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Descubre la fascinante ave con garras en las alas (y no es prehistórica)

El hoatzin, un ave habitante de la cuenca del Amazonas, es un verdadero fósil viviente. Sus crías presentan tres garras en cada ala, un rasgo primitivo que se creía perdido en las aves modernas.

En el año 1861, en las calizas oolíticas de Solnhofen, se descubrió un fósil excepcional. Los restos de una criatura con aspecto de dinosaurio, al que le faltaba la cabeza, con una larga cola ósea y tres garras en cada pata delantera, pero con una particularidad: estaba cubierta de plumas. Se asignó inicialmente al grupo de las aves, aunque al no tener el cráneo, no se pudieron analizar ciertos rasgos relevantes, como si tenía o no pico. El dilema se resolvió apenas cinco años más tarde, cuando un nuevo fósil de Archaeopteryx vio la luz; probablemente uno de los fósiles más icónicos de la historia de la paleontología. Este nuevo ejemplar, que se conserva en el Museo de Historia Natural de Berlín, tenía la cabeza muy bien conservada, y un hocico largo lleno de dientes de dinosaurio.

El descubrimiento supuso toda una revolución. Algunos científicos de la época, como Thomas Henry Huxley, ya aventuraron como hipótesis que Archaeopteryx era la prueba de que las aves descendían evolutivamente de los dinosaurios, idea a la que se opuso Sir Richard Owen, la mayor autoridad en paleontología de la época, y que no pudo ser confirmada hasta finales del siglo XX. Hoy sabemos que Huxley tenía razón: las aves son dinosaurios.

Archaeopteryx

Archaeopteryx, ejemplar de Berlín. Foto: Wicki58/iStock

Desde entonces se han encontrado muchos más restos de aves prehistóricas en el registro fósil. Las más antiguas conservan esos rasgos primitivos de Archaeopteryx: hocico largo con dientes, cola ósea larga y garras en las alas. A medida que se avanza hacia tiempos más recientes, estos rasgos se ven paulatinamente modificados: el hocico con dientes se ve sustituido por un pico córneo; la larga cola ósea se convierte en una estructura corta, denominada ‘pigostilo’, que sostiene una cola formada sobre todo por plumaje; y las garras de las alas se reducen hasta desaparecer. Así se alcanzó, finalmente, el patrón corporal de las aves modernas.

Pero no todas las aves modernas comparten todos estos rasgos. Hay una especie que representa la excepción, y que conserva uno de esos rasgos primitivos, más propios de las criaturas extintas del Mesozoico. Un ave con garras en las alas.

Cría de hoatzin

Cría de hoatzin; se le aprecian las garras en las alas. Foto: Anick Abourachild / Museo Nacional de Historia Hatural de París

El hoatzin, un ave con garras en las alas

El hoatzin (Opisthocomus hoazin) es un ave habitante de la cuenca del Amazonas, cuyas crías y, en ocasiones, también los adultos, presentan tres garras en cada ala. Las garras son de pequeño tamaño, y cuando el animal es adulto, suelen quedar ocultas bajo el plumaje, pero en las crías son un rasgo muy evidente. Al observar por primera vez al hoatzín se puede pensar en ave prehistórica que, de algún modo, ha sobrevivido al paso del tiempo. Un fósil viviente, reliquia de algún período pretérito. Sin embargo, su historia evolutiva es bastante más complicada.

El registro fósil muestra especies prehistóricas emparentadas con el hoatzin, y se observan cambios evidentes a lo largo de su linaje. La morfología definitiva del hoatzín, probablemente con sus garras, parece que se desarrolló hace unos 24 millones de años, en lo que hoy es Brasil, aunque su historia evolutiva se remonta, al menos, hasta hace 34 millones de años, momento en el que vivió la especie Protoazin parisiensis, en lo que hoy es Francia. La hipótesis más aceptada es que una población de antepasados evolutivos del linaje del hoatzín probablemente cruzó el océano Atlántico flotando en una isla de vegetación.

Dada esa extraña característica, la posición filogenética del hoatzín ha sido discutida casi desde su descubrimiento, en 1776. En términos genéticos, el grupo de aves con el que se encuentra más cercanamente emparentado es el de los cucos. Estos, como el resto de las aves, no presentan garras en las alas. La conclusión es que este rasgo no es una característica primitiva, como se podría pensar en origen, sino de una innovación evolutiva posterior.

Hoatzin adulto

No todos los adultos conservan las garras de las crías, y cuando lo hacen, suelen quedar ocultas bajo el plumaje. Foto: mileihightraveler / iStock

Recuperando las garras

La evolución es un proceso que solo sucede hacia adelante. No hay forma verosímil de que una especie ‘dé marcha atrás’ y regrese a especies anteriores. Pero eso no significa que no se puedan recuperar rasgos perdidos previamente.

Los rasgos, como las garras en las alas de las aves, están genéticamente fijados, y hay, sobre todo, dos formas en que ese rasgo desaparezca: que el gen que desarrolla la característica mute y quede inactivo, o que ese gen deje de expresarse. Es prácticamente inviable que un gen mutado regrese a su forma inicial, pero no es tan difícil que un gen que ha dejado de expresarse vuelva a hacerlo.

Probablemente, eso es lo que sucedió con el hoatzin. En algún momento de su historia evolutiva, el gen que codificaba para las garras de las alas, que llevaba millones de años sin expresarse, volvió a activarse. De algún modo, el rasgo fue beneficioso para su portador, y se fijó evolutivamente en la población.

Pero no es el único rasgo que el hoatzin ha recuperado en su evolución. La evolución del vuelo de las aves implica un desacoplamiento de la coordinación locomotora entre las extremidades anteriores y posteriores —rasgo que el ser humano conserva: al caminar, mueve alternativamente los brazos adelante y atrás—. En las aves, las alas se mueven de forma independiente a las patas traseras, y se coordinan entre sí de forma distinta: las alas baten sincronizadas, mientras que las patas traseras —en la mayor parte de las especies— se mueven alternativamente.

No ocurre así con la cría de hoatzin. Los pollos y algunos adultos caminan con coordinación alterna de las cuatro extremidades, como animales cuadrúpedos. Se arrastran y trepan por las ramas de los árboles, sujetándose con las garras delanteras y traseras, aunque durante el vuelo, sí actúan como un ave clásica, batiendo las alas sincrónicamente. La recuperación de las garras y de la coordinación alterna del movimiento de las extremidades supuso para la cría de hoatzin una ventaja evolutiva que le permitía trepar y aferrarse a las ramas con éxito.

Referencias:

  • ABOURACHID, A. et al. 2019. Hoatzin nestling locomotion: Acquisition of quadrupedal limb coordination in birds. Science Advances, 5(5), eaat0787. DOI: 10.1126/sciadv.aat0787
  • Cracraft, J. 2022. The Hoatzin. Current Biology, 32(20), R1068-R1069. DOI: 10.1016/j.cub.2022.08.064
  • Hedges, S. B. et al. 1995. Phylogenetic relationships of the hoatzin, an enigmatic South American bird. Proceedings of the National Academy of Sciences, 92(25), 11662-11665. DOI: 10.1073/pnas.92.25.11662

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