El sistema sanitario es parte de la lucha contra la violencia de género
Carmen Montón, exministra de sanidad, consumo y bienestar social, nos habla en esta columna de su visión del papel que debe jugar el sistema sanitario en la lucha contra la violencia de género.
Nacer mujer es un riesgo para la salud en todo el planeta. La violencia machista y el feminicidio son una de las primeras causas de muerte no natural en las mujeres. Además, sus secuelas son causantes de discapacidad y sufrimiento para millones de mujeres en el planeta.
La estimación, sin cuantificar la violencia psicológica, es que 1 de cada 3 mujeres del planeta han sufrido violencia física o sexual a lo largo de su vida. Una prioridad de salud pública marcada desde 1996 por la OMS, que la definió como cualquier acto o intención que origina daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a las mujeres. De modo que incluye las amenazas de dichos actos, la coerción o privación arbitraria de libertad, ya sea en la vida pública y privada. Entonces si la violencia machista se considera un problema de salud de primera magnitud y dimensión pandémica, además de una grave vulneración de los derechos humanos de las mujeres, ¿por qué el personal sanitario encuentra tan difícil reconocer y manejar la violencia machista?
Las justificaciones más frecuentes son la falta de tiempo. En general el tiempo es el caballo de batalla de todos los sistemas sanitarios, pero esa respuesta enmascara que los profesionales sanitarios no consideran la violencia machista como una prioridad asistencial dentro del tiempo que disponen sea este mayor o menor. Es más un problema de percepción, concienciación y voluntad, que un problema material de tiempo. También se indica como razón la falta de un circuito y coordinación que garantice la protección de las mujeres víctimas. Una coordinación y protocolos de actuación mejorables para ofrecer una atención temprana y eficaz a las mujeres víctimas de violencia de género, sus hijos e hijas. Y por último, la falta de habilidad y formación de los propios profesionales, y es que la violencia machista sigue siendo literalmente una asignatura pendiente en medicina, enfermería y demás carreras de ciencias de la salud. En general, se puede afirmar que la formación sanitaria, como muchas otras, carece de perspectiva de género.
Por otro lado, más allá de justificaciones más o menos certeras, lo que la experiencia ha demostrado es que la identificación de los casos de violencia está ligada fundamentalmente a la sensibilización y concienciación de los profesionales.
El sistema sanitario puede ser parte de la solución
En la lucha contra la violencia de género no caben equidistancias, desgraciadamente en los parlamentos nacidos de las nuevas elecciones donde la ultraderecha se ha enseñoreado del discurso conservador se está viendo. Por tanto, el sistema sanitario puede formar parte de la solución o bien agravar este problema de salud pública.
El sistema sanitario debe ser un espacio seguro y libre de violencia de género. Debe estar al servicio de la lucha contra la violencia machista y adoptar medidas para la detección precoz, prevención y respuesta adecuada ante las consecuencias que tiene sobre la salud de las mujeres. Su papel es clave en la prevención y respuesta porque es el servicio público más cercano y con el que más mujeres tienen contacto en sus vidas.
A través de la atención primaria con la adecuada formación de sus profesionales y estableciendo un cribado universal de violencia de género se puede detectar la violencia de manera precoz antes de que alcance niveles de mayor gravedad, reduciendo sus consecuencias y sufrimiento. Con ello se consigue aflorar la bolsa oculta de maltrato identificando agresiones físicas, sexuales y psicológicas sin gravedad médica suficiente para acudir en la puerta de urgencias y orientar a las mujeres de manera temprana hacia los circuitos oportunos para la salida de la situación de violencia. También en este primer escalón asistencial se puede prevenir el suicidio, actuar frente a adicciones y problemas de salud mental en el contexto de la violencia machista.
Siempre debemos recordar que la violencia machista es un problema de salud pública, pero su origen no es ningún patógeno, sino la desigualdad y el machismo. Se asesta sobre las mujeres por el mero hecho de serlo, por ser consideradas por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión.
En realidad estamos ante un déficit democrático, un déficit en la ciudadanía de las mujeres que se manifiesta en todas las esferas de la vida, siendo la salud uno de las más graves y urgentes a corregir.