¿Estamos realmente preparados ante una pandemia?
Carmen Montón, exministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, nos habla en su columna del nuevo coronavirus.
Todas las autoridades mundiales están en alerta frente al coronavirus 2019-nCoV responsable del brote originado en Wuhan, provincia de Hubei, China.
Esta infección respiratoria, que se propaga de persona a persona, está resultando altamente preocupante con una tasa de letalidad del 2,3%. Además, a China, paulatinamente van sumándose los demás países… Tailandia, Japón, Corea del Sur, Taiwán, Vietnam, Singapur, Nepal, Malasia, Sir Lanka, Australia, Francia, Canadá, EEUU, Alemania y así hasta veinte países por el momento.
La OMS está empleándose a fondo junto a las autoridades de los distintos países, en el caso de España junto al Ministerio de Sanidad que ya ha activado las comisiones y redes pertinentes. Como reflexión al margen del tema, añadir que estos acontecimientos ponen las cosas en su lugar y disipan posibles cuestionamientos de la existencia del Ministerio de Sanidad. Supongo que ya nadie piensa, o al menos lo expresa en voz alta, que el Ministerio de Sanidad no tiene competencias o es irrelevante.
Volviendo al tema vemos como la OMS ha establecido el nivel de alerta intermedio, descartando la consideración para epidemias muy graves de “emergencia de salud pública de importancia internacional”. Sin embargo, lo cierto es que la situación que estamos viviendo hace que la comunidad internacional deba plantearse profundas cuestiones. ¿Estamos realmente preparados ante una pandemia? ¿Somos vulnerables? ¿En qué grado?
Frente a estas preguntas el primer informe anual sobre preparación mundial de emergencias sanitarias de la OMS da un fuerte tirón de orejas a los diferentes países. Deja al descubierto que el compromiso de destinar el 15% del presupuesto a mejorar la sanidad por parte de casi 200 gobiernos en la cumbre de Abuya del año 2000, lamentablemente, no se ha cumplido.
Epidemias en un mundo globalizado
Cada vez somos más conscientes de que en un mundo globalizado como el que vivimos nadie queda al margen, las epidemias se comportan con más rapidez y mayor alcance. Es más, la globalización favorece los brotes epidémicos. Todo el planeta está conectado en cuestión de horas a través del trasporte de mercancías y personas. A esto se une el incremento de la pobreza, la concentración de la población en grandes ciudades, que a veces crecen sin la debida previsión de servicios sanitarios, y el cambio climático.
Obviamente la vigilancia es una pieza clave para controlar el alcance de los brotes, por ello la OMS mensualmente examina alrededor de 5000 indicios de nuevos brotes. Invertir en vigilancia ahorra en servicios sanitarios a razón de 10 dólares por dólar gastado y salva vidas.
Pero la mayor garantía y protección frente a las epidemias se basa en la existencia de una cobertura sanitaria universal dentro de un sistema sanitario público fuerte. La exclusión sanitaria, la falta de equidad y la fragilidad en los sistemas de salud de los países son un grave riesgo frente a una catástrofe sanitaria mundial. Desgraciadamente en el planeta más de la mitad de la población no tiene acceso a los servicios de salud esenciales.
Demasiadas veces en los discursos se habla del sistema sanitario como una pesada carga de gasto que debe contenerse o recortarse. Rara vez se aborda como una inversión que hay que promover, proteger y defender.
Ahora es pertinente hacernos otra pregunta: ¿Cuánto vale una vida humana? ¿Y si esa vida es la nuestra?
Ante situaciones epidémicas de este tipo es cuando deberíamos agradecer que nuestro sistema sanitario sea público, universal y tenga tanta calidad. Y además, cuando deberíamos exigir mayor compromiso en su fortalecimiento.
La epidemia más mortal de la historia de la humanidad fue la llamada “ gripe española” de 1918, entre 50 y 100 millones de personas fallecieron. Ojala sea un hito histórico que no sea superado, aunque los antivacunas, los contrarios a la asistencia sanitaria universal y los negacionistas del cambio climático ponen las cosas aún más difíciles.
Todos debemos ser conscientes de que vivimos en una completa interdependencia donde nadie está al margen, ni queda indemne. La humanidad debe prepararse para reaccionar con celeridad y de manera certera ante la próxima gran pandemia letal, pero nuestra aspiración debería ir más allá de dar respuesta a los brotes, sino que deberíamos intentar prevenirlos.