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¿Puede la mejora de las costas ayudar a combatir el cambio climático?

¿Es posible que mejorar el entorno literal ayude positivamente a la hora de luchar contra el cambio climático? ¿Podría ser beneficioso en este sentido la mejora de las costas?

¿Puede la mejora de las costas ayudar a combatir el cambio climático? (Alvaro Bayon)
El entorno litoral es un importante refugio de biodiversidad. Se trata de un ecotono, el nombre que recibe en ecología una zona de transición entre dos o más comunidades distintas, en este caso, la tierra firme y el mar abierto. Son ecosistemas con un elevado dinamismo, en constante cambio.

Un boceto de la complejidad del ecosistema litoral

En estos entornos viven multitud de plantas, tanto terrestres adaptadas al agua salobre y salada, como marinas, que habitan a una baja profundidad donde aún reciben abundante luz solar, compartiendo su entorno con las algas.
Las mareas y el oleaje interactúan aquí con las desembocaduras de ríos y con la geomorfología costera, creando áreas de deposición de sedimentos, como playas o deltas, que son fertilizados por las cuencas hidrográficas, contribuyendo al mantenimiento de las redes tróficas; y áreas donde el agua erosiona la tierra, como acantilados, que proporcionan entornos perfectos de anidada para las aves.
Animales marinos encuentran refugio entre las rocas, plantas y algas del litoral, y obtienen alimento, en forma de materia orgánica que llega desde tierra firme arrastrada por escorrentía. Muchos de ellos son sésiles y encuentran asiento en las rocas, como mejillones y ostras. Son animales que filtran el agua cargada de nutrientes, y contribuyen con sus propias conchas al morir, a engrosar la cantidad de sedimento mineral y enriquecer los complejos ciclos del litoral.
Ecosistema litoral dominado por una pradera de posidonia

Ecosistema litoral dominado por una pradera de posidoniaIstock

El propio movimiento de las mareas crea, a su vez, un ecotono en el ecotono, una zona de transición que cambia cada seis horas, con la posición de la luna: la zona intermareal. Un espacio ora inundado por el agua, ora descubierto al aire libre, donde habitan animales altamente especializados a este tipo de movimientos. Organismos como los cangrejos, que necesitan del agua para respirar, pero son capaces de vivir horas fuera de ella, encuentran en estas áreas su hábitat idóneo, donde tan solo algunas aves marinas y algún pulpo particularmente habilidoso consiguen llegar.

El ecosistema litoral como secuestrador de carbono

Una de las propiedades que tiene el ecosistema litoral es su capacidad de secuestro de carbono. Este hecho es particularmente importante, dado el hecho de que el actual cambio climático está causado por las emisiones de gases de efecto invernadero de origen antropogénico, y gran parte de esos gases son compuestos de carbono. Así pues, unas costas sanas contribuyen significativamente a la lucha contra el cambio climático.
Las plantas de tierra firme absorben cantidades masivas de dióxido de carbono de la atmósfera, y con el cambio de hoja, gran parte de ese carbono es depositado en el suelo. Durante la descomposición, parte de ese carbono se infiltra y es secuestrado por el suelo, pero parte se pierde por escorrentía, y es depositado por el sistema de arroyos y ríos, en las zonas litorales.
Allí, las plantas acuáticas y las algas realizan el mismo proceso de fotosíntesis —aunque las praderas de plantas acuáticas retienen menos carbono del que se pensaba en un inicio—, y la materia orgánica que llega desde tierra se mezcla con la producida por estas plantas. Las corrientes arrastran, también, materia orgánica procedente de mar adentro. Y es en las comunidades litorales, donde toda esa materia orgánica se encuentra con los organismos filtradores, sobre todo moluscos como el mejillón, la ostra y la almeja, crustáceos como la pulga de agua o la artemia, esponjas y gusanos marinos del grupo de los poliquetos
Gran parte de estos animales producen, de un modo u otro, exoesqueletos, conchas o carcasas compuestos de minerales del carbono, especialmente de carbonato cálcico. Tras su muerte, estas estructuras se fragmentan y pasan a formar parte del sedimento marino. Y el carbono que compone sus cuerpos es retenido allí. El mismo carbono que, mucho tiempo atrás, fue obtenido de la atmósfera por aquellas plantas.
Sin embargo, estos animales requieren de un ecosistema bien asentado para sustentarse, y aquí es donde la mano humana interviene para desestabilizar la utopía. Construyendo puertos, diques y espolones, edificaciones “a pie de playa”, canalizando y contaminando los ríos. Acciones que, tristemente, se han llevado a cabo en abundancia a lo largo de la historia reciente de las costas de España.
Benidorm

Edificaciones a pie de playa y otras construcciones alteran la dinamica de los ecosistemas litorales.Istock

Esas estructuras espantan a las aves marinas, rompen las dinámicas del oleaje y las corrientes, reducen el caudal de los ríos o lo focalizan en lugares específicos, y con todo ello, cambian la distribución de áreas de deposición de sedimentos y de erosión. Con una mayor fuerza erosiva causada por estas irrupciones humanas, las plantas acuáticas no consiguen asentarse, los limos, refugio de muchos animales, desaparecen, arrastrados mar adentro, y los que viven adheridos a las rocas no son capaces de mantenerse en ellas. Los pocos animales que podrían soportar esas condiciones terminan intoxicados por los contaminantes.
El ecosistema litoral colapsa en todos los niveles. Y adiós a esa contribución de la costa en la lucha contra el cambio climático, que tan importante resultaba.

Restaurando la costa de forma directa

Es evidente que algunas acciones que se llevan a cabo en tierra firme contribuyen a restaurar la costa. Reducir los niveles de contaminación de los cauces que desembocan en el mar —procedentes principalmente de la agricultura, los entornos urbanos y la actividad industrial— ayuda. Pero reducir los niveles de erosión no es tan sencillo; no se puede echar abajo lo que ya se ha construido, y aunque se hiciera, el ecosistema tardaría muchísimo en recuperarse por sí solo.
Existen, sin embargo, formas de ayudar en el proceso. La investigadora Eileen Maher, especialista en conservación de costas y directora de la conservación ambiental del Puerto de San Diego, en California, tiene un sistema más que ingenioso.
Eileen Maher

Eileen Maher y sus ‘bolas de arrecife’ (Powell, 2022)

Para prevenir la erosión de la costa y restaurar los ecosistemas ha creado lo que denomina bolas de arrecife, una suerte de esferas huecas y cavernosas hechas de cemento, arena y fragmentos de conchas de ostras cultivadas, colocadas a lo largo de la costa. Esas esferas, que muestran una alta resistencia a la erosión, reducen significativamente las fuerzas mareales y las corrientes, favoreciendo que tras ellas se depositen sedimentos y germinen y se mantengan poblaciones de plantas marinas.
Además, en el interior de las bolas de arrecife el agua se infiltra de forma similar a como lo hace entre las rocas, favoreciendo el asentamiento de ostras y otros moluscos filtradores. Este proyecto se inició en diciembre de 2021, pero Maher espera que, pasados unos años, las ostras hayan proliferado lo suficiente como para formar una línea de arrecife. De este modo, las olas romperán más lejos de la costa. Hasta ahora ya se han observado diversas especies de moluscos asentarse en las esferas, otras especies marinas las emplean como refugio, y algunas aves han descubierto que pueden resultar una buena fuente de alimento. Buenas señales para la restauración del ecosistema costero.
Este tipo de proyectos son muy importantes, pues ayudan a restaurar estos ecosistemas clave en el secuestro de carbono para luchar contra el cambio climático.

Referencias:

  • Failler, P. et al. 2015. Valuation of marine and coastal ecosystem services as a tool for conservation: The case of Martinique in the Caribbean. Ecosystem Services, 11, 67-75. DOI: 10.1016/j.ecoser.2014.10.011
  • Powell, K. 2022. Building a living shoreline to help combat climate change. Nature, 612(7941), 808-808. DOI: 10.1038/d41586-022-04468-9
  • Solomon, E. P. et al. 2013. Biología (9a). Cengage Learning Editores.
  • Tlili, S. et al. 2019. The wedge clam Donax trunculus as sentinel organism for Mediterranean coastal monitoring in a global change context. Regional Environmental Change, 19(4), 995-1007. DOI: 10.1007/s10113-018-1449-9

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