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La esfinge de la muerte

La conocida como esfinge de la muerte es una polilla muy curiosa, tanto por su forma de vida como por las leyendas asociadas a su figura.

La estación de lluvias en África Meridional trae consigo cambios vitales, ya que asegura el alimento para el año siguiente y provee de agua tanto para consumo humano como para la generación de energía eléctrica que debe durar todo el año. Las lluvias también son vitales para los animales salvajes que dependen de la disponibilidad de agua para subsistir.

Muchos seres vivos en esta latitud tienen mecanismos para sobrevivir durante la sequía prolongada y las altas temperaturas. Dependiendo de las especies, las que no migran se mantienen en un estado de quiescencia o estivación -diapausa de verano- hasta que las condiciones cambian con la llegada de las lluvias. Entonces, su reloj biológico les "despierta" y aparecen para provechar ese tiempo de abundancia.
De esta forma, tortugas, camaleones, lagartijas, los milpiés, escarabajos y termitas surgen como por milagro de las profundidades de la tierra. Muchas pestes de las plantas también aparecen en esta época y es tiempo de gran actividad de langostas y orugas de todo tipo. Entre las últimas hay muchas tan espectaculares como dañinas.

Una de las más llamativas es la polilla de la esfinge de la calavera o esfinge de la muerte (Acherontia atropos), cuyo nombre describe el dibujo que tiene en el dorso del tórax y que se asemeja a un cráneo humano.
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polilla

Esta polilla, originaria del África tropical, migra periódicamente a Europa, pudiendo llegar a veces hasta las Islas Canarias.
Con un tamaño considerable, de 9-12 cm en las hembras, este esfíngido emite un zumbido agudo defensivo al ser molestado o atacado por sus depredadores, al igual que las otras dos especies de Acherontia, A. styx y A. lachessis que habitan en Asia.

La polilla de la esfinge de la calavera puede tener varias generaciones por año o estivar en la etapa de pupa, dependiendo de la situación geográfica y condiciones ambientales. La polilla pone los huevos individualmente debajo de las hojas de plantas de la familia Solanaceae, tabaco, patatas y afines.

Las verdes larvas que se oscurecen con la edad son robustas y tienen un cuerno en la parte posterior. En el estadio final la larva se agranda considerablemente hasta alcanzar los 120–130 mm.

En esta etapa final, después de cuatro mudas ya no se mueve demasiado, dedicándose a comer mucho hasta que llega el momento de pupar cuando se entierra entre 150-450 mm y crea una cámara para este propósito. La pupa es marrón oscuro, lisa y brillante con la proboscis fusionada al cuerpo.
Cuando finalmente emergen, las polillas son grandes, con una envergadura de 90 a 130 mm y sexual dimorfismo. Tanto el último estadio como la polilla adulta hacen sonar sus mandíbulas y pueden llegar a morder si se sienten amenazadas. Además, se considera que son las polillas más veloces del planeta, pues pueden alcanzar cerca de 50 kilómetros por hora, y son también capaces de cernirse como los picaflores para alimentarse de néctar.

Otro dato interesante: las polillas incursionan en las colmenas de abejas para robar miel. Aunque se creyó que sus chillidos imitaban aquellos emitidos por la abeja reina, y que el dibujo de su tórax se asemejaba a las "caras" de las abejas, la información más reciente sugiere que la polilla tiene un olor similar al de las abejas y por ello nadie la molesta cuando hace sus incursiones para hacerse con el preciado manjar.
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pupa

Estas hermosas polillas son asociadas a la mala suerte y la muerte. El entomólogo Moses Harris dijo de ella en 1840: "Volando en las habitaciones durante la noche a veces extingue la luz, anunciando guerra, pestilencia, hambre, muerte al hombre y a la bestia". 


Esta polilla también aparece en el libro "Drácula" de Bram Stoker y tanto Thomas Hardy como John Keats la mencionaron en sus escritos y poemas. En "El Silencio de los corderos" (de Thomas Harris), el asesino coloca pupas de A. styx en las gargantas de sus víctimas.
Julio de Castro es veterinario y Doctor en Parasitología. Ha trabajado para la FAO durante 25 años y ahora vive en Zimbaue. Escribe sobre sus experiencias en África en el blog A Bushsnob in wild Africa

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