Ciudades y perros, ¿los espacios públicos son para todos?
Los humanos hemos colonizado todos los espacios naturales y hemos creado nuestras inmensas ciudades pero no dejamos que los perros hagan uso de muchos de nuestros espacios. ¿Es eso justo?
A veces me pongo a pensar en cómo nos verán nuestros peludos. Estoy seguro de que no entienden la cantidad de normas y costumbres que hemos creado para convivir en las ciudades.
Mi anterior perro, el bueno de Roko, tenía ante sí una inmensidad de calles, parques, centros comerciales, bares, amplios edificios, sugerente mobiliario urbano, lugares de ocio, centros de salud... porque vivía en la gran ciudad. En un espacio público en el que conviven seres de muchas especies y razas y que se abría ante él... ¿O no?
La realidad es que aunque el humano haya construido todas estas edificaciones y haya cambiado el suelo que pisar, la mayoría de los lugares que ellos llaman "públicos" son, en realidad, privados y exclusivos para su uso y disfrute. Hemos puesto puertas al campo y, encima, nos hemos hecho reyes y señores de él.
Es posible que Roko pasara el arcoíris sin comprender que pese a su buena educación desde pequeño, a su calma y amabilidad, se encontrara con puertas en las que un cartel con un perro tachado en rojo le impidieran el paso al interior, un interior lleno de ruido, de movimiento y de servilletas y huesos de aceituna por el suelo. Tampoco comprendería por qué nos costaba tanto ir de vacaciones cuando él venía y que no le dejaran entrar en la habitación en la que los humanos ibamos a dormir. Y, por supuesto, no llegaba a entender por qué al sentarnos en una terraza, el dueño del bar pedía a su humanos que nos fueramos si íbamos a estar con el perro. Pienso que Roko y demás peludos se habrán preguntado alguna vez por qué les hemos urbanizado si no pueden disfrutar de la urbe.
Otras cuestiones que les pasarán por sus peludas cabezas serán: ¿por qué un perro no puede corretear a sus anchas por las únicas huellas que quedan de naturaleza en la ciudad, los parques? ¿Por qué deben contentarse con pequeños recintos vallados? Al menos en ellos se encuentran a otros peludos de humanos obedientes y pueden jugar con ellos, en el fondo el roce hace el cariño y en estos recintos hay mucho roce. ¡Incluso puedes llevarte un detallito de otro colega pegado a las almohadillas!
Igualmente está el tema de las playas... Solo pueden pisar algunas pequeñas y repartidas por España. Muchas de ellas con un horario fijo que se acabará con la llegada del otoño. Unas playas que seguramente en esa estación sigan adornadas con latas, botellas y bolsas de plástico.
Las cosas en las ciudades están cambiando
Hay que agradecer que las cosas vayan cambiando, los perros ya no miran con ojos tristes a sus dueños cuando se meten en el metro. Pueden acompañarles por las calles subterráneas (con bozal, eso sí). También hay locales en los que incluso reciben una caricia y un cuenco con agua. Puede viajar en corta distancia en el tren, sin importar su tamaño (aunque pueda haber gente que les mire raro) y tienen acceso a hoteles en los que descansar plácidamente bajo la cama de sus humanos.
Ay si Roko viera todo esto...
Aun así estos avances tienen que seguir aumentando. Necesitamos espacios más amplios y en mayor cantidad, lugares en los que puedan corretear sin barreras próximas y no solo con otros perros sino con sus humanos.
Seguro que Roko imaginaba esos espacios idílicos.
Vamos a seguir mirando hacia arriba para fijarnos en países como Holanda o Austria, cuyas urbes y sus locales son tanto para seres de dos patas como para cuatro.