¿Conoces al falabella? ¡Es un caballo en miniatura!
Este caballo argentino es una de las razas equinas más pequeñas del mundo, procede de los ponis de Shetland y es inteligente, cariñoso y tranquilo.
A simple vista podemos pensar que es un poni, pero el falabella, este animal argentino del que nos habla la bióloga Marta Bravo, es un caballo de pleno derecho, pues tiene todas las características de un equino, sólo que en miniatura. De cuerpo fuerte pero patas débiles (al contrario que el poni), es un caballo muy apreciado porque es dócil y tranquilo y un buen animal de compañía.
Hay varias teorías sobre su origen. La más común es que procede de un cruce del poni de Shetland, originario de las islas escocesas del mismo nombre. De cualquier forma, parece ser que su origen más inmediato está en los ponis de Shetland, aunque muchos expertos hablan de los caballos que los primeros colonos españoles llevaron consigo (concretamente caballos andaluces), muchos de los cuales quedaron por aquellas tierras en plena libertad, produciéndose un número considerable de cruces. Años después, fue la familia Falabella (de ahí su nombre) la que lograría mantener las características de este animal generación tras generación.
La familia Falabella fue cruzando a sus caballos hasta conseguir caracterizar y perpetuar la raza. Se señala el final del siglo XIX (1870 más o menos) como fecha en la que la raza y sus características ya toman una entidad propia. El ejemplar más pequeño registrado hasta el momento no superaba los 13 kg y medía unos 50 cm.
Su altura oscila entre los 70 y 85 centímetros y debido a su físico peculiar nunca han podido ser empleados como caballos de carga o de trabajo. Sin embargo, son muy inteligentes, se adaptan con facilidad a situaciones nuevas y son cariñosos y fáciles de educar.
En su pelaje se pueden dar varios colores, desde el negro hasta el bayo, pasando por el castaño y el blanco, y tiende a ser largo, abundante y sedoso (quizás por eso se les confunde a menudo con los ponis). Tienen el cuello ancho y corto y el cuerpo largo, pero por su escasa altura y la fragilidad de sus patas sólo pueden ser montados por niños.
A pesar de lo que se pueda pensar por su tamaño y aparente fragilidad, es una raza equina resistente y longeva, viviendo en torno a 40 años y llegando a alcanzar incluso los 45. Una curiosidad: su reducido tamaño se transmite de manera natural, y ya no es necesaria la intervención humana para el mantenimiento de la raza.