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Crisálidas de polilla para fabricar vacunas

Uno de los grandes retos a la hora de desarrollar una inmunización contra la COVID-19 es producir la vacuna a gran escala. En los insectos puede estar la solución.

En la lucha contra enfermedades infecciosas emergentes, como la COVID-19, la investigación y el desarrollo de vacunas es crucial. Pero por mucho que se cuente con una, no sirve de nada si no puede producirse a gran escala. Y más aún si el enemigo surge repentinamente y se expande a velocidad de vértigo. Una solución podría venir de la mano de la empresa española Algenex, que ha desarrollado una plataforma tecnológica cuyos biorreactores –dispositivos usados en los laboratorios para llevar a cabo reacciones químicas con elementos biológicos– provienen de la naturaleza.

Los expertos de Algenex trabajan con las crisálidas o pupas –estadio de desarrollo intermedio entre la larva y el adulto– de la oruga de la col o gusano medidor falso (Trichoplusia ni). Se trata de un tipo de polilla voraz que se alimenta de hojas de cultivos como la col, los tomates, los pimientos y el algodón. Así lo explica José Escribano, director científico de esta compañía con sede en Madrid. “Utilizamos organismos vivos que tienen en su interior millones de células en perfectas condiciones; no hay que hacer nada con las crisálidas para que sean productivas. Con el fin de que sus células generen la proteína que necesitamos, las reprogramamos con un virus manipulado genéticamente. Para cada producto que queremos obtener, necesitamos un virus modificado diferente”. Dichas proteínas son las que propiciarían la respuesta inmune deseada y nos protegerían contra la enfermedad en cuestión.

El microorganismo que se emplea pertenece a la familia de los baculovirus, usados también con otras vacunas, como la del papiloma humano y algunas que previenen la gripe. “Son muy seguros porque infectan al insecto, pero no a los mamíferos, incluido el ser humano”, aclara Escribano. Y añade: “Cuando obtenemos el virus genéticamente manipulado, producimos una infección que se propaga por las células de la crisálida. Así, dentro de estas se genera en grandes cantidades el producto que queremos obtener; el último paso es purificarlo y formularlo”.

Proceso automatizado

La principal ventaja de esta tecnología, única en el mundo, es que permite automatizar todo el proceso. “Como los insectos son manejados por robots, existe la posibilidad de escalar la producción al nivel que se quiera”, asevera Escribano. Y es que las polillas Trichoplusia ni son muy prolíficas. “Partiendo de una pareja somos capaces de obtener 250 millones de crisálidas”, concreta Escribano. Y agrega: “Si cada crisálida genera unas diez dosis, se conseguirían unos 2500 millones de ellas”. Al contar con estos biorreactores naturales, la compañía evita tener que construir e implementar soportes para aumentar la producción. Esta técnica se utiliza actualmente para tratar de desarrollar una inmunización contra la COVID-19, pero Algenex ya cuenta con experiencias exitosas en otras vacunas. Como explica Escribano, han conseguido producir el antígeno contra la gripe en dos meses, un tiempo récord. Esta velocidad es crucial en vacunas que han de renovarse anualmente –caso de la citada gripe-, pero también en circunstancias excepcionales, como la de la pandemia producida por el SARS-CoV-2.

Por Nieves Sebastián

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