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El verdadero secreto de la convivencia entre perros y gatos está en el lenguaje

El eterno mito de que el perro y el gato se llevan mal parece ser verdad... Pero, ¿en qué condiciones? El veterinario y etólogo Pablo Hernández nos lo cuenta.

Seguro que, si te apasionan los animales, te has planteado alguna vez tener un perro y un gato bajo el mismo techo, pero te ha frenado el mito de “llevarse como el perro y el gato”. Es cierto que, por naturaleza, parecen llevarse mal, pero hay condicionantes para ello, como señala el veterinario y etólogo Pablo Hernández en el vídeo.
Según un estudio llevado a cabo por la Universidad de Tel Aviv en 2008 y publicado en Applied Animal Behaviour Science, en los casos en los que el gato llegó a casa antes que el perro, la convivencia entre ambos animales fue positiva. Así, también influye, según la investigación, la edad de los animales: el perro y el gato deben conocerse desde pequeños y crecer juntos para poder llegar a convivir sin problemas.
El zoólogo Joseph Terkel, una de las cabezas de la investigación, señaló que los perros y los gatos presentan lo que se llama “señales cruzadas”: “Por ejemplo, cuando un gato está enfadado mueve el rabo de izquierda a derecha, mientras que el perro arquea la espalda y gruñe”. Emplean diferentes formas de comunicar un mismo sentimiento, lo que puede llegar a causar problemas de convivencia.

Aprendiendo el lenguaje del otro

Sin embargo, el experto señala que, según los estudios llevados a cabo, si conviven desde jóvenes pueden llegar a “leer” e interpretar correctamente el lenguaje de su compañero. El experimento se llevó a cabo mediante entrevistas a casi 200 personas que tenían en casa un perro y un gato, y posteriormente se grabó y analizó el comportamiento de los animales. En dos tercios de los hogares estudiados la convivencia entre ambos era relajada y pacífica.
El estudio demostró así que la razón de la mala relación entre perros y gatos está en las diferentes señales que emiten, y que una vez reconocido el lenguaje del otro, pueden convivir pacíficamente e incluso jugar juntos. “En los casos en los que la convivencia entre el perro y el gato era relajada, observamos que estaban aprendiendo a hablar el lenguaje del otro”, apuntó Terkel.
A pesar de estas buenas noticias, también llegaron a la conclusión de que en un 25% de los gatos la convivencia se basaba en la indiferencia, es decir, era una relación pacífica simplemente porque se ignoraban el uno al otro. Sin embargo, sólo en un 10% de los casos se observaron muestras de pelea y agresividad.
Un estudio como este demuestra, según señaló el profesor, que si los gatos y los perros pueden llevarse bien, las personas también pueden hacerlo.

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