Los musgos usan `perfumes´ para mejorar su vida sexual
Los musgos utilizan señales químicas para atraer a pequeños animales que les ayudan a diseminar los gametos masculinos, según revela un estudio publicado en Nature. De la misma manera que muchos insectos se sienten atraídos por el olor de las flores, y tras su visita se llevan el polen de las mismas ayudándolas sin saberlo en la polinización, parece que los musgos también se buscan la vida para conseguir que los colémbolos, unos minúsculos artrópodos, les visiten.
Los musgos utilizan señales químicas para atraer a pequeños animales que les ayudan a diseminar los gametos masculinos, según revela un estudio publicado en Nature.
De la misma manera que muchos insectos se sienten atraídos por el olor de las flores, y tras su visita se llevan el polen de las mismas ayudándolas sin saberlo en la polinización, parece que los musgos también se buscan la vida para conseguir que los colémbolos, unos minúsculos artrópodos, les visiten. "Nos quedamos muy sorprendidos al encontrar tal variedad de olores en los musgos", explica Sarah Eppley, una de las autoras, de la Universidad Estatal de Portland (Oregón, Estados Unidos). "El hecho de que los colémbolos actúen como polinizadores implica que debemos replantearnos completamente las interacciones planta-animal en la ecología del musgo", añade.
Y es que, hasta hace poco, se pensaba que la única vía que tenían los musgos para completar la fase sexual de su ciclo reproductor era la diseminación de los gametos por el agua o el viento. En 2006, un grupo de investigadores descubrió el papel de los ácaros y colémbolos en la reproducción de los musgos, pero el mecanismo no había sido descrito hasta ahora.
En una serie de experimentos, el equipo de Eppley ha descubierto que estos animales se sienten irremediablemente atraídos por el olor desprendido por el musgo de la especie Ceratodon purpureus, especialmente cuando este último es un pie femenino.
Los musgos y los artrópodos son dos de los linajes más antiguos en la Tierra, que se remontan a al menos 450 millones de años. Los resultados de este trabajo sugieren que estos `amigos´ microscópicos podrían haber jugado un papel clave en la evolución de la ecología de las plantas.