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Santiago Moreno: ?Los medicamentos actuales no pueden curar el sida"

Santiago Moreno, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, es uno de los máximos exponentes de la investigación española contra el sida y un científico especialmente preocupado por la calidad de vida física y mental del enfermo. A punto de cumplirse el 20 aniversario del descubrimiento del VIH, Moreno repasa para MUY el estado actual de la batalla contra el mal.

Tras 20 años de conocimiento del virus... ¿en qué situación nos encontramos hoy para combatirlo?
-En cuanto al control de la infección, éste es un momento de estabilidad. Tras el descubrimiento de nuevos medicamentos y nuevas técnicas de laboratorio que permitieron comprender mejor el virus, experimentamos lo que los científicos llamábamos una "luna de miel" con el sida: una gran disminución de la mortalidad en los países occidentales y una tremenda mejoría en el estado de los pacientes. Hoy, los progresos en la reducción del número de pastillas que hay que tomar, el aumento de la comodidad y la disminución de la toxicidad siguen siendo significativos; pero lamentablemente no se avanza en la erradicación del virus.


-¿Qué entendemos por erradicación del virus?
-La posibilidad de que un paciente deje de tomar la medicación para siempre. Es evidente que hoy el sida ya no es lo que era, que un paciente que acuda al médico y sea bien tratado ya no tiene por qué morir por culpa de la enfermedad, pero eso tiene un precio que hay que pagar: una medicación difícil, tóxica y compleja.


-De modo que es una sensación agridulce...
-Más que nada es una cuestión de poner los pies en el suelo y constatar que, a pesar de todo lo que hemos avanzado, la enfermedad no se cura todavía.


-¿Podemos esperar avances para el futuro más próximo?
-Con los medicamentos actuales, tal como hoy los conocemos, no creo que podamos eliminar el virus del sida. Seguro que mejorarán mucho su eficacia, disminuirán sus efectos secundarios y reducirán sus exigencias de dosificación, pero no erradicarán la enfermedad.


-¿Qué es necesario, entonces, para ello?
-Yo creo que la línea de investigación debería centrarse en la búsqueda de mecanismos que hagan posible que el virus, aunque no desaparezca, permanezca sin expresarse para siempre.


-¿Cómo es eso?
-Usted y yo seguramente estemos infectados por algún virus del grupo herpes. Estos organismos pueden vivir en estado de latencia toda la vida del individuo que los porta. El virus nunca será erradicado del cuerpo, pero no tiene por qué producir un mal. Creo que el siguiente paso en la lucha contra el sida ha de ser que algún sabio encuentre, gracias a la inmunología, un mecanismo para lograr que nuestro cuerpo forme el tipo de defensas necesarias para rodear al virus en el interior de la célula y no dejarle salir. En ese momento, los pacientes podrán dejar de tomarse la medicación.


-¿Hasta que llegue ese momento, a qué problemas se enfrenta el enfermo que tiene que ser medicado?
-La medicación actual es extraordinariamente eficaz, pero plantea tres problemas. El primero es la dificultad de adherencia.


-¿A qué llaman los médicos adherencia?
-Al seguimiento correcto de la medicación. Las pastillas pueden ser muy buenas, pero si no se toman como hay que hacerlo no sirve para nada.


-Pero eso pasa con todas las enfermedades...
-Sí, pero por desgracia la medicación contra el VIH presenta todas las características clásicas que perjudican la adherencia: son muchas pastillas, varios medicamentos, hay que tomarlos de por vida, con pacientes que en muchos casos son asintomáticos... Tiene todas las papeletas para que el individuo interrumpa su medicación en un momento dado. La falta de adherencia no sólo impide la curación, sino que facilita la resistencia del virus. Y ése es el segundo problema grave de la medicación actual: el desarrollo de resistencias cada vez más poderosas.


-¿Y el tercer problema del que hablaba?
-Es la toxicidad. Se presentan dos efectos secundarios importantes. El primero es la lipodistrofia, un trastorno consistente en que el individuo pierde grasa de algunas partes del cuerpo, fundamentalmente de la cara, los brazos, las nalgas y los muslos. Este problema afecta al 40 ó 50 por 100 de los pacientes al cabo de los tres o cuatro años de medicación. El segundo efecto tóxico a largo plazo que nos preocupa es que se aumentan los lípidos en sangre, el colesterol, los triglicéridos... Y eso es un factor de riesgo cardiovascular.


-¿El paciente de hoy está bien informado de estos riesgos?
-El enfermo de sida es el más informado que existe sobre asuntos de medicación. El modo en que hemos aprendido a tratar a estos pacientes debe ser exportado a otros tipos de enfermedad. Con el seropositivo la adherencia es vital, por eso el médico dedica mucho esfuerzo a informarle sobre la medicación que va a tomar.


-¿Por qué es más importante la adherencia en enfermos de VIH que en otros pacientes?
-Porque la enfermedad es muy exigente. Para tratar la tuberculosis, por ejemplo, el afectado puede perder el 30 por 100 de la medicación, y no le pasa nada. En el caso de la hipertensión, hasta con un 40 por 100 de la medicación mal tomada se puede superar el mal. Pero con el VIH, hay que tomarse bien más del 90 por 100 de las pastillas.


-¿Y se hace?
-Al cabo de un año de tratamiento, sólo el 50 por 100 de los enfermos se toma correctamente más del 90 por 100 de las pastillas.


-¿Qué se puede hacer para aumentar ese porcentaje?
-En los hospitales tenemos consultas específicas de adherencia. En ellas un psicólogo o una enfermera hacen un seguimiento del modo en que el enfermo está cumpliendo la medicación. Además, el médico y el farmacéutico participan en el control de estos pacientes.


-¿Existe alguna tendencia cambiante en cuanto a los factores de riesgo de la enfermedad?
-Evidentemente, las vías de transmisión siguen siendo las mismas. Pero el patrón de la extensión de la enfermedad está cambiando. Por ejemplo, la modificación en los hábitos de consumo de drogas, mediante el paso de la heroína inyectada a la inhalada, entre otras cosas, podría servir para reducir la importancia de la vía parenteral como mecanismo de extensión. También se aprecia la importancia de las campañas de salud sexual que favorecen conductas más seguras a la hora de practicar sexo. Pero la historia nos ha arrojado algunas sorpresas. Los niños que tenían 4 ó 5 años cuando el sida estaba en sus peores momentos, hoy tienen 20 y ven la enfermedad como un "mal de viejos", como algo que afectaba a otras generaciones. Se han embarcado en las conductas de riesgo en un momento en el que ya el sida no tiene tanto impacto social. Como resultado, en EE UU se ha demostrado, por ejemplo, un aumento de la incidencia entre los homosexuales adolescentes, ha aumentado el número de parejas sexuales por persona y la incidencia de gonorrea y ha disminuido el número de personas que usan el preservativo.


-¿Quiere decir que estamos ante el riesgo de un repunte del mal?
-No lo sabemos. Lo que está claro es que el descenso del impacto social y las buenas noticias sobre la capacidad de los medicamentos para detener el avance del virus pueden tener efecto en una relajación de las costumbres. Un caso paradigmático es el de las parejas en las que ambos miembros son positivos. Suele suceder que abandonan el uso de medidas de barrera en sus relaciones sexuales sin caer en la cuenta de que un paciente infectado puede ser reinfectado y perjudicar el control de su mal.


-En España los datos no son muy buenos...
-Porque en España el principal grupo de afectados han sido drogadictos. El gran error en la política antisida española fue ser demasiado conservadora a la hora de tomar medidas de control entre la población adicta. Se tuvo algún reparo en poner en marcha programas como el de intercambio de jeringuillas, por ejemplo. Y este problema ha causado una reacción en cadena. En Estados Unidos la mayor parte de los afectados son homosexuales. En España, la población más afectada son los adictos que, en su mayor parte, son heterosexuales por lo que nuestro país también tiene un alto porcentaje de mujeres contagiadas y de niños que nacen con el mal.

Jorge Alcald

Esta entrevista fue publicada en noviembre de 2003, en el número 270 de MUY Interesante.

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