La dieta de los dinos dependía de cuánto abrían la boca
Un nuevo estudio relaciona sus hábitos alimenticios con la musculatura de sus mandíbulas y su capacidad de apertura bucal.
“A menudo, los grandes dinosaurios carnívoros, como el alosaurio o el tiranosaurio, son representados con las mandíbulas muy abiertas, probablemente para enfatizar su naturaleza depredadora”, indica Stephan Lautenschlager, de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido. “No obstante, hasta la fecha no se habían realizado estudios que relacionaran la musculatura de las mandíbulas de estos animales, su capacidad máxima de apertura bucal y sus hábitos alimenticios”, recalca este paleontólogo.
Ahora, en un nuevo ensayo publicado en la revista Open Science, de la Royal Society, Lautenschlager señala que, en general, y al igual que ocurre en nuestros días con la mayoría de los carnívoros, los dinos que también lo eran podían desplegar más sus quijadas que los herbívoros. Para determinarlo, Lautenschlager ha analizado mediante modelos digitales el máximo esfuerzo que podían acometer los músculos mandibulares de algunos de ellos y los ha comparado con el de sus parientes vivos, las aves y los cocodrilos.
Así, ha centrado su investigación en tres tipos de terópodos, unos dinosaurios que se desplazaban de forma bípeda, cuya dieta y modo de alimentarse diferían: el tiranosaurio, de unos 12 metros de largo y 7 toneladas, que vivió hace 66 millones de años; el alosaurio, que rondaba los 8 metros y la tonelada de peso, y vivió hace 150 millones de años; y el Erlikosaurus, de unos 6 metros y unos 90 millones de años de antigüedad, que a diferencia de los anteriores y de la gran mayoría de los terópodos consumía plantas.
“Todos los músculos, incluidos aquellos que permiten abrir y cerrar la boca, solo pueden estirarse hasta cierto punto; más allá de ese límite, se rasgan. Esto marca considerablemente la capacidad de apertura de las mandíbulas y, por consiguiente, define cómo come un animal y lo que puede engullir”, señala Lautenschlager.
El estudio ha mostrado que en los alosaurios y tiranosaurios, el ángulo de apertura mandibular óptimo era de 28º, mientras que en los Erlikosaurus era de 20,5º. El máximo, por su parte, alcanza 43,5º en este último dinosaurio, pero en los tiranosaurios era mucho mayor, de 63,5º. La palma se la llevaban los mencionados alosaurios, cuyas mandíbulas se abrían hasta alcanzar los 79º. Eso sí, los Tyrannosaurus rex eran capaces de mantener una fuerza sostenida con sus músculos mandibulares en distintos ángulos, lo que le permitía penetrar a través de la carne de su presa y quebrar más fácilmente los huesos.