Muy Interesante

Sócrates y su método dialéctico: La expansión de la moral a través del diálogo

Conocido por su inteligencia, el filósofo clásico expandió sus ideas en torno a la moral a través de un método argumentativo novedoso: el diálogo.

Sócrates ha sido desde su tiempo uno de los iconos más fascinantes de la filosofía. Pocas personas han recibido tanta atención y, no obstante, toda aproximación honesta debe reconocer que, en parte, Sócrates constituye un enigma. El motivo principal es que nunca escribió; toda información pasa por el filtro de sus devotos y detractores. Tras su muerte, algunos amigos de Sócrates, entre ellos Platón y Jenofonte, lo conmemoraron haciendo de él el protagonista de lo que se convirtió un género literario, el diálogo socrático. Otra fuente importante son las comedias de Aristófanes , especialmente Las nubes, que critican a Sócrates y a los nuevos educadores.

El problema es que el Sócrates de la comedia y el de los diálogos difieren en gran manera, como también es diversa, aunque en menor medida, la imagen del Sócrates de los distintos diálogos. Toda reconstrucción de Sócrates es aproximativa y pasa por la comparación de las fuentes, teniendo siempre en cuenta las distintas intenciones literarias a las que sirven. Resulta igualmente necesario considerar otras noticias importantes, como la de Aristóteles , pero teniendo en cuenta que son más tardías e indirectas, en tanto que redactadas por gente que no conoció personalmente a Sócrates.

Vida y contexto

Sócrates nace en el año 470-469 a.C. en Atenas. Es hijo de la partera Fenáreta y del escultor Sofronisco. Su contexto histórico es el mismo que el de los sofistas: el del ascenso y caída de Atenas. La victoria helena contra los persas en las Guerras Médicas abre una época marcada por el optimismo, en la que Atenas capitanea la liga de Delos, convirtiéndose en un imperio naval. El proceso de ilustración y democratización avanza y la polis alcanza su mayor esplendor cultural y económico bajo la democracia de Pericles. Sin embargo, pronto el avance de la razón deriva en la disolución de los valores tradicionales y la proliferación del relativismo moral y político. Asimismo, la rivalidad con los lacedemonios desemboca en la Guerra del Peloponeso, que causa en Atenas una crisis económica y política, duras pestes y la derrota.

En su juventud, Sócrates recibe la influencia de la física jónica, la filosofía eleática y, cómo no, de los sofistas que frecuentan Atenas y el círculo de Pericles. En su madurez, desarrolla un pensamiento propio y novedoso que responde a los problemas de la época. El optimismo de la razón, en parte, había conducido a la revisión de la tradición, pero también a un fuerte relativismo que cuestionaba el orden social. Él trató de dar continuidad al proyecto racionalizador, pero evitando a toda costa que se diluyese en el relativismo. Sócrates hace frente a los sofistas buscando conceptos universales sólidos (como la virtud y la justicia) con los que apuntalar los fundamentos sociales.

Sócrates y su método dialéctico: La expansión de la moral a través del diálogo

Célebre es también su físico, que destaca por su fealdad: bajo, de ojos saltones, nariz chata, labios gruesos y vientre abultado, se le compara con los sátiros o silenos. Habitualmente se representa a estos seres mitológicos con un vientre prominente y el falo erecto, como desenfrenados y lascivos. En una ocasión llegó a Atenas un fisonomista tracio. Este, que no conocía a Sócrates, infirió de sus rasgos físicos que era un necio, un vicioso y un mujeriego. Los allá presentes estallaron en una carcajada, al ser la inteligencia, la moderación y el dominio de sí señas distintivas de Sócrates. Mas el filósofo detuvo al instante sus burlas, reconociendo que el tracio había acertado al describir su naturaleza, que, sin embargo, gracias a la razón había sabido domar, erradicando de ella todo vicio. Rompe así con la tradicional idea de que quien es bello también es bueno (kalokagathia), disociando la belleza exterior de la virtud interior.

Entre sus virtudes destacan también la valentía y la firmeza, mostradas al participar como hoplita en las batallas de Potidea, Delio y Anfípolis. Asimismo supo seducir como pocos a sus amigos y seguidores, mostrándose siempre leal y atento. Quedan también fuera de duda su respeto a la ley y su honestidad. En la única ocasión que desempeñó un cargo político, se negó como jurado a condenar a unos generales alegando un defecto de forma. Igualmente, juzgándola injusta, desobedeció la orden directa de los Treinta Tiranos de apresar a un conciudadano.

Ahora bien, Sócrates ha pasado a la posteridad debido a su lucidez mental. Cuentan que el oráculo de Delfos reveló que Sócrates era el más sabio entre los griegos. La anécdota está hábilmente diseñada para ilustrar su carácter. Sin negar el oráculo del dios, Sócrates se muestra perplejo, pues no se considera ni sabio ni experto. Así, durante toda su vida trata de corroborar –o de refutar– racionalmente el oráculo, poniéndolo a prueba: va a las personas más prestigiosas del momento, entre ellas, músicos, políticos, generales y sofistas, para comprobar mediante un conjunto de preguntas el saber que se les atribuye. El resultado es conocido: los supuestos expertos son incapaces de responder adecuadamente, diluyéndose así su estatuto de sabios. Sócrates, pues, verifica el oráculo, en tanto que los que creen saber en realidad no saben, mientras que quien afirma “yo solo sé que no sé nada”, en realidad, sabe algo fundamental.

Pasa buena parte de su vida en la plaza, interrogando a unos y dialogando con otros; según las malas lenguas, huyendo del mal carácter de su mujer, Jantipa. Estas conversaciones debieron de suscitar el odio de aquellos cuyo saber quedaba en entredicho. Lo conocieron como ‘el Tábano de Atenas’ y muchos lo evitaban, pues con sus preguntas aguijoneaba e importunaba a la gente más influyente. Diógenes Laercio cuenta que, a menudo, al discutir acaloradamente, lo golpeaban, le arrancaban los cabellos, lo despreciaban o se burlaban de él. Razones similares debieron propiciar que se extendiese la fama de que quien afirmaba saber que no sabía nada caminaba pavoneándose, con aire arrogante.

La anomalía (atopia) es uno de sus rasgos distintivos; no deja a nadie indiferente, pues ningún otro se comporta como Sócrates. No solo examina mediante la razón a los supuestos sabios tradicionales y sus opiniones, sino también a los nuevos educadores y sus creencias. Funda en parte con ello una nueva tradición, la filosofía, en tanto que “tradición que corta con toda tradición” al tener que justificarse constantemente a sí misma. Esto enojó a no pocos, lo cual debió de incidir en su triste final.

Sócrates muere en 399 a.C. bebiendo cicuta. Lo condena a muerte la Atenas democrática, tras un proceso legal en el que se le acusa de impiedad y de corromper a los jóvenes. Contribuye a ello que, en el año 423 a.C., el conservador Aristófanes lo caricaturizó en Las nubes mediante los clichés con los que los reaccionarios cargan contra las vanguardias intelectuales; entre ellos, adorar a dioses nuevos y corromper la moral. Sócrates lo negó. Famoso es el daimon socrático, una especie de divinidad personal que se le aparecía para prevenirlo de hacer algo. Más que en una relación personal con lo divino, la religión oficial de la ciudad consistía en una serie de ritos públicos, pero el daimon socrático ni era exclusivo del filósofo ni era incompatible con la religión pública. Es más, algunas fuentes han subrayado el estrecho vínculo de Sócrates con Apolo y su respeto por lo divino. En definitiva, la acusación encubre motivos políticos: es partidario de la aristocracia (aunque no en el sentido tradicional: deben gobernar los que demuestren ser los mejores, en definitiva, los más sabios, y no los que presuntamente lo sean a causa de su linaje) y contrario a procedimientos democráticos como la elección por sorteo. Asimismo, Sócrates es maestro de traidores como Alcibíades y frecuenta a oligarcas y tiranos como Critias. Tras la tiranía de los Treinta, se restaura la democracia y se concede una amnistía que impide represalias, por lo que la acusación contra Sócrates debe camuflar la voluntad de quitarse de encima –probablemente, el objetivo no era su muerte– a una figura contraria a la democracia y molesta para muchos.

En un primer momento, de los 501 miembros del jurado, 281 votaron a favor de la condena y el resto en contra. A continuación, el acusado tenía derecho a reclamar una condena alternativa a la propuesta por la acusación, la muerte. Sócrates se mostró seguro de sí y orgulloso: propuso cambiar la condena por uno de los mayores honores para los benefactores de la patria, vivir en el Pritaneo a cargo del erario público, por haber dedicado su vida al servicio de la ciudad. Esta contrapropuesta enfureció al jurado, que terminó condenándolo a muerte, esta vez, por 360 votos a favor. Sus amigos intentaron que escapase, pero él se negó, fiel a sus principios y a la ley. El episodio del proceso recoge una exigencia socrática clave, que muestra la radicalidad de su pensamiento: la razón no solo exige la coherencia de nuestras ideas, sino también la conformidad entre estas y nuestra acción, porque “una vida no examinada no merece ser vivida”.

mh576287055bafe82d1644cf95

Sócrates y sus discípulos

Pensamiento

En una época en la que el proceso racionalizador y la sofística han examinado con lupa las tradiciones, el poder legítimo, las leyes y las costumbres, estas pierden su carácter sagrado y pasan a concebirse como meras convenciones humanas. En dicho contexto, ciertos individuos aprovechan para imponer sus intereses personales y la convivencia y la confianza en las instituciones se erosionan peligrosamente. Sócrates reacciona contra esta tendencia buscando principios sólidos mediante los que frenar el relativismo y ordenar con ciertas garantías la práctica humana. Así, su pensamiento es práctico y de corte moral. Dejando de lado cuestiones vinculadas con la naturaleza, Sócrates vuelve su reflexión hacia lo humano: ¿cómo debo vivir?

Según él, todo el mundo desea lo bueno y persigue lo bueno; ¿quién podría desear algo que juzga malo? Es decir, nadie obra mal voluntariamente. La única fuente del mal es la ignorancia: alguien puede tener opiniones y creencias equivocadas sobre lo bueno, persiguiendo cosas que, siendo aparentemente buenas, en realidad no lo son. Así, erradicar el mal no consiste en moldear el deseo, sino en sustituir la ignorancia por conocimiento; quien conoce lo bueno, necesariamente lo persigue. En eso consiste su intelectualismo moral.

En este marco, la búsqueda del conocimiento de lo bueno (esto es, de las virtudes: la justicia, la nobleza, la valentía, etc.) se basa en cuatro pilares: la inducción, la refutación (elenchos), la mayéutica y la definición de lo universal. Sócrates se fija en distintos casos particulares de aquello que juzgamos bueno y, empleando la inducción (paso de lo particular a lo general), le hace preguntas a su interlocutor para que este se dé cuenta de que su pensamiento era confuso e incoherente, es decir, para refutar algunas de sus creencias. Tras purificarlo de sus falsas creencias, Sócrates continúa preguntando, esta vez tratando de que su interlocutor halle en su propio interior una definición adecuada sobre determinada virtud, que pueda aplicarse a todos los casos particulares que participen de la misma. En esto consiste la mayéutica o arte de dar a luz: cada persona debe encontrar en su interior, mediante su razón, la definición universal (la esencia y no ya un caso particular) del bien sobre el que se indaga. A diferencia de los sofistas, Sócrates no vende conocimientos, sino que, como una partera, asiste a sus interlocutores para que ellos mismos los descubran: “Conócete a ti mismo”.

Influencia

Sócrates desarrolló un pensamiento propio, pero además propició que los demás hiciesen lo mismo. Sus seguidores fundaron distintas escuelas, entre las que destacan la cínica y la Academia platónica. Conviene destacar, de todos modos, que el pensamiento socrático no solo condiciona de manera notable el pensamiento platónico y la búsqueda de los universales, sino que su recurso a la inducción y a la búsqueda de definiciones universales funda los principios básicos de la ciencia y de la filosofía hasta nuestros días.

Referencias:

  • Antonio Alegre Gorri, La sofística y Sócrates (Montesinos, 1986)
  • F. M. Cornford, Antes y después de Sócrates (Ariel, 1980)

La ventana a un mundo en constante cambio

Muy Interesante

Recibe nuestra revista en tu casa desde 39 euros al año

Suscríbete
Suscripciones a Muy Interesante
tracking