Disfruta la menopausia
Ellas sufren un bajón hormonal evidente con el fin de la regla. Ellos, un declive sutil pero implacable. Les queda toda una vida, y la medicina busca el modo más eficaz de borrar los síntomas meno y andropáusicos.
Ellas sufren un bajón hormonal evidente con el fin de la regla. Ellos, un declive sutil pero implacable. Les queda toda una vida, y la medicina busca el modo más eficaz de borrar los síntomas meno y andropáusicos.
Anna, catalana de 50 años, es secretaria ejecutiva de una multinacional. De lunes a viernes su vida transcurre a velocidad de crucero, colgada del teléfono y de los encargos urgentes de último minuto. Una tarde mientras se disponía a pagar un refresco, un calor intenso invadió su cuerpo. Sintió náuseas y mareos. Asustada, pidió ayuda y llamó al 112 convencida de que estaba sufriendo un infarto. Mientras oía cómo se acercaba la sirena de la ambulancia, el calor se disipó y todo volvió a la normalidad. Entonces se dio cuenta: ¡acababa de sufrir su primer sofoco!
Una etapa conocida, pero poco estudiada
Los calores que agobiaron a Anna afectan a muchas mujeres. Su intensidad es variable: desde una sensación de ahogo aterradora que hace pensar en lo peor y llamar a Urgencias hasta síntomas más leves que se soportan con relativa normalidad. Millones de mujeres llegan a la menopausia sin disponer de mucha información. Para los científicos el estudio de esta fase biológica es también relativamente nuevo. No es una enfermedad, ni un sinónimo de vejez. La menopausia sólo marca la fecha de la última menstruación. Antes se producen desajustes en los ciclos que los médicos llaman perimenopausia. La etapa posterior a la desaparición de la regla se llama postmenopausia y el conjunto de estas tres fases se define como climaterio. Salvo en mujeres enfermas o sometidas a determinadas operaciones, la menopausia comienza de forma espontánea. Los circuitos ováricos se hacen cada vez más lentos porque el estrógeno se va agotando hasta que no puede garantizar la ovulación cada mes. También se reduce el número de folículos y la producción de otros dos actores hormonales: los andrógenos y la progesterona. Sólo cuando una mujer ha pasado un año sin regla se puede afirmar con certeza que está viviendo la menopausia. Esto sucede, como promedio, a los 51 años.
Mucho antes, en la perimenopausia, el cerebro femenino empieza a ser menos sensible al estrógeno. Esto desencadena una cascada de síntomas variables de mes a mes y de año en año: sofocos, articulaciones adoloridas, cambios bruscos en el deseo sexual, angustia y depresión. Durante esta etapa la gran mayoría de las mujeres sufre sofocos, una sensación de calor intenso y repentino que se extiende desde el pecho hasta la cara. Se acompaña de palpitaciones y brotes de ansiedad. Pueden ocurrir una vez a la semana o varias veces al día. No hay reglas. Tampoco las hay para su duración, que oscila entre 30 segundos y cinco minutos, incluso a veces puede alargarse... ¡hasta media hora! Ellas suelen decir que sienten como si su cuerpo estuviese ardiendo. En busca de alivio, optan por quitarse algo de ropa, abrir una ventana o sacar el abanico. Sin embargo, no es la temperatura interna del organismo lo que se altera, sino la de la piel, que aumenta entre 1 ºC y 4 ºC, y en los casos más extremos llega a incrementarse hasta 7 ºC.
Radiografía de los sudores intempestivos
Los científicos no saben exactamente qué pasa durante un sofoco. El estrógeno influye, pero ya se sabe que no es la respuesta a todas las preguntas. Diversos estudios no han encontrado diferencias significativas en los niveles de esta hormona entre las mujeres que sufren estos calores y las que no. Otra hipótesis asegura que el descenso de estrógeno puede afectar al hipotálamo, una región del cerebro del tamaño de un dedal que controla la presión arterial, la temperatura, el hambre, la sed y el sexo. En una situación normal, al hipotálamo le llega información de todas las partes del cuerpo para su procesamiento, pero durante la menopausia las fluctuaciones de los niveles hormonales pueden confundirlo. Antes de que a una mujer le sorprenda el golpe de calor, esta estructura límbica ha recibido el mensaje equivocado de que la dermis está muy caliente. De modo que intenta enfriar la zona. El corazón bombea más rápidamente, se dilatan los vasos sanguíneos de la piel para que circule más sangre y las glándulas del sudor se abren y liberan su contenido.
Robert Freedman, de la Universidad Estatal Wayne, en Estados Unidos, ha estudiado los sofocos durante 25 años. En su último trabajo se ha asomado al cerebro femenino mediante la técnica de resonancia magnética funcional por imagen (FMRI). Así ha visto que durante un sofoco aparece más activa la corteza insular, la estructura cerebral implicada en la comprensión de todos los eventos internos del cuerpo. Los investigadores no han encontrado actividad alguna en el hipocampo. Según Freedman, "las mujeres menopáusicas con sofocos tienen un nivel inferior de tolerancia a los pequeños aumentos de temperatura del organismo". En una situación normal, el cuerpo mantiene su temperatura en un rango o zona termoneutral que le resulte confortable. Cuando la temperatura corporal sobrepasa el límite superior de esta zona, sudamos. Si desciende por debajo del límite inferior, tiritamos.
Cuando el termómetro corporal se vuelve loco
"Las mujeres que no sufren los calores de la menopausia tienen una zona termoneutral más amplia. En las que sí los padecen este intervalo es muy estrecho, prácticamente inexistente. Como consecuencia, los pequeños cambios de temperatura -incluso de una décima- pueden desencadenar una sensación súbita de calor y sudoración", señala el experto estadounidense.
¿Por qué se estrecha la zona termoneutral? Además de la caída del estrógeno, otros estudios apuntan al neurotransmisor norepinefrina, conocido también como noradrenalina. Su abundante presencia en el cerebro, según se ha comprobado en ensayos con animales, reduce el
rango de temperatura confortable para el organismo.
Por si fuera poco padecer calores súbitos en los momentos más inoportunos, la menopausia también roba horas de sueño. Nuestro descanso se divide en las fases REM y no-REM, que se suceden alternativamente durante la noche. La fase no-REM se subdivide, a su vez, en otras cuatro que van desde la vigilia hasta el sueño profundo. Conforme envejecemos pasamos menos tiempo en la fase de sueño profundo y más en la ligera, donde cualquier cosa puede despertarnos. Los cambios en los niveles de estrógeno y progesterona son, en parte, responsables de estas alteraciones por su efecto sobre la respiración, el humor y la temperatura corporal. Las variaciones en la norepinefrina y el neurotransmisor serotonina también podrían estar relacionadas.
La grasa visceral, mucho más peligrosa
De los brazos de Morfeo pasamos a las flechas de Cupido. "La menopausia tampoco supone el fin de la sexualidad, pero sí puede hacer descender la libido", explica Montserrat Manubens, ginecóloga del Instituto Dexeus de Barcelona. En esta época disminuye la lubricación de la vagina, sus paredes adelgazan, pierden elasticidad y sangran fácilmente al contacto. El dolor durante el coito provoca que algunas mujeres nunca consigan volver a alcanzar un orgasmo. Otras, simplemente, dejan de sentir que son atractivas para su pareja.
Todo esto se debe en parte a la testosterona, el potente combustible del impulso sexual. Durante la menopausia las mujeres ya han perdido hasta el 60% de los niveles que tenían a los 20 años. ¿Entonces, por qué algunas, lejos de perder el apetito sexual, tienen más ganas que nunca? La respuesta hay que buscarla en las variaciones de los niveles hormonales propias de la menopausia que provocan picos de testosterona que incrementan el deseo sexual en muchas mujeres. Por otra parte, no tener que preocuparse de posibles embarazos y otros inconvenientes ginecológicos las libera. "Cada mujer vive esta etapa de forma diferente dependiendo de su carácter y de sus circunstancias personales", añade Rosa Porqueras, ginecóloga del instituto barcelonés.
Durante la menopausia el metabolismo se hace más lento y es habitual que se ganen unos kilos. Estas reservas se acumulan en zonas consideradas típicamente masculinas: la barriga, el cuello, la barbilla o el abdomen. Ya no son necesarias las curvas para atraer la atención del varón y el cuerpo de la mujer se redondea. La flacidez también hace acto de presencia. Conforme nos hacemos mayores nos volvemos más sedentarios y quemamos menos calorías. A la larga eso significa menos músculo y más grasa.
Combatir esta barriguita es mucho más que una cuestión de vanidad. Una parte del peso que se gana durante la menopausia es almacenada en forma de grasa subcutánea en muslos y abdomen. La otra se guarda como grasa visceral próxima a los órganos vitales. Las grasas subcutánea y visceral no sólo se diferencian en su localización corporal, pues varias investigaciones han demostrado que las células de la grasa visceral son más activas y que existe una asociación entre sus altos niveles y el riesgo de padecer determinadas enfermedades. Si consumimos un exceso de calorías, probablemente acumularemos grasa visceral.
Mucho estrógeno aumenta el riesgo de cáncer
El riesgo de desarrollar un cáncer crece con la edad y los desequilibrios hormonales. En el caso del tumor de mama el peligro está relacionado con la exposición continuada al estrógeno. Aquellas mujeres que tuvieron su primera regla antes de los 12 años y las que alcanzaron la menopausia después de los 55 tienen más probabilidades de desarrollar este cáncer. Las que nunca han estado embarazadas, las que tuvieron su primer hijo pasados los 30 o aquellas con antecedentes familiares también tienen más riesgo. Por ello, los especialistas recomiendan que a partir de los 40 se realicen mamografías anuales. En esta época los pechos se vuelven menos densos y es más sencillo detectar las anomalías.
El estrógeno también favorece el crecimiento del endometrio, la capa más interna del útero. En cambio, la progesterona dispara el proceso de muda de esta capa si no se ha producido la fecundación. En esto consiste el ciclo menstrual. Una mujer que tome estrógenos para tratar los sofocos necesita también un suplemento de progesterona para que su endometrio no crezca demasiado y desarrolle un tumor maligno.
La menopausia es, además, una etapa de cambios emocionales. ?Muchas mujeres ven la oportunidad de recuperar actividades que habían abandonado por el cuidado de los hijos o de retomar la vida en pareja. Algunas, incluso, inician nuevas relaciones. Sin embargo, otras viven estos cambios de manera negativa y hasta pueden desarrollar un cuadro depresivo. Se ha comprobado que los bajos niveles de estrógeno modifican la cantidad de serotonina, dopamina y norepinefrina disponibles en el cerebro y que se relacionan con el buen humor y la sensación de bienestar.
Hace una década, los especialistas recomendaban sin ninguna duda tomar hormonas para aliviar los síntomas de la menopausia. Todo esto cambió en 2002 cuando el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos decidió parar en seco el estudio Women?s Health Initiative sobre terapia hormonal sustitutiva. Los primeros resultados mostraron que las mujeres tratadas con estrógeno y progesterona tenían más riesgo de sufrir cáncer de mama, infartos de miocardio y trombosis que las que no seguían esta terapia o sólo tomaban estrógeno.
Aunque más tarde se demostró que este aumento no era estadísticamente significativo, muchos médicos rectificaron sus posturas. Millones de mujeres abandonaron el tratamiento y, desde entonces, la terapia hormonal sustitutiva se volvió impopular y mucha gente se pasó a los remedios naturales.
Soluciones para aliviar la sequedad vaginal
En este momento las indicaciones de la terapia hormonal sustitutiva son claras: ?Sólo para los casos de menopausia precoz, síndrome climatérico, atrofia vulvovaginal o para mujeres con menopausia reciente y un alto riesgo de osteoporosis, aunque en este último caso existen alternativas que se deben considerar?, explica la doctora Manubens. Para una mujer que sólo sufra sofocos o sequedad vaginal es más conveniente recurrir a las pastillas, los parches, las pequeñas dosis de estrógenos aplicadas directamente en la vagina o a otros tratamientos. ¿Cómo saber cuál es el procedimiento más adecuado? "Para los primeros años, cuando persisten la mayoría de los síntomas, y siempre que no existan contraindicaciones, se recomienda la terapia hormonal a bajas dosis y durante el menor tiempo posible. Después se puede pasar a otros tratamientos para prevenir, por ejemplo, la osteoporosis", señala la doctora Manubens. En general, es mejor no extender el tratamiento durante más de cinco años. Los especialistas consideran muy importante seguir una dieta rica en calcio, sin exceso de grasas, y practicar ejercicio físico moderado.
Existen muchos medicamentos y tratamientos no hormonales que son también eficaces. No es el caso de las hormonas bioidénticas, unos compuestos muy populares en Estados Unidos, pero que aún no cuentan con el beneplácito de los especialistas ni de las sociedades científicas. "No hay razones médicas ni científicas para recomendar las hormonas bioidénticas. Las preparaciones hormonales personalizadas no han sido estudiadas y su pureza y riesgo son desconocidos", indica la International Menopause Society en un comunicado.
Lo que sí está comprobado es el impacto de los fitoestrógenos, presentes en alimentos como la soja, sobre los síntomas de la menopausia. Se sabe que actúan sobre los receptores de estrógeno e imitan la acción de esta hormona. Además, ?son antioxidantes, aportan beneficios cardiovasculares y frenan la pérdida de masa ósea?, añade la doctora Porqueras.
Terapias naturales, pero también armas de doble filo
Ambas ginecólogas coinciden en que las terapias naturales para la menopausia tienen efectos secundarios. Otras técnicas, como la acupuntura parecen ser eficaces para los sofocos, al igual que la fisioterapia respiratoria y las técnicas de relajación, aunque se desconoce por qué y cómo funcionan.
Para muchas mujeres, retrasar la menopausia sería el sueño más deseado. Recientemente investigadores de la Universidad de Guelph, en Canadá, lo han conseguido... pero sólo en ratas. Los científicos han prolongado la actividad de los ovarios mediante el bloqueo de los genes que controlan la muerte célular. ¿Realmente es un chollo retrasar la menopausia? ?Podría parecer beneficioso, se retrasaría la osteoporosis y habría menos riesgo cardiovascular, pero someter a la mama y al endometrio a un estímulo continuo de estrógeno podría aumentar el riesgo de cáncer?, concluye Manubens.
Es evidente la falta de estudios que aclaren el misterio de la menopausia. Mientras tanto, mujeres, maridos e hijos tienen que aprender a convivir con los síntomas de esta fase de la vida femenina. A falta de tratamientos eficaces y seguros, la mejor terapia se compone de cariño, sentido del humor y paciencia.
Zuberoa Marcos