La poderosa fuerza militar que conquistó Europa: lee el primer capítulo del libro 'Los Tercios de Flandes'
Descubre la fascinante historia de los Tercios de Flandes, la imponente fuerza militar que conquistó Europa. Sumérgete en el primer capítulo del libro Los Tercios de Flandes (Pinolia), coordinado por Manuel P. Villatoro, y conoce todos los detalles de esta legendaria fuerza de combate.

'Rocroi, el Último Tercio', un cuadro de Augusto Ferrer-Damalu. (Wikipedia)
Los Tercios de Flandes fueron una poderosa fuerza militar formada por piqueros, arcabuceros y mosqueteros que lucharon durante siglos para mantener el imperio en los territorios conquistados. Su legado y fama trascienden el tiempo y son recordados como una de las fuerzas más importantes de la historia de España.
El libro Los Tercios de Flandes, coordinado por Manuel P. Villatoro y publicado por la editorial Pinolia, es una obra imprescindible para descubrir los secretos de esta fuerza militar y su impacto en la historia de España.
A continuación, te invitamos a leer el primer capítulo de este fascinante libro.
¿Qué son los Tercios de Flandes? ¿Por qué fueron tan importantes durante siglos?
Tras la Edad Media en España, y después de todos los ensayos provocados por una lenta, dura y penosa Reconquista, comienza a ponerse en marcha una maquinaria de guerra tan absoluta y compleja que abarcaba todos los campos del arte de la guerra: «el reclutamiento; la instrucción; la logística con todo su “arte sin gloria”: abastecimiento, pagas, bagajes, correo, alojamiento, suministro de armamentos reales; la información y acción psicológica; la moral y los valores grabados a fuego; y una táctica tan novedosa como práctica en el combate».
Todo ello, hilado de una manera eficaz en sus múltiples aspectos, consiguió lo que parecía imposible: «que un número reducido de soldados dentro del ejército del Rey fuera capaz de cambiar el signo de cualquier combate». Esos eran los tercios. De ahí su radical importancia en los campos de batalla de Europa durante tres siglos; desde su origen en 1534 hasta la llegada de los Borbones a España con la guerra de Sucesión que trajo la organización francesa con forma de regimiento. Los tercios estaban compuestos por un puñado de hombres cuyo número oscilaba entre 5000 y 10 000 pero que, dentro de un ejército y no siendo más que aproximadamente el 10% del mismo, hacían a este casi imbatible.
La fama de imbatibilidad que consiguieron a lo largo de todas sus campañas venía avalada por múltiples factores y circunstancias. El primero de ellos era el soldado. Cuando en muchos ejércitos los militares solo lo eran en verano o en épocas en los que se necesitaban, los soldados de los tercios eran soldados durante todo el año; y a lo largo de todos los días y tiempos se ejercitaban. Lo que podría denominarse hoy en día como profesionales de la milicia.
Al ejército profesional se le sumaba la instrucción y preparación previa, pues nunca entraban en combate siendo bisoños. Aun a sabiendas de que la guerra misma es la mejor escuela de armas, para los soldados de los tercios desde el momento en que eran reclutados comenzaba el principal esfuerzo de instrucción y adiestramiento. Aunque a veces la urgente necesidad de soldados los hiciera acudir al frente antes de lo previsto, tenían aun así una fase de instrucción que si bien no podía ser en Italia como era lo normal, sucedía en la misma Flandes, aprendiendo rápido de los soldados veteranos. Ese adiestramiento previo para la guerra, ese profesionalismo los hacía diferentes a los rebeldes en Flandes que sin preparación acudían al combate, como en los casos de Dalem, Geminga o Mock, que no eran más que carne de cañón a manos de los veteranos soldados españoles.
¿Por qué fueron tan importantes los tercios durante tres siglos en los campos de batalla de Europa? Porque supusieron el gran cambio, la revolución en el arte de la guerra no solo táctica, sino también administrativa y técnica, que es tan importante o más que la primera e hizo posible que un ejército de pocos hombres dominara los campos de batalla de Europa y mantuviera un Imperio que abarcaba cuatro continentes.
La decisión de los Reyes Católicos
Esa revolución tuvo su mecha inicial tras la toma de Granada cuando los Reyes Católicos ya vieron la necesidad de un ejército permanente bien preparado que redujera la dependencia de la Corona a los títulos de nobleza y grandes de España que habían acumulado tanto poder durante la Reconquista. Pero todo se desarrolla con mucha celeridad, y eso es lo que da ventaja a los ejércitos españoles cuando dan comienzo las campañas en Italia. Cabe destacar, como hace René Quatrefages en su libro Los Tercios, que ante las conquistas españolas en Nápoles, el rey Luis XII de Francia intentó un ataque por el Rosellón. Isabel y Fernando utilizaron las reservas de milicias ya creadas, pero dictan un texto llamando al reino a la defensa de las fronteras amenazadas donde se entrevé que el ejército español y la infantería española iban a cambiar para dominar Europa, América, África y Oceanía.
En su llamamiento, expedido el 16 de enero de 1503 en Santo Domingo de la Calzada para la merindad de La Rioja, entre otras muchas cosas, se dice: «…avemos mandado repartir en las fronteras de nuestros reynos e en las comarcas que son cerca dellas cierta cantidad de gente armada para pelear a pie e de la manera que se arman e pelean los suyços….; e peones para que estén armados con picas a la suyça e cien valesteros de valestas…». Vemos que provoca un cambio de lanceros y escudados por piqueros y se solicita a los soldados que practiquen los domingos hasta que lleguen las nuevas armas de igual estilo que las suizas. Un nuevo ejército estaba naciendo, una nueva infantería imbatible. Con la conquista del Reino de Nápoles la monarquía española, antes centrada en la Reconquista, necesitaba un cambio en sus ejércitos antes basados en el uso de la caballería, el arma de la nobleza, pero adelantándose a su tiempo observan que es necesario el desarrollo de un elemento que será el arma de combate sobre el que pivotarán las otras armas hasta el día de hoy: «la infantería».
Todo cambio sumaba; toda palabra, toda nueva ordenanza viajaba en manos de los soldados que iban a empezar a cambiar la forma de hacer y entender la guerra, de ahí la importancia de los tercios durante el siglo XVI.
No se dejaba al azar, inculcándosela a fuego, una formación moral que era fundamental para que pudieran sentirse de verdad imbatibles y dueños de un Imperio. Creían en ellos y en su propia fortaleza con una autoconfianza exagerada; añadiéndose a ello su juramento de fidelidad, que cumplían a rajatabla desde el primer día, a sus mandos, al Rey, al Imperio que se estaba gestando e incluso a Roma. Al igual que hoy en día, y en cualquier aspecto de la vida, en los tercios españoles la moral era un factor fundamental de cohesión y combate. Además, esa moral y esa fidelidad a Dios y al Rey impedía y limitaba muchas veces el abuso de poder en que podía caer un soldado cuando descubría en los sitios y en la victoria el poder de sus armas.
Otro factor importantísimo de cohesión, formación y combate era la disciplina. Se enseñaba al soldado a obedecer aún cuando en el fragor del combate su corazón le dictara otro tipo de acciones poco convenientes para el conjunto del ejército; pues a veces los actos de valor que no van de la mano de la disciplina no llevan más que al desastre, tal como escribió el capitán Marcos de Isaba (Cuerpo enfermo de la milicia española, Madrid, 1594) poniendo como ejemplos la batalla de Heyligeerlee (1568) cuando el Tercio de Cerdeña sufrió graves pérdidas, más de cuatrocientos muertos, por haber presentado combate sin haber formado previamente en escuadrón, y el cerco de Harlem (1573) cuando los españoles tuvieron muchísimas bajas por obstinarse en el asalto cuando los oficiales habían dado orden de retirada.
Marcos de Isaba destaca la importancia de la disciplina: «entenderán los soldados del capitán, que el más alto precepto de la milicia es la obediencia».
Es bien sabido que las guerras las ganan las reservas y el sistema de reservas era uno de los principales mecanismos del por qué los tercios españoles fueron dueños de los campos de batalla de Europa. Motivo por el que Italia era de suma importancia en el sistema de reclutamiento de los tercios. «En España mi natura, en Italia mi ventura, en Flandes mi sepultura». Era fundamental en caso de necesidad tener una tropa bien preparada para el combate y adiestrada en los usos y arte de la guerra, y la superioridad de los tercios consistía en utilizar la infantería estacionada en Italia y que llevaba tiempo preparándose para enviarla a Flandes, reemplazando esta por bisoños soldados reclutados en España y que también se adiestrarían durante el tiempo que las circunstancias permitiesen, pero ninguno iba al combate sin ser preparado por los soldados veteranos. Cuando el Duque de Alba embarcó en Tarragona el 10 de marzo de 1567, las galeras de Andrea Doria también transportaban diecisiete compañías de reclutas para reconstituir de nuevo reservas en Italia. Era muy fiable este sistema de levas para sostener los combates en un lugar tan lejano.
También era importante ver que la fuerza de los tercios no se fiaba a su número sino a su valía. Solían representar como mucho un 10% de los soldados pagados por el rey. Y el conjunto de soldados de los tercios siempre oscilaba entre 5000 y 10 000 hombres. En Pavía hubo 10 000 españoles; 8000 fueron los que acudieron al socorro de Viena, 6000 estuvieron en Malta, en 1568 contra el ejército de Orange no llegaban a 6000. Para que se vea la importancia de los tercios y su dureza en el combate, Luis de Requesens tenía 57 500 infantes repartidos en 269 compañías de los cuales el número de españoles solo era aproximadamente de 7000, apenas un 10%. Sin embargo, todos fiaban la victoria a ese 10%. Una peculiaridad de los tercios es que combatían siempre en su totalidad formando un sólido bloque, mientras que el ejército podía estar repartido y rara vez combatía en su conjunto.
La gran logística necesaria también funcionaba casi como un reloj, pues basaba su eficacia en saltos de escalón entre las diferentes posesiones españolas; por ello, el principal problema logístico no se asentaba en la cadena logística y de avituallamiento, sino en el de la previsión y el de la financiación. Los trenes de avituallamiento tenían a veces dimensiones épicas. El transporte de tropas se hacía por mar, excepcionalmente por tierra para evitar el agotamiento de los soldados, consiguiendo rapidez y evitando la fatiga por el peso que tenía que soportar cada soldado de sus corazas y de sus armas. También tenían experiencia en prevenir alojamientos cómodos y bien provistos, así como un sistema de evacuación de enfermos y heridos según las circunstancias.
En cuanto a la táctica, y posiblemente por la experiencia de la guerra de Granada, se tiene constancia de la presencia de suizos en España desde 1483, se observa que en los ejércitos de España adquieren importancia la pica y el coselete que usaban los suizos; pero en la infantería española toma preponderancia una organización mucho más flexible a diferencia de los suizos. Tal como describe Vicens-Vives: «Sería útil suponer que en la guerra de Granada fue donde aparecieron novedades estratégicas y tácticas españolas, en particular las formaciones flexibles de la infantería, opuestas al mecanismo de tropas suizas». Aquí está el secreto del tercio, no maniobraba como una masa compacta, sino que tendía a la maniobra con unidades más pequeñas.
Aplastante superioridad militar
Muchas tierras pertenecientes al Imperio español eran codiciadas por todos los monarcas de Europa, y había que luchar contra franceses, turcos, ingleses, holandeses, herejes, corsarios y piratas. Para mantener este Imperio se necesitaban soldados con cualidades singulares que juraran con lealtad la defensa de la religión cristiana, el honor de su rey y la salvación de la patria. Era Dios, dado los peligros que afrontaban, el último socorro que tenían y lo llevaban a gala. Para mantener el orden en aquellas lejanas tierras de sus hogares separados se les ordenaba la buena conducta y costumbres, esmerándose en ellas en las casas donde estuvieran alojados. Y si no cumplían con esas normas, eran pasados por la vara de la disciplina. También el honor era uno de los atributos del soldado de los tercios y por él también arriesgaba la vida y mataba o moría para reparar el daño, sabiendo que su espada era el poder del Imperio. Incluso los motines no afectaban al sentimiento de fidelidad al rey.
Todos estos factores hacen de los tercios españoles una máquina de guerra que por regla general tenía una aplastante superioridad militar. ¿Cómo si no podrían darse en las batallas estos resultados, según recoge René Quatrefages?:
En Geminga (1568), hubo 7000 rebeldes muertos. Solo una decena de ellos españoles. En Mock (1574), 5000 muertos rebeldes y una decena de españoles. En el ataque a la retaguardia del Príncipe de Orange (1568) quedaron muertos 3000 rebeldes y una veintena de españoles. En la derrota del socorro francés, mandado por el señor de Genlis, murieron 4000 franceses y una decena de españoles. En Gembloux (1578) murieron 3000 rebeldes y un solo español.
Por eso, si quieren saber por qué fueron tan importantes los tercios en Europa miren estos números o mejor cuenten sus muertos y, sobre todo, cuenten los muertos enemigos.