Las abejas también pueden ser pesimistas

Para averiguar cómo perciben las abejas el mundo que les rodea, Wright y sus colegas hicieron que los insectos juzgaran si un aroma determinado presagiaba algo bueno o malo. En primer lugar fueron entrenadas para relacionar un olor con una recompensa dulce y otro con el sabor amargo de la quinina. Una vez aprendido, las dividieron en dos grupos y sometieron a uno de ellos a estrés. Cuando volvieron a exponerse a los dos olores, así como a varias combinaciones de ambos, las abejas estresadas mostraban menos interés hacia el olor que identificaban con quinina -y lo "probaban" menos- que el resto de los insectos. Es decir, según los autores, sus expectativas hacia el desagradable sabor amargo eran mayores, lo que indica que hacían un juicio más negativo o pesimista de la situación.