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¿Por qué comer habas puede ser mortal?

¿Y si te dijera que uno de los alimentos más nutritivos para nosotros, también puede matarnos? Y además, seguramente lo hayas comido varias veces...

¡Te cuento! Hay algunas plantas que contienen semillas. Las semillas son los cuerpos que componen el fruto del que surge una nueva planta. Este término hace referencia a la estructura reproductiva en la que se reproducen las plantas, por lo que se denominan espermatófitos (plantas que producen semillas). Si bien es cierto que una semilla es el principio a partir del cual puede crecer una nueva planta en condiciones adecuadas, también contiene una reserva de alimentos y está envuelta en una capa exterior de protección.
Pues bien, sin profundizar mucho en las complejas cuestiones de la taxonomía de las plantas, hay una familia que, junto con los cereales y algunas frutas y raíces tropicales, ha sido la base de la alimentación humana durante miles de años, y su consumo ha sido una parte inextricable del desarrollo humano.
¿Ya sabes de qué familia estamos hablando? Estoy hablando de las leguminosas (Leguminosae) o fabáceas (Fabaceae), y de sus semillas, las legumbres.
Algunas de las legumbres más frecuentemente consumidas son los guisantes, las judías (también conocidas como frijoles, alubias o habichuelas), los garbanzos, las lentejas, los cacahuetes (o maní), la soja o nuestras protagonistas en este artículo: las habas (Vicia faba).
Las habas son un milagro de la naturaleza. Por un lado, están llenas de proteínas y otros nutrientes, y por otro provocan muchos gases (a veces en situaciones incómodas). Pero por alguna razón, comer habas puede provocar algo más que hinchazón y una orquesta de flatulencias. Las habas pueden inducir una ruptura repentina y grave de los glóbulos rojos en algunas personas, empeorando así su estado general.
Verás, los hematíes (otro nombre para los glóbulos rojos) son especialmente importantes en el transporte de oxígeno por todo el cuerpo. Por eso, una destrucción rápida y repentina de los eritrocitos (otro nombre para los hematíes) puede provocar una escasez de oxígeno en los tejidos del cuerpo. Básicamente se ha roto el "camión" que debía transportar el oxígeno, así que el oxígeno no llega a donde debería. Como podréis imaginar, esto puede ser muy grave. ¿Cuáles serán los síntomas de esta condición? Pues ahora que entendemos que el oxígeno no llega donde debe, es fácil comprender que los síntomas puedan incluir la dificultad para respirar, debilidad, mareos y confusión. Hay varias cosas en medicina que nos pueden causar un cuadro similar, pero una pista muy grande es que estos síntomas comiencen poco después de haber comido habas.
Por cierto, los científicos, que a veces son demasiado prácticos, llamaron a esta condición favismo (por eso de que "la familia de la fabáceas", o de que el nombre científico de las habas sea "Vicia faba").
Profundicemos un poco más en la ciencia de esta condición. Veréis, para transportar el oxígeno, los glóbulos rojos están formados, entre otras cosas, de una molécula que se llama hemoglobina. Y cuando tenemos la hemoglobina baja (tal vez porque nuestros glóbulos rojos se estén perdiendo -sangrados- o destruyendo -favismo, por ejemplo-), llegamos a una condición que te sonará más: anemia.
El asunto es que hay varios tipos de anemia, según la causa de que suceda. En este caso, se trata de una anemia hemolítica.
La anemia hemolítica es un grupo de trastornos de la sangre que causan la disminución de la masa de glóbulos rojos sanguíneos. A diferencia de las anemias no hemolíticas (por ejemplo, por déficit de hierro -otro componente de la estructura de la hemoglobina-), en las anemias hemolíticas la vida de los glóbulos rojos en sangre periférica (normal entre 90 y 120 días) está acortada.
Dicho de otro modo, no solo tenemos menos glóbulos rojos, sino también los tenemos más frágiles. Y lo que ocurre es que cuando se rompe un glóbulo rojo no solo libera hemoglobina y hierro, también libera el resto de su contenido (bilirrubina, colesterol, etc). Esto tiene muchas implicaciones. Por ejemplo, al liberar bilirrubina, podemos desarrollar ictericia (nos ponemos amarillos), al liberar colesterol nuestra vesícula tendrá que trabajar extra y podrá generar cálculos biliares y, desde luego, también tendremos fatiga.
En los casos más graves, esta enfermedad puede provocar la muerte de quien la padece. ¿Lo peor de todo? Que ni siquiera tienes que comer habas para que esto ocurra. Algunas personas pueden tener esta respuesta solo por respirar el polen de las plantas.
Verás, comer judías no es el problema, el problema es tener una alteración genética que provoca un déficit de una enzima. Una enzima es una molécula que ayuda a que se produzcan reacciones químicas en el cuerpo. Así, cuando no tenemos suficiente cantidad de esta enzima, nuestros glóbulos rojos empiezan a descomponerse más rápidamente.
Esta respuesta extrema a las habas se denomina favismo y se asocia a niveles bajos de una enzima llamada glucosa-6-fosfato deshidrogenasa (G6PD). Esta enzima protege a tus hematíes de unas moléculas llamadas radicales libres de oxígeno. Estas moléculas son una parte natural de la vida, se producen cuando las células producen energía, por ejemplo. Pero también pueden acumularse y ser dañinas. En condiciones normales, tenemos nuestros mecanismos de protección, como la enzima G6PD, pero si fallan nuestros escudos, podemos tener problemas.
Pero aquí es donde la Medicina se complica todavía más. Hay más de 400 millones de personas en el mundo que tienen niveles bajos de esta enzima y que NO tienen favismo. Esto es porque el favismo es una enfermedad genética, y la mayoría de esos 400 millones son biológicamente varones. ¿Por qué esto es importante? porque el gen responsable de la producción de G6PD está en el cromosoma X (es una enfermedad ligada al cromosoma X). Y las mujeres tienen dos de esos cromosomas X (los varones tienen solo uno). Por suerte, para desarrollar la enfermedad se suelen necesitar mutaciones en ambos cromosomas X.
Por tanto, la deficiencia de G6PD es transmitida por madres que llevan una copia del gen en uno de sus cromosomas X a la mitad de sus hijos; los hijos varones estarán afectados (al carecer de una segunda copia), y las hijas que reciben el gen son portadoras.
Las habas contienen compuestos que, al ser digeridos, potencian la producción de radicales libres. Así que hay aún más de estas moléculas en tu cuerpo y, sin su enzima guardián para protegerlos, tus glóbulos rojos están algo indefensos y acaban sufriendo muchos daños, rompiéndose y provocando esa anemia hemolítica de la que hablábamos antes.
Lo malo es que estamos hablando del defecto enzimático más común que tiene nuestra especie y no existe un tratamiento específico.
Así que, en un día como hoy, si tienes la suerte de no tener que evitar este nutritivo tesoro que nos ofrece la tierra, no olvides disfrutar de un buen plato de habas (o de alguna de sus hermanas legumbres).
Referencias: 
Rozman, C. & Cardellach, F (Ed. 19). (2020). Farreras Rozman. Medicina Interna. Elsevier.
Jameson, J.L. et al. (Ed. 20). (2019). Harrison. Principios de medicina interna. McGraw Hill.

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