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El desarrollo económico causa el declive de depredadores

Esta variable resulta la principal causa de impacto sobre las poblaciones de lobos, félidos, hienas y osos, por encima incluso del cambio climático.

Vivimos en un mundo en el que el desarrollo económico se exhibe como sinónimo de crecimiento social. Sin embargo, la realidad no parece confirmar esa primera impresión. Actualmente, el 1 % de la población acumula más riqueza que el resto de la humanidad, y el modelo capitalista que domina el escenario internacional favorece cada vez más esas desigualdades.

El crecimiento infinito no existe si los recursos son finitos

Mientras que las sucesivas conferencias y convenciones por el clima tratan de proponer soluciones al creciente problema del cambio climático, esa minoría de la población se resiste al cambio. En su lugar, se opta por delegar la responsabilidad en el ciudadano medio, con un papel real mucho menos relevante en el cómputo global, y a cambio se continúa fomentado un modelo de consumo basado en la mejora de la eficiencia, que, de nuevo, en un sistema capitalista, no consigue reducir las emisiones, sino al contrario, como muestra la paradoja de Jevons, termina favoreciendo que haya cada vez más.

En definitiva, el sistema está establecido de tal manera que las soluciones reales se van retrasando año tras año, lustro tras lustro, y aunque se sabe que, cuanto más se tarde en aplicarlas, más difícil será mitigar los impactos, lograr los objetivos, y, también, más drástico y difícil será asumir el cambio. Debemos comprender que un crecimiento económico infinito no es viable en un planeta cuyos recursos son finitos.

Osos pardos

Osos pardos. — Anzeletti / iStock

La relación entre el desarrollo económico y la fauna silvestre

Existe un amplio conocimiento sobre cómo el cambio de usos del suelo, el clima o la introducción de especies invasoras afectan negativamente a la biodiversidad. Pero se sabe muy poco del papel que juegan los factores socioeconómicos a la hora de mitigar o de magnificar los impactos en la vida silvestre, tanto a escala local como global.

Un estudio reciente, realizado por el investigador Thomas F. Johnson y colaboradores, del University College de Londres, ha analizado de qué manera los factores socioeconómicos influyen en la población de algunos de los grupos de seres vivos más valorados por la sociedad: los grandes carnívoros, representados por cuatro familias de mamíferos: cánidos, félidos, hiénidos y úrsidos; grupos que presentan abundantes especies bandera, en España –el lince ibérico, el lobo ibérico, el oso pardo cantábrico…– y en otras partes del mundo.

Para el análisis, los investigadores tuvieron en cuenta cuatro grupos de variables que podrían influir en los resultados: los rasgos propios de las especies, el uso del suelo, el cambio climático y los aspectos relacionados con la gobernanza, entre los que se encuentran los conflictos bélicos, la presencia de áreas protegidas, el desarrollo social y, por supuesto, también el factor económico.

Jaguares

Familia de jaguares. — Kwiktor / iStock

Los investigadores, que publicaron sus resultados en la prestigiosa revista Nature, descubrieron que el crecimiento económico rápido se asocia con la disminución de las poblaciones de carnívoros. Para el equipo de Johnson, esta correlación no parece estar impulsada por factores que estimulen el desarrollo humano, como la expansión de los territorios agrícolas o la mejora en su rendimiento, sino por relaciones mucho más directas: la presión de la caza, el conflicto directo en la convivencia entre personas y animales silvestres, el incremento de la urbanización de entornos rurales, y otras formas de relacionarse con la naturaleza, que en general, se pierden cuanto mayor es el crecimiento económico.

Cuando la economía pesa más que el clima

El modelo que han desarrollado los investigadores del University College de Londres ha permitido además comprobar cuál de los grupos de variables tiene más peso a la hora de explicar la disminución en la diversidad de depredadores.

Para ello, a partir de los datos disponibles, establecen modelos en los que una de las variables se reduce a cero, y comprueban entonces el efecto sobre los resultados del modelo. Estos ‘escenarios contrafácticos’ –así los han denominado los investigadores– revelan la gran repercusión del desarrollo económico sobre las poblaciones de carnívoros, pues su contribución es significativamente superior a la de otros factores tradicionalmente considerados muy relevantes, como el cambio climático o el cambio de uso de hábitats. Es decir, el desarrollo económico es, objetivamente, el principal responsable de la disminución de la biodiversidad en las poblaciones de grandes carnívoros.

Lobos

Familia de lobos. — Andyworks / iStock

Los grandes carnívoros y el ecosistema

Podría parecer que analizar exclusivamente las poblaciones de grandes carnívoros es una perspectiva sesgada, que no representa los efectos sobre el ecosistema en su totalidad. Sin embargo, el papel ecológico de los depredadores resulta esencial para los ecosistemas y para las poblaciones humanas, y es un hecho que se ha comprobado empíricamente en muchas ocasiones. Por ejemplo, en términos socioeconómicos, es bien sabido que la presencia de manadas de lobos bien estructuradas, lejos de perjudicar, son beneficiosas para el ganado, pues previenen la expansión de enfermedades entre la fauna silvestre –el lobo tiende a atacar y eliminar a las presas débiles o enfermas– y, con ello, su contagio a los animales domésticos.

Desde el punto de vista medioambiental, probablemente el mejor ejemplo sea el del Parque de Yellowstone. Debido a la caza, las poblaciones de lobo desaparecieron y su ausencia desencadenó un efecto en cascada trófica que terminó por alterar todo el ecosistema; los herbívoros, sin su depredador natural, proliferaron masivamente, generando un gran impacto sobre las poblaciones de plantas. La pérdida de la vegetación de ribera afectó a la forma en que el río erosiona el suelo, e incluso cambió el cauce. Durante décadas se intentó un control cinegético sobre la superpoblación de herbívoros, pero sin éxito: los cazadores humanos no cazaban del mismo modo que los depredadores, ni provocaban los mismos cambios de comportamiento en sus presas. Fue la reintroducción del lobo, sumado a políticas de protección de las poblaciones de depredadores, lo que terminó corrigiendo el problema.

Referencias:

  • Jackson, M. K., Tatton, N. R., et al. 2021. Wolf Recovery in Yellowstone National Park. En Reference Module in Earth Systems and Environmental Sciences (p. B9780128211397001000). Elsevier. DOI: 10.1016/B978-0-12-821139-7.00078-7
  • Johnson, T.F., Isaac, N.J.B., Paviolo, A. et al. Los factores socioeconómicos predicen los cambios en la población de los grandes carnívoros mejor que el cambio climático o la pérdida de hábitat. Nat Commun 14, 74 (2023).
  • Tanner, E. et al. 2019. Wolves contribute to disease control in a multi-host system. Scientific Reports, 9(1), 1-12. DOI: 10.1038/s41598-019-44148-9
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