Con la llegada de los primeros calores y el aumento de los paseos, llega uno de los enemigos más desconocidos de nuestros perros: las espigas. Te contamos por qué.
Con la llegada del buen clima, pasamos más tiempo al aire libre con nuestros perros, y como es lógico los peligros para ellos aumentan. No debemos alarmarnos, pero sí tener en cuenta ciertas precauciones que podemos tomar para asegurarnos de que pasamos unos meses de primavera y verano sin complicaciones.
Las espigas son uno de estos enemigos desconocidos de los perros. Por su forma, vuelan con mucha facilidad y es muy posible que se claven en la piel, las orejas o la nariz de nuestros peludos. Pueden ser inofensivas y no pasar de un arañazo superficial, pero es cierto que si se mantienen clavadas durante muchas horas, pueden surgir los problemas.
Lo más común es que se claven en la piel, y por el abundante pelaje de los perros es fácil que pasen desapercibidas, sobre todo en zonas como las axilas o las almohadillas de las patas. En estos meses, es una buena idea que revisemos frecuentemente la piel de nuestro perro, apartando su pelo (así detectaremos además posibles parásitos, otro gran peligro que trae consigo el calor). Si encontramos una espiga y está clavada limpiamente y sin rastro alguno de infección, podemos retirarla nosotros y vigilar que el perro no se lama la zona afectada, pero ante cualquier complicación debemos acudir al veterinario.
Otra precaución que podemos tomar es recortar el pelo de las zonas más complicadas, como las axilas. Así evitaremos que se enrede en el pelo y que posteriormente se clave, y si se queda alguna, la veremos con mayor facilidad.
Como decíamos, que la espiga se clave en la piel del animal es el menor de nuestros problemas. El verdadero peligro llega cuando se introducen en algún orificio, especialmente en los ojos y en la nariz. En estos casos, si no actuamos con rapidez, se pueden llegar a producir serias complicaciones. En concreto, los ojos son un foco extremadamente peligroso, pues el perro puede correr el riesgo de perderlo.
Con todo, no debemos alarmarnos, pero sí estar atentos durante nuestros paseos a cualquier señal de que algo le molesta, que anda de forma extraña o cojea, o que de pronto se pone muy nervioso. Y ante cualquier duda, ya sabes, acude al veterinario sin demora.
La nariz, el foco más común
La nariz de nuestro perro será el sitio más común donde se aloje una espiga. Los primeros síntomas serán un picor tremendo y constantes intentos nerviosos de rascarse.
Constantes estornudos
Si observamos que nuestro perro estornuda ininterrumpidamente o que lo intenta y aun así no puede, debemos llevarle al veterinario, ya que puede que tenga una espiga clavada.
Moqueo incesante
La otra señal que nos dará la clave para llevarlo inmediatamente al veterinario será que su nariz moquee sin parar. También puede expulsar mucosidad con sangre, si se le ha clavado más profundamente.
Los oídos, una zona muy molesta
Es bastante común en perros de orejas caídas y largas, y si la espiga se aloja en el oído le causará muchísimo dolor y constantes molestias. No obstante, es relativamente fácil de detectar.
Intentos de alivio
Te darás cuenta de que a tu perro le sucede algo en su oreja porque comenzará a sacudir la cabeza sin parar de un lado a otro, como cuando está mojado e intenta quitarse el exceso de agua. Son intentos de eliminar lo que le molesta.
Rascado constante
También notarás que se rasca sin parar y que cada vez se pone más nervioso, llegando a frotarse contra las paredes o el suelo.
Problemas graves
El mayor problema con la espiga en el oído del perro es que ellos mismos se pueden hacer mucho daño al rascarse, pudiendo llegar a provocarse heridas en el oído o en la piel, con las infecciones que ello puede conllevar.
Los ojos, el punto más peligroso
Las espigas se suelen ocultar detrás del párpado, y si no se actúa con rapidez, el perro puede llegar a perder el ojo.
Torpeza al moverse
Como consecuencia de la pérdida de visión que puede causar una espiga en el ojo, detectaremos que el perro se mueve y camina con torpeza y mucho más lento que de costumbre.
En la piel, difícil de detectar
Con el aumento de los paseos y de la actividad al aire libre en los meses de buen tiempo, es muy posible que a nuestro perro se le clave una espiga durante sus juegos. Suelen aparecer bultos en la piel o en las almohadillas, donde es muy fácil que se claven.
Algunos síntomas
Notarás que tiene algo clavado porque se lame incesantemente y se rasca con nerviosismo e inquietud. También puede ser, si la espiga se ha clavado en las almohadillas, que cojee y evite apoyar la pata en cuestión.
Una señal clara
Si se le clava una espiga a nuestro perro, especialmente en algún orificio tan delicado como los que señalamos, empezará a gemir nerviosamente y probablemente te mire insistentemente, como queriendo decirte algo. Eso es señal de que algo no va bien.
Consejos
Si la encontramos a medio clavar en la piel o clavada pero sin inflamación, podemos extraerla nosotros con mucho cuidado con unas pinzas desinfectadas previamente. Si se trata de nariz, oídos u ojos, no la toques y déjasela al experto.
Ante la duda, al veterinario
Si ya hay inflamación y la zona que rodea a la espiga aparece afectada, nunca intentes quitarle la espiga, pues puede ser peor. Tienes que llevarle al veterinario de inmediato.
Remedios naturales
Cuando la hayamos extraído (en caso de estar clavada sólo superficialmente), podemos aplicar una loción reparadora de origen natural, preferiblemente de aloe vera o similar y con el mínimo porcentaje posible de componentes artificiales (a no ser que sea algo que haya indicado el veterinario).
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