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Donar sangre, un deber vital

Es imprescindible para la salud pública que un número suficiente de personas haga donaciones regulares, algo que solo pasa en los países desarrollados.

Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se producen en el mundo 118,5 millones de donaciones de sangre. El 40 % tiene lugar en los países más desarrollados, donde vive tan solo el 16 % de la población del planeta.

No es de extrañar que, como denuncian los expertos de este organismo, haya muchas personas que no pueden acceder a tiempo a las transfusiones seguras que necesitan, sobre todo en las regiones más desfavorecidas, como se deduce de los datos de la propia OMS: la tasa de donación de sangre por cada mil personas es de 31,5 donaciones en los países con ingresos per cápita altos, 15,9 en los de ingresos medianos altos, 6,8 en los de ingresos medianos bajos y 5 en los de ingresos bajos.

Cada Estado debería asegurarse de que sus existencias de sangre son suficientes y de que no están contaminadas por virus como el del VIH, la hepatitis u otras infecciones transmisibles, algo no siempre posible por la escasez de medios o por la falta de concienciación o formación de los ciudadanos. Las donaciones son imprescindibles en muchos casos: las necesitan mujeres con complicaciones obstétricas –embarazos ectópicos, hemorragias…–, niños con anemia, afectados de traumatismos graves, quienes se someten a intervenciones quirúrgicas complejas, personas mayores (en los países ricos, los pacientes mayores de sesenta años reciben hasta un 75 % del total de transfusiones). Y han de ser regulares, porque la sangre solo se puede conservar por tiempo limitado.

En el primer mundo, las transfusiones se usan sobre todo en las cirugías cardiovasculares, los trasplantes y el tratamiento de grandes traumatismos y tumores malignos sólidos. Por contra, y de nuevo según la OMS, en los países en vías de desarrollo suelen emplearse en las complicaciones de los embarazos, en traumatología y en paludismo infantil (en esos Estados el 54 % de las transfusiones son para menores de cinco años). También se precisa sangre para elaborar diversos productos sanitarios, por ejemplo factores de coagulación destinados a los hemofílicos. La decisión de donar puede salvar una vida, o incluso varias si la sangre se separa por componentes –glóbulos rojos, plaquetas y plasma– que pueden ser utilizados en distintos pacientes con diferentes enfermedades.

Un miedo que condena vidas

El coronavirus está perjudicando investigaciones imprescindibles para el futuro de muchas personas. Antonio Pérez Martínez, jefe del Servicio de Hemato-Oncología Pediatría del Hospital Universitario La Paz (Madrid), advierte de que existe una desinformación por parte de los organismos reguladores en materia de investigación. El miedo al SARS-CoV-2 hizo que al comienzo de la pandemia no se permitiera a los institutos de investigación trabajar con la sangre de pacientes infectados por este microorganismo.

Sin embargo, “la sangre es el líquido biológico más seguro de los enfermos con covid-19”, puntualiza este médico, que sostiene que es un error equiparar este virus con el VIH o el de la hepatitis C. De momento solo se permite trabajar con sangre de estos pacientes en laboratorios de bioseguridad de nivel 3, algo que, según dice, “resulta innecesario en el caso de la covid-19”. En su opinión, en este asunto prevalecen el miedo y la histeria frente a la ciencia.

Por Carmen M. López.

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