Ivo Pitanguy: "Trabajo para aumentar la autoestima de las personas"
"Trabajo para aumentar la autoestima de las personas" Nació en Belo Horizonte (Brasil) y es el cirujano plástico más famoso del mundo y pionero de varias técnicas quirúrgicas. Su escuela en Brasil es el centro de aprendizaje de cientos de especialistas de todo el mundo, y su clínica, el lugar de peregrinación de famosos en busca de la eterna juventud. Inmensamente rico, ha sido calificado por algunos como un mero vendedor de estética. Entre sus muchos libros destaca un manual titulado "Aesthetic plastic surgery of the head and the body", y su biografía " O direito á beleza" (El derecho a la belleza).
No puede revelar los nombres de las personas famosas a las que ha operado: "Es un secreto profesional y hacerlo vulneraría la ética más elemental y la confianza que han depositado en mí -dice-. Además, todos son iguales para mí. Cada paciente es un caso particular y todos reciben el mismo trato".
Pero es un secreto a voces que por las manos de Ivo Pitanguy han pasado actrices y actores famosos y personajes de la jet-set, además de miles de nombres anónimos. Unos y otros confiaron en un cirujano que empezó hace más de 30 años y ahora es el símbolo del milagro estético.
-¿Por qué se ha convertido usted en una leyenda y en un maestro para todos los cirujanos plásticos del mundo?
-Tengo unas buenas bases, unos principios interesantes en cirugía plástica. Trabajé con especialistas de todo el mundo en los años cincuenta, como el norteamericano John Longrece. Me gradué en la Universidad de Río de Janeiro y empecé a hacer prácticas en uno de los hospitales de la ciudad, en urgencias. Allí comprendí que hay dolencias muy importantes para los pacientes, que se escapan de la atención de los cirujanos, como las cicatrices o las quemaduras. En aquella época no había programas estructurados de estudios, por lo que tuve que iniciar una doble peregrinación por diferentes países para conocer a los especialistas que estaban trabajando en plástica y aprender de ellos. Estuve dos años en cada país, en Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Alemania. Volví a Brasil, con una formación amplia, cuando todavía era muy joven. Ya entonces me gustaba enseñar, porque creo firmemente que el conocimiento no puede guardarse para uno mismo, y me propuse transmitir todo aquello que había aprendido, como una misión. Así que enseguida entré como profesor en la Universidad Católica, después fui profesor titular y en poco tiempo inicié un curso de posgraduado.
-¿Fue entonces cuando instaló su clínica particular en el barrio de Botafogo, en Río?
-Creé la clínica no sólo para acoger pacientes procedentes de todas las partes del mundo, sino que desde sus inicios consideré las instalaciones como una extensión de la universidad para la formación de cirujanos plásticos de todo el mundo. Hicimos un convenio, de forma que la clínica estuviera bien equipada para la docencia. En unos 30 años hemos formado más de 400 cirujanos plásticos, que después se han diseminado por el mundo. Se creó incluso una sociedad de ex alumnos muy activa, que intenta mantener unos criterios éticos generales y una filosofía de la plástica.
-Cuáles son esos criterios?
-Uno de los principios que enseño es el de no separar la cirugía plástica de la estética. Hay que apoyar a los estéticos. Hubo un momento en el que se les dejó de lado porque mucha gente consideró que debían separarse las dos especialidades, pero hoy entendemos justo lo contrario. Es necesaria la colaboración, de forma que se complementen. Cada especialidad tiene sus propias limitaciones, y la unión hace la fuerza. Por ejemplo, si hablamos de la piel, para dar un buen servicio hay que tener un departamento de dermatología y otro de cosmética, como yo tengo en la clínica. El cirujano no puede hacer todo.
Para estudiar con Pitanguy se presentan cada año más de cien candidatos para unas diez plazas, y la mitad, aproximadamente, son para médicos de fuera de Brasil. Los estudiantes, que son ya cirujanos titulados, trabajan de forma rotatoria en unidades de quemados, oncología, microcirugía, maxilofacial y cirugía de la mano.
Manuel Antonio Sánchez Recasens es uno de los discípulos españoles que han seguido las enseñanzas de este maestro. Junto con Pitanguy y otros muchos profesionales, comentó recientemente las últimas técnicas de ambas especialidades en Sitges (Barcelona) durante las Jornadas Mediterráneas de Medicina y Cirugía Estética, organizadas por el Centro Médico Europa de Barcelona.
En ellas se habló de las técnicas más novedosas, como el láser como complemento de la cirugía del lifting, o estiramiento, y la cirugía endoscópica aplicada a la estética, una de las técnicas que más éxito está teniendo, aunque no se puede practicar en todas las intervenciones. La endoscopia se puede utilizar también en los implantes de silicona de las mamas a través del ombligo.
-¿Usted ha creado técnicas innovadoras, como lo fue en su momento la de sustituir el clásico corte bajo la mama por uno en el centro de los pezones, que disminuye el impacto de las cicatrices. ¿Qué otras técnicas ha aportado?
-En cirugía mamaria, en todo el mundo se utiliza la técnica que yo describí con el nombre de "angular romboide", que consiste en una incisión vertical desde la aréola. Si estamos hablando de hipertrofias mamarias, en las que la finalidad es una reducción de los senos, mi intervención clásica consiste en realizar una cicatriz en forma de "T" invertida. Y también es posible una incisión vertical en forma de "L". Depende de cada paciente.
Pitanguy también ha inventado una cubierta de poliuretano para los implantes de silicona, que crea menos problemas de encapsulamiento. Una de las formas de rechazo a estos implantes es lo que se conoce como contractura capsular. El cuerpo fabrica una envoltura fibrosa que rodea el implante y lo aísla del resto del organismo formando una cápsula de colágeno. Por eso es importante no sólo el relleno, sino la cubierta. Se ha visto que no puede ser completamente lisa y que las rugosas tienen un índice de contracturas menor.
-Otra especialidad de su clínica es el lipofiling. ¿En qué consiste?
-En utilizar el tejido graso extraído de alguna parte del cuerpo por liposucción para rellenar surcos en el rostro o, especialmente, en las manos. Soy conocido por las técnicas que he desarrollado, y quizás algunas especialidades, como la de la mano, que he trabajado a fondo, han llegado a ser tan importantes que se han divulgado mucho. En el caso de la mano, hay en mi clínica un departamento dedicado en exclusiva a esta especialidad.
-¿Qué cambios y progresos -y no sólo en las técnicas, sino también en las demandas de sus pacientes- ha observado usted en la cirugía plástica y estética desde que empezó hasta ahora?
-Hoy existen cirujanos plásticos bien formados en todo el mundo. Eso es el auténtico progreso. Y también el hecho de que a través de la cirugía plástica y estética hemos llegado a la comprensión del individuo. Estas especialidades médicas han ido en beneficio de la población. Y no sólo de su parte física, sino también de la anímica, porque trabajamos para aumentar la autoestima de las personas, un concepto social muy importante. Si alguien es infeliz por culpa de su aspecto, debemos ayudarle para que se sienta bien. Hay quien tiene defectos pero está en armonía con su estado de ánimo, y entonces siempre es desaconsejable la intervención. Por ello, es necesario hacer un diagnóstico del paciente de tipo físico, pero también psíquico, para entender sus motivaciones. Que conozca qué va a conseguir y qué no con las técnicas de cirugía que le vamos a aplicar. Si ves a un mutilado o un quemado, se comprende que hay que restaurar, pero en ocasiones las cosas son menos graves: un defecto en la nariz puede ser un problema o no serlo, depende de cómo se perciba. A veces, hay pacientes que piden algo que no está en manos del cirujano, sino de un psicólogo o un psiquiatra, que les enseñe a aceptar la verdad que no quieren asumir. Hay personas perfectamente normales que se ven feas.
-Usted despierta admiración en todos los que han pasado por su clínica, tanto pacientes como alumnos. ¿Cuál es su secreto?
-Me crié en una ciudad encaramada en una montaña, Belo Horizonte, en el estado de Mina Geraes. Allí, la gente, cuando llega a una montaña, piensa en el nuevo pico que le falta por alcanzar. Ese deseo de llegar siempre más lejos ha movido mi vida. Otra cosa es que siempre tengo un trato individual con mis pacientes, sean famosos o ricos o todo lo contrario. Atiendo dos servicios de cirugía plástica: uno en la cátedra Carlos Chagas, en la escuela de posgraduados de la Pontificia Universidad Católica, en Río; y la otra cátedra está en el Hospital de la Santa Casa de la Misericordia, en Río de Janeiro. Ahí atendemos a personas sin recursos de forma gratuita, porque la cirugía plástica no es el capricho de los ricos, sino el problema de mucha gente que necesita beneficiarse de las posibilidades de la medicina actual: accidentados, quemados, mutilados, personas con defectos congénitos. Por eso, los hospitales tienen departamentos reparadores en todos los países y, en cambio, la estética no puede ser un derecho de todos, porque hay temas de salud más importantes que no están aún resueltos.
-En Brasil, el concepto de culto a la belleza está muy arraigado y entre la población existe una gran preocupación por el aspecto físico. ¿A qué cree que se debe?
-Al clima. En Brasil, las temperaturas cálidas hacen que la gente vaya siempre vestida de forma ligera, y el cuerpo se hace más evidente, más público. Por eso, la imagen es más importante que en los países fríos, donde la gente va tapada y el cuerpo se muestra sólo en la intimidad. Es una diferencia que influye en el carácter y en la preocupación por lo externo. El clima afecta a la psicología.
Pitanguy, culto y refinado, ligeramente vanidoso, domina varios idiomas y se considera un amante del arte y la literatura. Además, practica el kárate "porque genera una filosofía que ayuda a la concentración."
Cristina Ribas
Esta entrevista fue publicada en julio de 1997, en el número 194 de MUY Interesante