Te quiero verde para vivir más tiempo
Si se cumplieran las recomendaciones de la OMS de acceso a espacios verdes, las ciudades de Europa podrían evitar hasta 43 000 muertes prematuras al año.
En una de las carreteras principales que atraviesan el municipio de Santa María de Cayón, a unos 20 kilómetros de Santander, un grupo de vecinos cosecha calabacines gigantes mientras otros charlan a la sombra de una caseta de herramientas. Están en los ‘huertos ocupacionales sostenibles’, una iniciativa del ayuntamiento que desde hace más de una década ofrece varias parcelas para su uso y cultivo. Cada año se realiza un sorteo entre las personas interesadas y se da prioridad a aquellas desempleadas, jubiladas o pensionistas: siempre hay lista de espera para acceder a uno de estos espacios.
Los huertos se conciben, según se explica en la web municipal, como “un medio de formación, aprendizaje, capacitación y sensibilización ambiental”. Pero los beneficios de estos espacios van mucho más allá: sabemos que el acceso a espacios verdes mejora el bienestar físico y mental de sus usuarios, pues son lugares de encuentro social, idóneos para la práctica de ejercicio físico y perfectos para desconectar del estrés y las prisas de la vida diaria. Sobre la población más joven, los efectos de realizar actividades en zonas verdes de manera habitual son indudables: hace pocas semanas, un trabajo publicado en la revista People and Nature revelaba que los niños que tuvieron más conexión con la naturaleza durante la pandemia padecieron menos problemas de estrés y ansiedad asociados a la situación sanitaria.
Además, son numerosos los estudios que demuestran que las áreas verdes ayudan a mitigar la contaminación atmosférica y acústica, contribuyen a la captura de dióxido de carbono y atenúan el efecto ‘isla de calor’ que se da en muchas ciudades debido al hormigón, asfalto y otros materiales. Todos estos factores derivan en abundantes beneficios para la salud como un menor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares o afecciones respiratorias asociadas a la mala calidad del aire. La revista Lancet Planet Health acaba de publicar un estudio que apunta más lejos y propone un ranking de las ciudades europeas con mayor mortalidad atribuible a la falta de espacios verdes. Los autores, del Instituto de Salud Global de Barcelona, obtuvieron datos de mortalidad por causas naturales y de niveles de espacio verde de cada una de las ciudades estudiadas relativos al año 2015. Posteriormente, y en base a los resultados sobre asociación entre espacios verdes y mortalidad proporcionados por grandes meta-análisis publicados con anterioridad, estimaron el número de muertes por causas naturales que podría ser evitado si cumpliesen con las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de acceso a espacios verdes: hasta 43 000 fallecimientos al año.
Encabeza el listado, que se puede consultar a través de esta web del ISGlobal, la ciudad italiana de Trieste, seguida por Turín, Blackpool, Gijón y Bruselas. Aunque quizá pueda llamar la atención que, por ejemplo, una ciudad como Bruselas, que cuenta con enormes espacios verdes, aparezca en el listado, los investigadores han querido reflejar el porcentaje de población que tiene acceso real a esas superficies: “Hemos analizado la proximidad de las residencias a algún espacio verde siguiendo la recomendación de la OMS, que nos dice que todos deberíamos tener un parque a menos de 300 metros de casa”, nos explica Evelise Pereira, una de las autoras, en una entrevista telefónica. “Hay ciudades, como Barcelona, que tienen mucha superficie verde, pero esta se encuentra en su mayoría en la periferia, lo cual coloca a algunas personas en situación de desventaja en función del barrio donde vivan. Muchas veces los espacios verdes no se encuentran cerca de donde vive la gente, de manera que no generan beneficios para la salud”.
El objetivo del estudio es mostrar esa distribución desigual dentro de cada ciudad, y por ello han usado una escala con cuadrículas de 250 metros. “La idea inicial es que cada municipio conozca dónde se encuentra esa inequidad en relación al acceso a zonas verdes, y que dentro de su contexto conozca cuál es el camino a seguir en caso de querer ampliar estos espacios”, nos explica la investigadora.
El estudio llega en un momento en el que muchos sectores de la ciudadanía demandan propuestas para rediseñar el espacio público y crear urbes más habitables y saludables. En esa línea, el proyecto europeo IN-Habit pretende convertir cuatro pequeñas ciudades europeas en laboratorios de ensayo para estudiar medidas que integren realmente las periferias en las ciudades y las conviertan en agentes fundamentales de la transformación urbana. Una de ellas es Córdoba, y allí se ha elegido como hilo conductor el patrimonio arquitectónico y cultural que representan los patios andaluces. “Nuestra idea es monitorizar patios cordobeses con distintas tipologías, arquitectura y vegetación para saber cuál es su comportamiento real en cuanto a variables como la atenuación de la temperatura, manejo del agua, captación de dióxido de carbono, etc.”, nos explica Mar Delgado, coordinadora de IN-Habit en España y catedrática en el Departamento de Economía Agraria, Finanzas y Contabilidad de la Universidad de Córdoba. “Todos sabemos que en los patios se está más fresco, pero queremos ver cómo las características de cada uno contribuyen a aspectos como el confort térmico o el bienestar, a no depender del aire acondicionado en agosto o de la calefacción en invierno”.
Ciudades inclusivas, beneficios para todos
Cuando hablamos de desigualdad en el acceso a zonas verdes, existen muchas barreras más allá de la mera distancia desde el hogar. Por ejemplo, un estudio recientemente publicado por científicos de la Universidad de Alcalá revelaba que las personas de los barrios más humildes de Madrid realizan menos actividad física en los espacios públicos. Entre los factores que explican esta diferencia se encuentran tanto la inseguridad percibida en estas zonas como la precariedad laboral de sus habitantes: las jornadas prolongadas en el tiempo y exigentes físicamente dejan poco margen para salir a pasear por el parque.
Otra de las acciones propuestas por el proyecto IN-Habit en Córdoba consiste en la renaturalización de varios patios en Las Palmeras, uno de los barrios con índices socioeconómicos más bajos de la ciudad y con numerosos problemas de exclusión social. “El prefijo ‘IN’ de IN-Habit proviene de la palabra ‘inclusivo’: queremos que la salud y el bienestar de las soluciones basadas en la naturaleza y otras acciones urbanas lleguen a todos los ciudadanos, también a los más desfavorecidos”, nos explica Delgado. “Queremos introducir más vegetación en estos espacios, y no solo plantas ornamentales sino también comestibles, como por ejemplo especies aromáticas, hacer acciones para motivar a la gente joven a hacer ejercicio en los patios, e investigar cómo estas acciones influyen en la salud y bienestar de los participantes”. En Lucca, otra de las ciudades adscritas al proyecto, se va a plantear la creación de una especie de ‘corredor para mascotas’ en el paseo que recorre la muralla de la ciudad antigua para que pueda servir de lugar de encuentro entre personas que salen con sus animales. “En muchas ciudades europeas la población está muy envejecida, y el hecho de tener una mascota empuja a las personas mayores a levantarse, asearse y arreglarse para salir a la calle a pasear y socializar”, reflexiona la investigadora. Disponer de esos espacios verdes en los que encontrarse y charlar es, por tanto, un requisito fundamental para combatir la soledad y contribuir al bienestar de la población de mayor edad.
Cada ciudad, un reto
¿Cómo reverdecer nuestras ciudades de la manera más equitativa e inclusiva posible? No hay una receta única, pues cada lugar tiene sus particularidades. No es lo mismo una población dispersa, con mayor espacio entre las casas para introducir nuevos elementos basados en la naturaleza, que los densos cascos históricos de muchas ciudades europeas. “Algunas ya se están reinventando y aprovechando, por ejemplo, antiguas zonas industriales o edificios infrautilizados para construir parques urbanos o zonas de uso público en las que se amplíe el espacio verde”, nos comenta Pereira. “En España las terrazas están infrautilizadas y las calles tienen un diseño muy impermeable en el que predomina el asfalto, pero podemos pensar en cómo darle la vuelta a la tortilla. Por ejemplo, hay muchos espacios como centros de salud o escuelas en los que se pueden instalar zonas verdes, de forma que la función social de educar o atender a la salud se amplíe con el beneficio que proporcionan estos elementos”. Se trata de buscar formas de rediseñar las ciudades respetando su herencia histórica y cultural, como es el caso de los patios cordobeses, pero con acciones que potencien los beneficios de reverdecerlas y ganar espacio para la salud y el disfrute. Porque cosechar calabacines gigantes en pleno casco urbano es solo una de las muchas posibilidades que tenemos para vivir más, y mejor, en unas ciudades que ojalá sean cada vez más verdes.