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Según Bruller, las discusiones no se producen por discrepancias en cuanto al aumento del nivel de los océanos o sobre si el Estado debe o no impulsar el desarrollo de energías limpias, sino en "cuestiones tan básicas como si el calentamiento global es real o no". Y eso dificulta a las parejas llegar a un acuerdo sobre qué coche comprar, cómo reciclar o qué alimentos consumir.

A Kari Marie Norgaard, profesora de Sociología y Estudios Ambientales del Whitman College en Washington (EE.UU.), el hecho de que las parejas discutan más en torno a la temática ambiental no le sorprende. Norgaard destaca como una posible causa la diferencia de género frente al problema medioambiental. ?Las mujeres tienen una preocupación mayor por el medio ambiente que los hombres?, asegura. Y subraya que ?un estudio reciente sobre los diferentes grados de emisiones de CO2 de hombres y mujeres llevado a cabo en Alemania mostró que el estilo de vida que llevan las mujeres genera menos emisiones?.

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