¿Pueden mentir los animales?
Entre los animales se dan distintos tipos de engaños, algunos son funcionales e involuntarios, pero otros son comportamientos aprendidos y deliberados.
El diccionario de la Real Academia Española define mentir, en su primera acepción, como decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, se cree o se piensa. Mucho habría que extender los límites de decir, para poder atribuir esta capacidad a animales no humanos.
Sin embargo, los animales sí pueden comunicarse con otros, tanto congéneres como de especies distintas. Y, desde luego, hay animales que expresan o manifiestan falsedades, ya sea intencional o funcionalmente.
Mentiras funcionales
Hay muchas especies que manifiestan comportamientos engañosos a otras especies. Algunos son intrínsecos a su biología, como el mimetismo. Son engaños puramente funcionales, modelados por el proceso evolutivo. Por ejemplo, muchos insectos, siendo inofensivos, se asemejan a animales peligrosos, como las moscas de la familia de los Sírfidos, o la polilla Sesia apiformis, cuyo aspecto recuerda al de las avispas, en ocasiones de forma muy convincente. Otro ejemplo son las enormes mariposas búho, del género Caligo, que, posadas en los árboles y con las alas abiertas, recuerdan a la cara de un búho observando fijamente a su presa.

‘Sesia apiformis’ no es una avispa, sino una polilla inofensiva.
Pero no todos los engaños son de carácter visual. En animales que se comunican a través de feromonas, como las hormigas, hay especies capaces de engañar al olfato de otras. Tal es el caso de algunas especies del género Tetramorium. Hormigas parásitas de otras hormigas, que se infiltran en el hormiguero de su hospedador imitando sus feromonas para evitar ser detectadas como intrusas. La reina de Tetramorium se aferra al cuerpo de la reina hospedadora y es alimentada por las obreras de la colonia. Cuando madura, la inquilina pone sus huevos, que se mezclan con los de la reina hospedadora, y son atendidos por la colonia.
Engaños de ventrílocuo
En la gran diversidad del reino animal no todos los engaños son funcionales, en forma de adaptaciones evolutivas ineludibles e involuntarias. También existen organismos que mienten mediante comportamientos aprendidos e intencionados, como el del mochuelo de madriguera (Athene cunicularia).
Los mochuelos de madriguera suelen anidar en el suelo, en madrigueras abandonadas de ardillas. Pero en ocasiones, las ardillas deciden regresar a esas madrigueras y se encuentran con la mesa servida: apetitosos huevos y crías de mochuelo —en contra de lo que se suele pensar, las ardillas son animales omnívoros—.
Para evitar el encuentro, el mochuelo adulto realiza un sonido sibilante que recuerda al de la serpiente de cascabel, con la que comparten hábitat. Ese sonido es suficiente para que las ardillas, conocedoras de su significado, se alejen creyendo que una serpiente peligrosa vive en su vieja madriguera.

Mochuelos de madriguera
Fingiendo heridas o muerte
Otro engaño bien conocido, descrito por primera vez en 1787, es la estrategia del ala rota que practican muchas especies de aves —pertenecientes hasta a 52 familias distintas—, para alejar a los depredadores de sus nidos. La técnica es sencilla. El ave detecta un depredador cerca del nido, baja volando hasta colocarse en dirección contraria y a una distancia suficiente como para no ser alcanzada, pero que aún visible por el cazador, y extiende un ala por el suelo, simulando que la tiene rota. En ocasiones, acompaña su actuación con sonidos de dolor.
Cuando el depredador cree reconocer una presa fácil y decide ir por ella, entonces el ave se va desplazando estratégicamente, para alejar al cazador de su nido. Una vez que se ha alejado lo suficiente como para considerar que el nido está a salvo, el ave alza el vuelo antes de que el depredador la alcance.

Esta zarigüeya no está muerta, aunque parece estarlo, y huele como si lo estuviera.
Finalmente, uno de los engaños más desagradables es el de la zarigüeya de la especie Didelphus virginiana. Cuando se encuentra cerca de un depredador, se hace la muerta, comportamiento denominado tanatosis, pero de una forma mucho más exagerada y eficiente que la mayoría de las especies que expresan habitualmente este comportamiento.
El cuerpo de la zarigüeya se tensa, arqueando la cola bajo el vientre, y abriendo la boca y los ojos, asemejando un cadáver. Además, adereza el plato con orina, heces y saliva, y en ocasiones, vómito, generando una mezcla de olores que hace pensar al depredador que ese bocado no se encuentra en buen estado. La frecuencia respiratoria cae un 30 %, el ritmo cardiaco un 46 % y la temperatura corporal puede descender hasta 4 °C, añadidos que hacen mucho más convincente la actuación. Pese a todo, el animal sigue plenamente consciente y reactivo, y escapa en cuanto el depredador pierde el interés por tan desagradable aperitivo.
Referencias:
de Framond, L. et al. 2022. The broken-wing display across birds and the conditions for its evolution. Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, 289(1971), 20220058. DOI: 10.1098/rspb.2022.0058
Huheey, J. E. 1984. Warning Coloration and Mimicry. En W. J. Bell et al. (Eds.), Chemical Ecology of Insects (pp. 257-297). Springer US. DOI: 10.1007/978-1-4899-3368-3_10
Kimble, D. P. 1997. Didelphid behavior. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 21(3), 361-369. DOI: 10.1016/S0149-7634(96)00016-4
Rowe, M. P. et al. 1986. Rattlesnake Rattles and Burrowing Owl Hisses: A Case of Acoustic Batesian Mimicry. Ethology, 72(1), 53-71. DOI: 10.1111/j.1439-0310.1986.tb00605.x
Vidal Cordero, J. M. 2021. Las hormigas. CSIC, Catarata.