Michael McCallion: "Cada emoción tiene su voz y su respiración"
"Cada emoción tiene su voz y su respiración"Este londinense de 60 años se graduó con honores en el Rose Brufrod College of Speech and Drama, de Londres. Trabajó como actor de teatro, radio y televisión, antes de ser tutor de la Royal Academy of Dramatic Art, de Londres, e instruir en el manejo de la voz a compañías francesas, británicas, estadounidenses y españolas. Escribió uno de los manuales básicos de colocación de la voz: "The Voice Book".
Si se reunieran en una persona todos los tópicos sobre cómo debe ser el perfecto actor inglés saldría Michael McCallion. Alto y delgado; con atuendo clásico pero algo atrevido, pulidos zapatos, gabardina, sombrero y bastón; de manos grandes y gestos amplios pero no exagerados; los ojos son claros y expresivos; el caminar, erguido y lento. Pero lo mejor de McCallion es su voz firme y a la vez melodiosa, su habla pausada y llena de inflexiones y matices. No se espera otra cosa de una persona que ha dedicado su vida a estudiar, analizar y enseñar cómo disfrutar del don de la voz. McCallion ha desarrollado un método propio de colocación y emisión, que tiene en cuenta las variantes fisiológicas y psicológicas y que implica a todo el cuerpo. Basándose en él ha escrito libros y ha preparado a actores de compañías de Europa y América, además de impartir cursos en su casa de campo francesa de Mastrouby, donde vive con su esposa Anna, también ella profesora de técnicas dramáticas. Aparte de actores, entre sus alumnos se encuentran políticos, periodistas, predicadores, abogados y presentadores de la televisión.
-A la mayoría de la gente le desagrada su propia voz. ¿A qué lo achaca usted?
-Sí, es cierto, lo he observado en Inglaterra. ¿También sucede en España? Es interesante. No sé muy bien la razón; muchos aseguran que su voz podría mejorar y casi siempre es verdad. Igual que quisieran vestir mejor o tener una apariencia más agradable.
-¿Qué relación hay entre la voz y la personalidad individual?
-Mucha. Ambas están completamente relacionadas, pero hay que distinguir entre la voz y el habla. La primera es la expresión del animal, por decirlo de alguna manera. El habla es un asunto intelectual, la reducción a significados de lo que somos y de lo que pretendemos ser. Cuando yo hablo usted traduce, no sólo el idioma, sino mis significados en los suyos. Pero si yo sólo hago ruidos, no hay significados intelectuales y usted puede sentir lo que soy. Por ejemplo, por el llanto de un niño la madre sabe cuándo tiene hambre, está cansado o enfermo. El sonido de este llanto es expresivo, pero no simbólico.
-¿Y a medida que se cumplen años se pierde esta expresión?
-Sí, pero la voz no deja de trasmitir lo que somos; en el caso del bebé, el llanto es su propia identidad. En las personas adultas también es su identidad y refleja la insatisfacción, la alegría, la enfermedad. Lo que ocurre es que nacemos con unas cualidades físicas y expresivas de la voz, pero luego interferimos en ellas y las perdemos. Aunque la voz como ruido también tiene significados, en sentido muy amplio, claro, ya que conecta profundamente con la emoción y la sensualidad; con la voz no se miente. Por ejemplo, un actor puede estar diciendo a la cámara que sí, mientras que su voz está diciendo que no. No caer en ese error es precisamente actuar; eso es lo que hacen los buenos actores... y lo que no hacen los políticos (se ríe).
-A la mayoría de la gente le desagrada su propia voz. ¿A qué lo achaca usted?
-Sí, es cierto, lo he observado en Inglaterra. ¿También sucede en España? Es interesante. No sé muy bien la razón; muchos aseguran que su voz podría mejorar y casi siempre es verdad. Igual que quisieran vestir mejor o tener una apariencia más agradable.
-¿Qué relación hay entre la voz y la personalidad individual?
-Mucha. Ambas están completamente relacionadas, pero hay que distinguir entre la voz y el habla. La primera es la expresión del animal, por decirlo de alguna manera. El habla es un asunto intelectual, la reducción a significados de lo que somos y de lo que pretendemos ser. Cuando yo hablo usted traduce, no sólo el idioma, sino mis significados en los suyos. Pero si yo sólo hago ruidos, no hay significados intelectuales y usted puede sentir lo que soy. Por ejemplo, por el llanto de un niño la madre sabe cuándo tiene hambre, está cansado o enfermo. El sonido de este llanto es expresivo, pero no simbólico.
-¿Y a medida que se cumplen años se pierde esta expresión?
-Sí, pero la voz no deja de trasmitir lo que somos; en el caso del bebé, el llanto es su propia identidad. En las personas adultas también es su identidad y refleja la insatisfacción, la alegría, la enfermedad. Lo que ocurre es que nacemos con unas cualidades físicas y expresivas de la voz, pero luego interferimos en ellas y las perdemos. Aunque la voz como ruido también tiene significados, en sentido muy amplio, claro, ya que conecta profundamente con la emoción y la sensualidad; con la voz no se miente. Por ejemplo, un actor puede estar diciendo a la cámara que sí, mientras que su voz está diciendo que no. No caer en ese error es precisamente actuar; eso es lo que hacen los buenos actores... y lo que no hacen los políticos (se ríe).
-¿Cada emoción tiene su voz?
-Sí, y además posee su propia pauta de respiración, ya que existen muchas maneras distintas de respirar. Ésta es la energía básica para hablar. Luego cada sílaba es una unidad en la que se usan unos músculos determinados.
-El método que usted ha desarrollado proviene de la Técnica Alexander. ¿En qué consiste?
-Mi método va un poco más allá de esta técnica. Se basa en las relaciones entre la posición del cuerpo y la emisión de la voz. Las personas se mueven de una determinada forma y creen que no pueden modificar esos movimientos porque son inherentes a su personalidad, pero no es así, las posturas son adquiridas. Por ejemplo, cuando queremos que alguien nos escuche proyectamos la cara hacia adelante, y al hacerlo acortamos el cuello y oprimimos la garganta impidiendo que fluya el aire. Todavía nos destrozamos más cuando hablamos con un niño o con alguien bajo. A veces los actores ponen unas posturas tan forzadas que parecen pollos (se ríe). Estos gestos erróneos incluyen todo el cuerpo: el tronco, la cara, el cuello y también los pies y las piernas. La manera de corregirlos es inhibirlos conscientemente, estar en cualquier momento racionalizando cuál es y cuál debería ser la postura del cuerpo, y corregir los errores. Así se llega a adquirir mecánicamente una posición natural. Es un largo camino, un gran trabajo.
-¿Y funciona su método de aprendizaje?
-Desde luego, y muy deprisa, a una velocidad sorprendente. Lo acabo de probar delante de mucha gente en la presentación de mi libro en España con una chica de la compañía La Abadía. Tenía una voz preciosa pero algo falta de instrucción, y ha mejorado enseguida.
-¿Cómo es el idioma español en este sentido?, ¿qué le parecen los actores españoles?
-La española es igual que cualquier otra lengua a la hora de aplicar mi método, porque los ejercicios que yo propongo son básicamente de voz, no de habla. En cuanto a los actores españoles, una de las cosas que aprecio es que hablan demasiado deprisa, a veces suenan como una ametralladora: tra-ta-ta-ta-ta. Sus voces son muy buenas, pero atropellan las palabras y se apresuran demasiado; lo noto incluso en los actores profesionales. Pero aman las emociones y eso es algo maravilloso, ya que actuar no es sólo dominar la voz.
-Podría hablarme del libro que acaba de presentar.
-Este libro es nuestro hijo, quiero decir, el hijo de José Luis Gómez y mío. Hace 17 años vine al Centro Dramático Nacional a dar un curso de 6 semanas. Él me volvió a llamar para dar más y siempre insistía para que lo escribiera. Otro empujón vino de la Sociedad de Profesores de la Técnica Alexander, que me eligió para hacer su memoria anual y acumulé muchas notas y textos. El libro lo empezamos en Madrid, lo continuamos en Barcelona, mientras yo daba clase en la Escuela Rosita Mauri, y lo acabamos en mi casa de Mastrouby.
-¿Por qué falla la voz, por problemas fisiológicos o psicológicos?
-Por las dos razones, pero muy a menudo porque el cuerpo entero interfiere en el uso de la voz, los músculos se someten a una gran tensión y lo psicológico se convierte en fisiológico. Yo mismo empecé a trabajar en esto porque después de dar mi primera clase perdí por completo la voz. De ahí surgió el método. Hace unos años también estuve enfermo y tuve que empezar poco a poco, con la ayuda de mi esposa, a recuperar mi voz. Desde entonces no dirijo ni actúo, me dedico a los cursos y a escribir. Echo de menos dirigir teatro.
-¿Cómo puede una persona corriente cuidar su voz?
-Mi método sirve a todos, no sólo a los actores. Creo que la gente debe controlar las posturas incorrectas y por supuesto no fumar. ¡Ah! y no vivir en las ciudades.
Amelia Die
Esta entrevista fue publicada en marzo de 1999, en el número 214 de MUY Interesante.