
Una
tortuga tumbada panza arriba, sobre su concha, es una presa fácil. Por eso, cuando estos reptiles se giran accidentalmente les conviene ponerse rápidamente a cuatro patas. Las especies acuáticas, con cuellos fuertes y largos no tienen ninguna dificultad para enderezarse. Pero en las tortugas terrestres, cuyos cuellos son más cortos, la musculatura no es suficiente y hay que buscar otras estrategias. Un físico y un matemático de la Universidad de Budapest (Hungría) acaban de demostrar que la clave en estos casos está en la
geometría de los caparazones. Sus conclusiones se publican en el último número de la
Proceedings of the Royal Society B.
Los investigadores Gábor Domokos y Péter L. Várkonyi han desarrollado un
modelo geométrico del caparazón que demuestra que su forma de
cúpula es óptima para que las tortugas puedan enderezarse. Además, han dado con la fórmula y las proporciones exactas entre la anchura y la altura de su resistente cubierta. La naturaleza, como era de esperar, tampoco ha dejado esto al azar.