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Descifrando las diferencias entre los transgénicos y los organismos genéticamente modificados

Aunque estos dos términos pueden parecer sinónimos, en realidad, ni todo OGM es un transgénico, ni todo transgénico es un OGM.

Descifrando las diferencias entre los transgénicos y los organismos genéticamente modificados (Alvaro Bayon)

Desde hace algunas décadas, y no exento de polémica, se ha puesto sobre la mesa el tema de los organismos transgénicos, también llamados organismos genéticamente modificados (OGM). Normalmente, se entiende por tales aquellos que han sido desarrollados en un laboratorio, a partir de ingeniería genética.

Pero en realidad, los términos ‘transgénico’ y ‘modificación genética’ tienen ciertos matices que los hacen diferentes.

Definiendo términos

Desde un punto de vista técnico, un OGM es aquel cuyo material genético ha sido alterado artificialmente por la mano humana. Cualquier ser vivo cuyo genoma sea distinto al organismo silvestre del que procede, y cumpla con la condición de que esas diferencias genéticas son producto de la intervención humana, se considera un organismo genéticamente modificado.

Por otro lado, un transgénico es un organismo que presenta genes que pertenecen a otras especies distintas. Por ejemplo, el arroz dorado es una variedad transgénica de arroz a la que, mediante ingeniería genética, se le ha introducido un gen procedente de una bacteria capaz de sintetizar precursores de carotenos, lo que convierte el grano de arroz en una fuente rica en vitamina A. Un resultado muy beneficioso en zonas con deficiencias nutricionales de esta vitamina, porque los alimentos ricos en ella no están disponibles, pero donde el arroz es un alimento básico.

En este escenario, la conexión entre OGM y organismos transgénicos parece casi indisoluble. Al fin y al cabo, si introducimos artificialmente en un organismo un gen propio de otra especie, estamos modificando su genoma. Pero las cosas no siempre son tan sencillas.

La ingeniería genética

La ingeniería genética es la fuente de muchos, pero no todos los OGM — janiecbros/iStock

No todos los OGM son transgénicos

Existen muchas formas de modificar genéticamente organismos, y la transgénesis es solo una más. Otra manera, que cada vez presenta un mayor potencial, es la edición génica. Esta técnica emplea unos sistemas propios de las bacterias, denominados CRISPR, capaces de modificar en vivo fragmentos de genoma, cortando, copiando o alterando el genoma de las células del ser vivo en cuestión, en tiempo real.

Mediante la técnica CRISPR no se incorpora ningún gen perteneciente a otra especie, de modo que el organismo resultante no es un transgénico. En todo caso, sería un organismo genéticamente editado.

Otra forma de alterar el genoma de una especie consiste en bombardear semillas con radiación ionizante produciendo mutaciones en sus genes. Cuando esas semillas germinan, algunas pueden adquirir ciertas características deseables —y serán seleccionadas por ello—. También se pueden inducir mutaciones tratando las semillas con determinados productos químicos.

Estas técnicas, que llevan aplicándose desde la década de 1950, se denominan mutagénesis inducida, y aunque los resultados son mucho más aleatorios —los transgénicos o la edición génica están dirigidas de forma muy específica—, se pueden aplicar rápidamente sobre una gran cantidad de semillas en poco tiempo.

Pero hay formas aún más antiguas de modificación genética artificial que no implican transgénesis: la selección artificial o la hibridación son técnicas que la humanidad lleva empleando desde el nacimiento de la agricultura, hace diez milenios, y con los animales aún antes.

Aunque parezca poco relevante, estas técnicas son las que han hecho posible que hoy tengamos perros, ovejas o maíz muy distintos a las especies silvestres de las que descienden: lobos, muflones o teosinte. En casos extremos, como el trigo moderno, se trata de formas híbridas que simplemente no existen en la naturaleza. Aunque con un método muy rudimentario e ignorando los principios de la genética, lo cierto es que el ser humano lleva milenios modificando los genes de las plantas y animales a su cargo.

Actualmente, casi todo lo que comemos —excepto los frutos silvestres, las setas recogidas en el campo, la caza, y, en parte, la pesca— está modificado genéticamente por la mano humana.

La agricultura

La agricultura, desde hace diez milenios, ya era una forma de modificación genética — JackF/iStockIakov Filimonov (JackF)

¿Todo transgénico es OGM?

En principio, si definimos ‘transgénico’ como aquel organismo al que artificialmente se le ha introducido uno o varios genes de otra especie, mediante ingeniería genética, todo transgénico sería un OGM. Sin embargo, los seres humanos tampoco tenemos la exclusividad en ese proceso.

En realidad, hay determinados virus con la capacidad de transportar genes o fragmentos de genes de unos organismos a otros, que pueden ser de especies distintas. Algunas bacterias también tienen la capacidad de transmitir genes a otros organismos. Si estos genes importados de forma natural se asientan en el genoma del organismo receptor, y se transmiten a su descendencia, tendremos organismos que, sin la intervención del ser humano, han adquirido genes de otras especies. Serían organismos transgénicos de origen natural. Transgénicos que no serían OGM.

Boniato

Los boniatos, transgénicos naturales — AtlasStudio/iStock

Puede parecer que hablamos de casos hipotéticos, pero nada más lejos de la realidad. Hasta un 5 % de todas las plantas cultivadas, y una buena cantidad de especies silvestres, presentan genes pertenecientes a bacterias del género Agrobacterium, que se han obtenido naturalmente, sin la intervención humana. El primer caso descrito de este peculiar fenómeno es el boniato, pero hoy sabemos que otras muchas plantas comparten esta condición. Plátanos, cacahuetes, arándanos rojos, cerezas, lúpulo e incluso el té son organismos cuya transgénesis es natural, y no procede de una modificación genética; en las plantas silvestres, se puede decir que son especies transgénicas y no son OGM.

De hecho, si echamos la vista atrás en el tiempo, observaremos que a lo largo de la historia de la evolución, esta transferencia horizontal de genes entre unas especies y otras ha sucedido en múltiples ocasiones. Resulta verosímil asumir que la mayoría de los linajes, si no todos, a lo largo de la historia de la vida, han recibido genes pertenecientes a otras especies.

¿Somos, pues, todos los organismos vivos, transgénicos? Probablemente.

Referencias:

  • Beyer, P. 2010. Golden Rice and ‘Golden’ crops for human nutrition. New Biotechnology, 27(5), 478-481. DOI: 10.1016/j.nbt.2010.05.010
  • Gao, C. 2018. The future of CRISPR technologies in agriculture. Nature Reviews Molecular Cell Biology, 19(5), 275-276. DOI: 10.1038/nrm.2018.2
  • Kyndt, T. et al. 2015. The genome of cultivated sweet potato contains Agrobacterium T-DNAs with expressed genes: An example of a naturally transgenic food crop. Proceedings of the National Academy of Sciences, 112(18), 5844-5849. DOI: 10.1073/pnas.1419685112
  • Le Page, M. 2019. Natural transgenic plants. New Scientist, 244(3251), 9. DOI: 10.1016/S0262-4079(19)31893-7
  • Salzberg, S. L. et al. 2001. Microbial Genes in the Human Genome: Lateral Transfer or Gene Loss? Science, 292(5523), 1903-1906. DOI: 10.1126/science.1061036

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