Eutanasia y ética ciudadana
En España hemos llegado a ese punto de inflexión donde se suma la voluntad social y política, además del respaldo jurídico y constitucional necesario para producirse un cambio y ampliar derechos hacia el buen morir.
La sociedad española es una democracia madura, preparada para afrontar el debate de la eutanasia e incorporar a los derechos de ciudadanía el derecho a una buena muerte, una muerte digna. Para ello existe voluntad social, la regulación legal de la eutanasia es apoyada por siete de cada diez personas, según el CIS, en nuestro país. También política, a nivel de los partidos con representación en el Congreso de los Diputados, donde solo las derechas se oponen a su regulación, a pesar de que entre su electorado hay un significativo apoyo social en favor de la regulación.
Pero a pesar de la madurez de nuestra sociedad y democracia y del apoyo mayoritario por parte de la ciudadanía la principal dificultad para mantener un debate sereno y riguroso sobre la eutanasia es la confusión de conceptos. Confusión por desconocimiento, de forma interesada o incluso de mala fe que no ayuda a mantener un diálogo franco.
Un nuevo derecho de la ciudadanía
Para contribuir a la construcción de ese debate abierto, sin prejuicios y con buena voluntad es bueno comenzar por el principio. Eutanasia significa buena muerte. Una muerte tranquila, rápida, sin sufrimiento, sin dolor, que se elige en situación de padecimiento irreversible exclusivamente para uno mismo, de forma libre, consciente y reiterada. Un nuevo derecho subjetivo de ciudadanía. Sin embargo, a veces se plantea en el debate bajo los parámetros de un homicidio o un exterminio, llegándose a utilizar ejemplos o similitudes con la ideología nazi. Algo ofensivo y de todo punto incierto, pues la eutanasia nunca puede ser una muerte violenta ajena a la propia voluntad, ni ser impuesta a la persona.
De la misma manera son inadmisibles en el debate las diferentes adjetivaciones al término como directa, indirecta, activa, pasiva, voluntaria, involuntaria. Son falaces ya que cualquier conducta que no se produzca libre y autónomamente a petición de la persona no puede llamarse eutanasia. Además hay que excluir del concepto el rechazo de un tratamiento o la limitación del esfuerzo terapéutico aunque pueda conducir a la muerte. Y tampoco cabe comparación con el suicidio, son conductas y situaciones diferentes cuyo abordaje tiene una distinta fundamentación ética.
Eutanasia y cuidados paliativos: hablamos de cosas distintas
Además es falso plantear el debate confrontando la ley de eutanasia versus la ley de cuidados paliativos. La ley de eutanasia busca regular el derecho individual subjetivo de las personas que, sin estar ante una muerte inminente, padecen un sufrimiento insoportable debido a una enfermedad grave, crónica o altamente invalidante, por lo que deciden solicitar y recibir la ayuda para morir anticipadamente. En este caso cabe la regulación de la objeción de conciencia para el personal sanitario. Mientras que la ley de cuidados paliativos regula los derechos y garantías de todas las personas en situación de muerte inminente mediante una asistencia sanitaria y social en el final de sus vidas, respetando su autonomía y su voluntad para morir en condiciones dignas. En este caso la objeción de conciencia no está permitida.
Son dos situaciones distintas que requieren actuaciones distintas, porque los cuidados paliativos son indispensables, pero en ocasiones no son la respuesta. Ambas leyes son necesarias y complementarias para que en nuestro país avancemos en el buen morir. Una muerte digna que es mucho más que una muerte sin sufrimiento, sin dolor, tranquila, con serenidad y en paz. Si no que también forma parte de una ética ciudadana sustentada en los derechos humanos y los valores constitucionales de la autonomía personal, la dignidad y la libertad de las personas; que hace una cerrada defensa de la vida sin imponer la obligación de vivir en malas condiciones, cuando a juicio de la persona que sufre de forma grave, irreversible e inevitable, esto erosiona su integridad física o moral y su dignidad.
En los próximos meses el debate será intenso… Ojalá en estas líneas haya podido apuntar alguna clave para que cada uno de nosotros y nosotras pueda elaborar un discurso propio y riguroso.
Carmen Montón, ex ministra sanidad, consumo y bienestar social