¿Por qué puedes encontrar un pimiento dentro de otro pimiento?
La aparición de un fruto secundario en el interior de otro fruto es una curiosidad botánica relativamente habitual, pero ¿por qué se produce este fenómeno? ¿Y puede tener alguna utilidad?
Es posible que hayas encontrado alguna vez en la nevera un pimiento que, al abrirlo, contenía otro pimiento pequeño, verde y algo deforme en su interior. Es un fenómeno curioso que aparece con cierta frecuencia en las bayas huecas, es decir, frutos que presentan una gran cantidad de semillas que se desarrollan en el interior de una cámara de aire. Como el pimiento. Para saber cómo se produce este fenómeno es necesario primero comprender cómo se forma un fruto a partir de la flor.
Anatomía de la flor y desarrollo del fruto
En general, las distintas piezas florales se disponen en capas, que llamamos verticilos. Desde la parte más externa de la flor, tenemos una fila de hojillas normalmente pequeñas y verdes, los sépalos, que forman el cáliz, y a continuación, los pétalos, que constituyen la corola. En su interior, los estambres, esas piezas que fabrican el polen, integran lo que denominamos androceo, el aparato reproductor masculino y, finalmente, los carpelos componen el gineceo, el aparato femenino. Cada una de esas piezas florales: pétalos, estambres, carpelos… son, en origen, hojas. Hojas que han sido modificadas, moldeadas por la evolución para cumplir funciones distintas a la fotosíntesis.
Dando un paso más, el fruto no deja de ser, al fin y al cabo, el gineceo desarrollado y madurado, que ocasionalmente conserva otras piezas florales. En el pimiento, ese gineceo está formado por entre dos y cuatro hojas carpelares. Se sabe cuántas son por el número de tabiques internos que tenga la fruta; cada uno de esos tabiques blanquecinos procede del nervio central de cada hoja. Esas hojas se fusionan entre sí formando una sola cámara, dentro de la cual se desarrollan las semillas.
Ocasionalmente, un verticilo puede multiplicarse, de modo que presente varias capas en lugar de solo una. A veces, en jardinería, ese rasgo es seleccionado por motivos estéticos. Tal es el caso del clavel, una flor que, en su versión silvestre, tiene únicamente cinco pétalos, pero que en sus variedades de jardinería puede llegar a tener diez veces más. Del mismo modo, el gineceo puede duplicarse. Cuando sucede, los carpelos exteriores se fusionan formando la cámara, en cuyo interior se desarrolla una segunda cámara, un fruto secundario.

Un pimiento rojo, con otro pimiento parteocárpico en su interior
Un fruto segundón sin semillas
Cuando los granos de polen entran en contacto con la flor, el gineceo exterior es fecundado con normalidad, formando semillas. Si el fruto es jugoso, como un tomate o una naranja, el fruto secundario no tiene espacio para desarrollarse y queda embebido en el interior del fruto principal —aunque puede llegar a observarse si se corta el fruto—. Sin embargo, en el caso del pimiento, las hojas carpelares mantienen una cámara de aire interior donde puede alojarse sin problemas el fruto secundario. Que, por cierto, es perfectamente comestible.
Obviamente, el fruto externo, el principal, no tiene limitación de espacio y está lleno de semillas, por lo que la planta destinará todos los recursos necesarios. Pero el secundario sí tiene limitación de espacio, y los granos de polen no llegan a fecundarlo, por lo que no se llegan a desarrollar semillas en su interior. A estos frutos que se desarrollan sin haber sido fecundados, y por tanto, sin semillas, los denominamos partenocárpicos.
Una mutación deseable para el frutero
El desarrollo o no de frutos partenocárpicos está genéticamente controlado en las plantas. Lo habitual es que una flor no fecundada no llegue a formar un fruto. Sin embargo, hay mutaciones genéticas que permiten que se desarrollen como frutos normales. Mantienen el mismo tamaño, apariencia y sabor que los frutos con semillas, pero sin las semillas.
Encontrar hoy fruta sin semillas es relativamente común, plátanos, uvas, hasta sandías, y toda una gama de cítricos. En algunos casos, la ausencia de semillas se debe a que son variedades híbridas, que no pueden producirlas; en otros, se consigue evitando la polinización. De cualquier forma, estas frutas conservan esa mutación que permite que se desarrolle el fruto partenocárpico. Para tener más plantas de esas variedades suele recurrirse a la reproducción vegetativa, y ello implica que, en estas variedades, la variabilidad genética sea extremadamente baja.
De cualquier modo, la presencia de un pimiento secundario partenocárpico en el interior de otro pimiento indica que la planta tiene la capacidad de producir este tipo de frutos sin semillas. No sería extraño que, tarde o temprano, se aproveche para empezar a tener, en nuestras fruterías, pimientos sin semillas.