Las hembras prefieren a los "bichos raros"
Un estudio reciente publicado en la revista Science sugiere que las hembras de ciertas especies de peces prefieren a los "raros" y seleccionan favorablemente a los peces de otras poblaciones, incluso si tienen patrones de colores comunes, lo que podría desafiar la aparente "paradoja de lek" en una primera generación.
El proceso evolutivo tiene dos motores. El primero, la variación, que incluye fenómenos como la mutación, metilación epigenética, transferencia horizontal de genes, endosimbiosis, etcétera. El segundo es la presión selectiva, ese efecto por el cual el ambiente selecciona a los organismos más aptos, de un modo u otro, fijando esas variaciones en el acervo de la población.
Es muy habitual que, al hablar de presión selectiva, se argumente en torno a diversas formas de selección natural. Son ejemplos habituales: mejorar la capacidad de conseguir alimento, adaptaciones para evitar ser cazado, estrategias comunicativas que favorezcan la preservación de las poblaciones, coordinación simbiótica con otros organismos en beneficio mutuo, o mutaciones que hagan a su portador resistente a algún tipo de estresor ambiental. También es bastante común hablar de la selección artificial (Sesgo de introducción: una especie cambia durante invasión), mediante la cual el ser humano elige, accidental o deliberadamente, organismos con ciertos rasgos, para favorecer o entorpecer su reproducción.

El pavo real, una presa fácil producto de la selección sexual — 4uves/iStock
La presión selectiva del sexo
Sin embargo, hay otra forma de presión selectiva, conocida desde tiempos de Darwin. Según el célebre naturalista británico, algunos seres vivos, como el pavo real o el ave del paraíso, desafían frontalmente las leyes de la selección natural, al presentar, los machos, como rasgos favorecidos por la evolución, una cola de plumas grandes, exuberantes, pesadas, coloridas y vibrantes. Un rasgo que hace a su portador muy atractivo pero muy torpe y lo convierte en presa fácil. En contraste, el plumaje de las hembras es más funcional, con colores que facilitan camuflarse con éxito.
Es casi imposible no sentir curiosidad ante este suceso. Darwin planteó que, para algunas especies, la selección de las hembras sobre los machos debía de tener más fuerza que la selección del ambiente. Claramente, las hembras preferían a machos con plumas exuberantes y vistosas, aunque ello supusiera una mayor torpeza. Lo denominó selección sexual, y su predicción fue acertada: hoy sabemos que es un factor más en la presión selectiva y, en ocasiones, un factor muy relevante. La hembra del pavo real, por ejemplo, selecciona las colas largas, que se abran de forma óptima y vibran de un modo específico, con un patrón de colores muy particular y altamente conservado. De algún modo, si ese macho ha conseguido mantenerse con vida con todos esos estorbos, es que merece que sus genes se perpetúen.

Los machos de guppy tienen colas con colores vivos y patrones intrincados — slowmotiongli/iStock
Las hembras de guppy prefieren machos raros
Además de las aves de vistosos colores, hay otros grupos de animales, en los cuales la selección sexual es evidente. Uno de los más llamativos es el de los peces guppy (Poecilia reticulata), muy apreciados en acuariofilia, de pequeño tamaño y muy prolíficos. Son fáciles de criar, la fecundación se hace mediante cópula, y las hembras son ovovivíparas, a diferencia de la mayoría de peces, ovíparos y con fecundación externa. Estas particularidades los hace, además, muy atractivos para estudios relacionados con la reproducción y la herencia, pues es fácil verificar qué macho se está reproduciendo con qué hembra, o cuáles son sus crías.
El macho es ligeramente más pequeño que la hembra, pero a cambio exhibe una aleta caudal grande y de aspecto variable, con vistosos colores, cuyos patrones varían entre individuos. Como en el pavo real, la hembra de guppy escoge activamente al macho con el que se aparea, alimentando de este modo una fuerte selección artificial. Pero con una particularidad: no tiene preferencia por una serie de patrones específicos, como sucede con las aves, sino que su preferencia está más relacionada con la frecuencia.
Cuando en una población de guppys, la mayoría de los machos tienen un patrón más o menos definido o una paleta de colores concreta, y unos pocos muestran diferencias claras, las hembras tienden a escoger a estos ‘tipos raros’, que tienen más éxito reproductivo. Si cambia el acervo de la población y el patrón que antes era común se vuelve raro, entonces pasará a verse beneficiado; y viceversa, si el patrón que antes era exclusivo se generaliza, las hembras pierden interés por él. En otras palabras, la hembra de guppy prefiere al macho diferente, poco común, que se sale de la moda, independientemente de cuál sea la moda en la población.
Dado que estos patrones de color de la cola se heredan, los hijos tienden a tener los rasgos de sus padres. De ahí que se produzca un suceso curioso: si un macho ‘raro’ tiene mucho éxito reproductivo, y por tanto, mucha descendencia, su patrón se volverá ‘común’ en la siguiente generación y el éxito de sus descendientes caerá. A este efecto se le denomina ‘paradoja de lek’.

Padres (izquierda), hijos (centro) y nietos (derecha) de guppy; el patrón se conserva entre generaciones. — (Potter et al., 2023)
De tal palo (raro), tal astilla (sexy)
En este sentido, el investigador Tomos Potter y sus colaboradores, de la Universidad de Florida, se han planteado estudiar los motivos subyacentes por esta preferencia. La hembra no obtiene una ventaja directa al aparearse con un macho raro; no aporta mejores genes —solo genes con alelos distintos— y tampoco arroja mayor descendencia, por lo tanto, el misterio ha de estar en otra parte. Una posible explicación está relacionada con evitar la consanguinidad e incorporar mayor diversidad genética en la población, algo que suele traducirse en una mayor probabilidad de éxito y una mayor adaptabilidad para la comunidad. Sin embargo, cuando se realizaron los análisis genéticos, esta hipótesis quedó descartada.
Lo que Potter y su equipo han descubierto, y que se ha publicado recientemente en la revista Science, es que esa aparente ‘paradoja de lek’ no se cumple, al menos, en una primera generación, y sucede gracias al intercambio de machos entre distintas poblaciones. Y es que las hembras no solo prefieren a los ‘raros’, sino que además seleccionan favorablemente a los peces de otras poblaciones, digamos, ‘extranjeros’, aunque tengan patrones comunes —según los investigadores, lo detectan por el olor—. Perciben a los extranjeros como ‘raros’, independientemente de su patrón de colores.
Cuando se emparejan con extranjeros de aspecto común, su descendencia es tan común como el resto de la comunidad, pero los hijos que nacen de la unión con un pez ‘raro’, conservan su rareza. Como la población de la siguiente generación ha perpetuado los patrones ‘comunes’, gracias a la entrada de peces de otras poblaciones, la descendencia del macho ‘raro’ sigue siendo rara. En palabras de los investigadores, «las hembras que se aparean con machos raros obtienen una ventaja indirecta a través del éxito de apareamiento de sus ‘hijos sexys’».
Sin embargo, con el paso de las generaciones, la realidad desmorona la ilusión de estas hembras de guppy, y la ‘paradoja de lek’ toma la iniciativa. Aunque el patrón raro no pasa a ser común de una generación a la siguiente, estos machos raros tienen un 38 % más de descendencia que los machos comunes, por lo que, tras varias generaciones, el efecto se desvanece. Otros machos serán, entonces, los raros, y las hembras los seleccionarán, solo para tener hijos más ‘sexys’.
Agradecimiento a Tomos Potter.
Referencias:
- Potter, T. et al. 2023. Female preference for rare males is maintained by indirect selection in Trinidadian guppies. Science, 380(6642), 309-312. DOI: 10.1126/science.ade5671