¿Me estoy equivocando con la educación de mi perro?
Los humanos cometemos grandes errores en la enseñanza de nuestro can que a la larga nos traerá malas consecuencias. No cometas los desastres que hoy repasamos.
El error más grave y primario que podemos cometer los humanos en cuanto a la tenencia de un perro es incorporarle a nuestro hogar sin tenerlo totalmente claro o sin haber hecho consenso familiar. Este error garrafal tendrá consecuencias fatales en la convivencia del animal si no nos adaptamos a la idea de vivir con él y todas sus circunstancias.
Aparte de esta primera y gran equivocación, existen otros comportamientos humanos indebidos que conducen a que un can desarrolle un inadecuado comportamiento y llegue a ser "socialmente molesto". En casi la totalidad de las ocasiones, el error parte de considerar al animal como a un igual...
Por ejemplo, cuando lo tratamos como a un bebé humano porque nos despierta esa sensación paternalista que tenemos dentro. Consentirle los caprichos, crear una máxima dependencia, darle favoritismos frente a otros animales o humanos del hogar harán que el animal desarrolle comportamientos como la ansiedad por separación o agresividad cuando otros animales se acerquen a ti.
No concretar las normas básicas con todos los miembros de la familia porque pensamos que el animal entenderá cuándo se hace una cosa y cuándo no, con quién sí y con quién no traerá consigo un gran “cacao mental” para tu animal y alguna conducta no deseada como que nos gruña cuando un humano quiera bajarle del sofá si otro se lo permite.
Tampoco saben razonar por qué les estás reprendiendo en ese momento si lo que te ha molestado ha ocurrido hace horas pero nosotros no nos habíamos dado cuenta. Y aquí sirve de buen ejemplo el restregarle la cara en el pis cuando lo ha hecho en casa. Esto no está bien por ningún lado. El animal no entiende por qué tenemos ese comportamiento tan extraño y sobre todo no entenderá la indirecta (bastante directa) de que hacemos eso como castigo por haber hecho sus necesidades en casa.
Vamos a continuar repasando en qué nos equivocamos respecto a su educación.
Tratar al perro como a una persona
Un error con graves consecuencias. Al principio es gracioso compartir el sillón de vez en cuando y darle de comer bajo la mesa pero ¿qué haremos cuando nos exija más?
No ponerse de acuerdo en las normas
Si un miembro de la familia le permite algo y otro le reprende por ello, el animal va a estar confuso. Si algo está mal hecho, se le reprende (si le pillamos "in fraganti") y si lo hace bien, se le premia. Si castigamos y premiamos la misma acción... ¿Cómo sabe lo que es bueno y lo que es malo?
Hiperprotección
El animal no sale el tiempo suficiente a la calle y, por tanto, no se relaciona con otros animales y personas por el miedo de sus propietarios a que algo malo le pueda suceder. Le convertirá en miedoso y lo manifestará con ladridos, agresividad, intentos de fugas...
Hiperapego
Nos hacemos imprescindibles para el perro y este cariño mal entendido tendrá como consecuencia ladridos, lloros y destrozos en el mobiliario. Es un habitual problema de comportamiento conocido como "ansiedad por separación".
Pretendemos que nos defienda
Sea del tamaño que sea queremos sacar de él sus instintos de guarda y defensa, solo cuando lo precisamos. Premiamos su tendencia defensiva pero conseguiremos que el animal gruña y ladre “sin razón” con el único fin de conseguir su premio.
Ellos saben cuándo
Todos los perros saben cuándo defendernos. Además, si queremos un animal de guarda ayudémonos de un profesional para conseguir educarle pero olvidémonos del cariñoso y meloso animal de compañía.
Potenciar la agresividad
Algunas personas que no merecen tener animal se ocupan de educar a ciertos perros para potenciar su agresividad. El pobre animal sigue las órdenes de su amo y se convierte en un peligroso "brazo ejecutor".
El premio a ser agresivo
El grave problema es que el animal no es capaz de diferenciar a quién debe y a quién no debe atacar. A él le han enseñado una cosa y debe hacerla. Sólo espera el premio a su "buen comportamiento", el premio por seguir malas órdenes... ¿Tiene la culpa el perro?
Aplicar los castigos de forma inadecuada y fuera de tiempo
Un ejemplo es el de frotar el hocico del perro por su pis con la intención de enseñarle que no debe hacerlo en casa. Esto es inútil y antihigiénico. El perro no tiene una memoria como la nuestra, no entiende qué estamos haciendo. Podemos reprenderles si les pillamos "in fraganti", pero no cuando la acción fue realizada hace horas.
La manera de reprenderle
Un enérgico “¡no!” suele ser suficiente Los castigos físicos dan más problemas que resultados positivos. El perro responderá mejor si premiamos sus aciertos. Seamos justos.
Olvidar la rutina
Aunque el animal ya obedece una orden no está todo conseguido. Sólo hemos dado un importante paso en el camino de su educación.
Recordatorios
Las órdenes deben cumplirse siempre pero para conseguirlo debemos refrescarles la memoria a diario. El paseo es el mejor momento para volver a impartir la lección aprendida.
Los consejos del amigo
Aceptar los consejos de un amigo del parque, un vecino o un familiar inspirado no nos va a llevar a buen puerto. Tener un perro no nos convierte en expertos.
No acostumbrarle tiene consecuencias
Un buen acto es aplicar desde el primer día pautas rutinarias: cepillados diarios, higiene de orejas, cortes de uñas, alimentación a sus horas, paseos... Si no acostumbramos al animal desde el principio, no pretendamos que admita nuestras exigencias posteriormente.
Elegir un alimento barato o dar comida casera.
Estamos actuando en contra de la salud de nuestro perro. Si educamos inadecuadamente su paladar, jamás querrá comer lo correcto.
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