante un aumento notable de la inversión y el acortamiento de los plazos exigidos que podamos tener una vacuna efectiva y segura con mayor rapidez. Ante esta idea, Cantarero se preguntó: “¿La COVID-19 cambiará el modelo de desarrollo de vacunas futuro?”.

Hizo hincapié en que, en términos económicos, se debe insistir en una mejora de la cobertura de vacunación en la población adulta pues, si se hace, “no existe perjuicio para las cuentas públicas” y la relación coste/beneficio es muy positiva.

Por otro lado, Cantarero propone que esta vía de avance de la inversión en vacunas también pueda acompañarse con “una mejora en el proceso de toma de decisiones mediante una evaluación económica que requiere de la colaboración multidisciplinar”. De este modo, se une a los expertos que recientemente han abogado por la creación de un HispaNICE.

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